Los Hijos del Sol

Por LEONORA DE MARTINO

 

Este proyecto abarcativo nos invita al conocimiento de las culturas precolombinas.
Cuando el arte se entrelaza con la cultura de los pueblos, adquiere su verdadera trascendencia. Conocer nuestra identidad latinoa­mericana es un primer e importante paso para comprender lo que hoy somos y proyectarlo al porvenir. Consideramos fundamental para el hombre de ciudad conocer el modelo de vida de otros grupos humanos, con sus creencias, costumbres, rituales y formas artísticas de manifestación. Conocer una sociedad que creó un sistema comunitario, autosuficiente, independiente y libre.
Inspirándonos básicamente en ciertos valores culturales y estéticos, se tomaron los elementos comunes e integradores de Mayas, Aztecas, Incas, San Blas, Camayurás, Lacandones, Nanavos, Guaraníes, etc.
Se formó una coreografía, pare danza teatro, estableciendo un diálogo entre bailarines y actores, trabajando en espacios no convencionales donde el público participa y no se siente solamente un mero espectador.
El comienzo, se da con le magia, inspirándonos en los indios guaraníes con su juego de las escondidas, donde se reemplazan bracitas encendidas por linternas; los movimientos de los brazos marcan los dibujos geométricos que tienen en las túnicas, todas ellas distintas y exclusivas, se trabajó para esto con la “ley de formación interna y externa”, basándose en diferentes tejidos encontrados en Paracas. Están realizadas con pintura fluorescente, lo cual permite el realce al ser iluminadas con luz negra. Cronológicamente el espectáculo continúa con el nuevo día, donde se utilizan espejos circulares a fin de simbolizar el sol, fuente de vida de todos los seres vivos. Y así se van sucediendo los distintos pasajes musicales con una música de proyección grabada con instrumentos autóctonos y elaborada en estudio con sintetizador.
Las máscaras son otro aporte vital y significativa para la obra; las encontramos en el homenaje a la “Pachamama”, ésta máscara está realizada íntegramen­te en piel de oveja y representa la cabeza de un carnero.
También hay máscaras, para las diabladas, fiesta popular realizada en Bolivia y para las luchas donde el encuentro guerrero se pone de manifiesto en esos rasgos fuertes y definidos en el arte Shipibo (aborígenes de la selva peruana).
El espectáculo sigue su curso entre rituales y homenajes como el del matri­monio y pubertad, tarqueadas, charangueadas, vien­tos, hasta llegar al final con una música cadenciosa donde el hombre se metamorfosea en serpiente, signo de sabiduría en las tradiciones precolombinas. En síntesis, “Los hijos del Sol” o la comprensión de nuestras raíces indoamericanas.

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