El arte no puede ser complaciente

Bajo este título trataré aquí únicamente de la poesía y más precisamente del lenguaje poético.
J.P.Sartre dice: “El poeta está fuera del lenguaje, ve las palabras al revés, como si no perteneciera a la condición humana. En lugar de conocer primeramente las cosas por su nombre, parece que tiene primeramente un contacto silencioso con ellas, ya que, volviéndose hacia esta otra especie de cosas que son para él las palabras, tocándolas, palpándolas, descubre en ellas una pequeña luminosidad propia y afinidades particulares con la tierra, el cielo, el agua, y todas las cosas creadas . Incapaz de servirse de la palabra como “signo” de un aspecto del mundo, ve en ella la “imagen” de uno de estos aspectos. Y la imagen verbal que elige por su parecido con el sauce o el fresno no es necesariamente la palabra que nosotros utilizamos para designar estos objetos.
Como el poeta no “utiliza” la palabra, no elige entre las diversas acepciones, y cada una de ellas, en lugar de parecerle una función autónoma, se le entrega como una cualidad material, que se funde ante su vista con las otras acepciones. Así en cada palabra, por el solo efecto de la “actitud” poética, realiza las metáforas en las que soñaba Picasso cuando deseaba hacer una caja de fósforos que fuera toda ella un murciélago sin dejar de ser una caja de fósforos.”
De ahí que el poeta no puede, cuando en función de la imagen verbal sugerida elige palabras y metáforas para expresarse, hacerlo en un lenguaje que no sea auténtico; es decir recurrir a un lenguaje fácilmente entendible por los lectores con el único afán de facilitarles la comprensión del poema, cayendo así, además, en la “utilización” de las palabras como lo hace el prosista.
En nombre de la comunicación muchos poetas, lamentablemente, son reticentes a expresarse en su verdadero lenguaje por temor de ver restringida la difusión de su obra, confunden calidad con difusión masiva. Quieren convertirse, a toda fuerza, en poetas populares. No es que le niegue a la poesía popular su lugar, al contrario. Es indiscutiblemente uno de los géneros del arte poético y tengo para ella el debido respeto, mas, la valoro como tal cuando es “auténtica”, cuando, sin lugar a dudas, además de sus cualidades propias es el fiel reflejo del estilo original del poeta.
Jacques Prevert es un poeta popular; su obra, si uno se refiere a la difusión masiva, es más conocida probablemente que la de Jean Cocteau.
Sin embargo este último, en Francia, país de origen de estos dos poetas, ocupa el primer plano en la poesía contemporánea, es el “Príncipe de los poetas”. Jean Cocteau, seguramente, no sacrificó nada al popularismo. Sus poemas son más bien de una esencia totalmente diferente, expresados en un lenguaje que requiere del lector “un aprendizaje” para poder comprenderlos; sus metáforas son bellísimas pero no entendibles sin el debido esfuerzo.
Nunca Prevert tuvo la pretensión de escribir como Cocteau ni Cocteau como Prevert. Cada uno se ha expresado en su propio estilo con el solo afán de hacer poesía verdadera, auténtica, sin preguntarse si escribía para una mayoría o una minoría. Nunca se debe olvidar que el arte cumple una función social pero a todos los niveles y que cada artista, en su arte, en este caso la poesía, debe aportar lo mejor de sí mismo, esforzándose en superarse siempre para su propio enriquecimiento y el de sus lectores.
Pero el lector, a su vez, debe hacer el esfuerzo requerido pare entender y comprender la propuesta del poeta.
Por todo esto, el arte no puede ser complaciente, si quiere ser arte total, arte auténtico.

Jean Augusto V.D. Beken
(De ” El Cadáver Exquisito”, N° 9)

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