Cándido Portinari y su estética

Por JUAN ALBERTO ARJONA

Cándido Portinari nació el 29 de diciembre de 1903 en Sta. Rosa, plantación de café próxima a la ciudad de Brodosqui, en el Estado de San Pablo. Hijo de inmigrantes italianos, fue el menor de 13 hijos, todos ellos trabajadores agrícolas, albañiles y artesanos.
Desde muy joven acuñó una única esperanza: llegar a ser un gran pintor y para cumplir con este anhelo, a los 15 años de edad abandonó las plantaciones de café, dirigiéndose a Río de Janeiro para inscribirse en talleres de Bellas Artes, realizando tareas muy humildes para poder subsistir.
Logró obtener una beca para proseguir sus estudios en Europa regresando luego a su país con el ansia de pintar sus personajes murales que eran su pasión, ya que un cuadro realizado en un estudio no constituía para él un símbolo satisfactorio.
En un viaje que realiza a Nueva York en 1939, cuando el mundo estaba oprimido por la segunda guerra mundial, ve el Guernica de Picasso y hace su elección: pintará el dolor y protestará sin pausa contra todo tipo de sufrimiento.
En 1943, sobre los muros de Radio Tupi de San Pablo pintará un ciclo bíblico, en 1942 la biblioteca del Congreso de Washington le confía los muros para decorarlos, y en 1945 ejecutará 5 grandes telas cuya imagen es la miseria de las poblaciones indígenas de Ceará.
Cándido Portinari no solo reflejó en su obra la preocupación por el sufrimiento y la miseria de la vida, sino también luchó contra todo ello como lo demuestra en 1945, año en que por la liberación de la clase obrera brasileña se presentó como candidato a diputado de un partido de izquierda.
A pesar de su ideología, su obra esta lejos de representar una bandería política ya que sus audaces defor­maciones y temas tratan de obedecer solo a las aspiraciones de su temperamento. Quiere darnos a conocer un mundo que existe y para ello utiliza todos los recursos plásticos posibles pero sin perder jamás el tema que lo inspira, un mundo desesperado poblado por seres ambulantes, (ejemplos de ellos son sus obras “Refugiados”,”Paseantes”) y sin esperanza.
Portinari, a pesar de haber sido reconocido internacionalmente en su país, no ha temido salir de la torre de marfil para colocarse frente a sus compatriotas, brindándoles una mano fraterna para defenderlos y ayudarlos a salir de su condición miserable.

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