Entrevista a Eduardo Pavelic

Por  PAULA FALCON

-Cada director cuando toma una obra de teatro y decide montarla supongo que quiere decir algo con ella. ¿Hay ciertos temas que lo movilizan más que otros?
Las obras llegan al director desde distintos lugares. Pueden llegar a través de un equipo de actores que quiere ser dirigido, o a través de un ente oficial que lo convoque o puede elegir personalmente el material. En esta elección, lo principal es la resonancia personal y que el material toque algún área de su vida o de sus inquietudes, pero considero que el director está capacitado para enfrentar con eficiencia cualquier material que se le presente.

-Se dice que hay directores que son pasatistas, es decir, que se preocupan nada más que de la puesta en escena y muy poco de la marcación de los actores.
La puesta en escena es una tarea totalizadora. En una obra hay una simultaneidad de discursos: el del actor, el del director, el de la música, etc. La tarea de la puesta es homogeneizar a través del sentido, todos estos elementos. Yo no participo de la división director/puestista. Los directores que se autotitulan puestistas, en realidad desatienden una parte importante de la profesión que es el trabajo con el actor y con el texto; se quedan con el discurso de la imagen y hacen que el espectáculo carezca de profundidad.

-Si se puede hablar de estilos de dirección, ¿usted tiene uno propio? 
Cada director tiene una metodología, un modelo y un gusto estético.
Esto quizás conforma un estilo personal. Puedo decir que me gusta más cierto teatro que no es naturalista. Este fue superado por otros estilos con un lenguaje más expresionista y por otras clases de actuación, como la farsa, el clown, generando una forma expresiva más libre.

-¿Y en cuanto a la formación de los actores?
-La formación del actor tiende a despertar en su imaginación el control de sus recursos expresivos, de su cuerpo, de su voz. Cuando los controla está capacitado para abordar cualquier propuesta. El hecho de que se trabaja con el naturalismo en la actuación responde un poco a la legitimidad cultural del momento histórico que vive el alumno. Además, la elección de materiales para trabajar se hace a través de una realidad teatral. El grueso de nuestro teatro nacional a partir del 50 y del 60, parte del modelo realista norteamericano como Miller y Tenessee Williams, realismo que nos marcó el gusto hasta ahora.

-El teatro IFT tuvo en las décadas pasadas mucha importancia dentro del espectro teatral y convocó a mucha gente joven. En la etapa actual ¿se ha renovado?
-El teatro IFT es un lugar de permanente cambio. Hasta hace algunos el teatro fue muy frecuentado; además se creó un movimiento muy importante como lo fue el Teatro Abierto. Ahora la gente joven dejó de ir al teatro. Con el advenimiento de la democracia hay búsqueda de nuevas técnicas, pero el problema más grave es la falta de un recambio cultural; hay muchas escuelas de actores pero no así de dramaturgos.

-La mayoría de la gente no concurre al teatro. ¿Cuáles son los factores que influyen?
El teatro de hace treinta años en adelante fue generado por gente de clase media. Y esto se agotó. Otros sectores sociales, como la clase obrera, nunca fueron representados; esto sumado a factores económicos y a la televisión. Además y fundamentalmente a cierta revolución de la forma en teatro pero no de contenido. Se ha perdido la presencia del actor y lo que la gente se lleva del espectáculo es, en última instancia, una buena actuación. En definitiva, hasta que el actor no vuelva a ser el eje del hecho teatral, el público continuará indiferente.

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