Kristoff Kieslowsky y la renovación formal

Por  DANIEL LIEV

Dentro del famoso movimiento de cine polaco, ha surgido un creador distinto, inigualable, heredero directo del analítico y denso ANDREI WAJDA; su nombre: KRISTOFF KIESLOWSKY. Se han estrenado dentro del circuito comercial argentino tres films suyos: NO MATARAS (EL DECALOGO), UNA PELICULA DE AMOR y LA DOBLE VIDA DE VERONIKE. Guionista y realizador, se nos revela como un autor sutil y sensible dentro de la constelación de directores que crean y luchan contra las modas imperantes, con producciones independientes y de sello personal. Son productos fílmicos que se insertan perfectamente dentro de los calificados como anticomerciales.
Pero cabe cuestionarse a esta altura, ¿Dónde radica el talento de este realizador? ¿Ofrece alguna particularidad especial, distinta a los demás? Si tomamos los dos últimos films mencionados (UNA PELICULA DE AMOR y LA DOBLE VIDA DE VERONIKE) nos hallamos ante una constante, una variable recurrente dentro del estilo creativo de este director. El tema es esencialmente el amor como clave de vida. Un sutil y delicado canto a la conjunción Eros-Thánatos. Este prolijo y estudiado entramado simbólico deambula y coquetea con la figura retórica de la muerte como elemento amenazador e inquisitivo dentro de un subtexto plagado de metáforas, de silencios pesados, de murmullos esquivos, de angulaciones laterales en pos de un efecto de distanciamiento interrelacionado con la identificación del espectador desde una óptica reflexiva, pero alejada de la típica emotividad.
Un creador que hace hincapié en tempo-ritmo de las imágenes, dotadas de significantes propios, remarcando las secuencias con bandas de sonidos con lei-motivs recurrentes, pero de una aguda y equilibrada delicadeza, que coadyuva a embellecer aún más los etéreos climas sugeridos por Kieslowsky. El erotismo nos aproxima al núcleo de un amor puro, donde subyace una melancólica apariencia, donde los cuerpos son meros objetos de nuestros más oscuros deseos, de la desesperada necesidad de amar, de desprendernos de la matriz solitaria que barniza el contorno, el paisaje engañoso ya que el verdadero paisaje se proyecta en nuestra propia conciencia.
En UNA PELICULA DE AMOR, un joven adolescente se enamora perdidamente de una vecina suya, una artista plática joven y atractiva, mayor que él, y que presa de su vacuidad emocional, se enreda constantemente con hombres diferentes. Ciertos componentes voyeristas le otorgan una dosis de perversa sorpresa al minúsculo relato, jugado con escasísimos elementos, cediendo también un espacio y un símbolo claro y evidente de espera trágica y mortal en una anciana que observa perdida al joven. El par antitético de las pulsiones vitales oscila como un péndulo, mientras las imágenes se suceden desnudando cuadros sumidos en una opresiva oscuridad, para ceder paso en el tramo final a un remate de mayor luminosidad. En síntesis: las facetas técnicas juegan roles fundamenta-les en la creación de este pequeño drama cotidiano preñado de un lirismo inigualable.
En LA DOBLE VIDA DE VERONIKE, el juego del doble desconocido, pero intuido, se fija en la presencia de dos jóvenes, una polaca amante del canto, quien muere en plena función y una joven francesa, profesora de música, seductora y bella que vive plenamente su sexualidad, hasta que halla el amor y la verdadera historia que confirma sus sospechas en el escritor y artesano que prepara las marionetas con sus propios textos. La intuición, la suspicacia, los pliegues coincidentes, los estigmas que marcan ambas existencias se doblan, se fugan y reaparecen en climas de una búsqueda existencial provista de un romanticismo mesurado, apenas sugerido, casi contenido en su riguroso formalismo, reto-mando la iluminación difusa, los cuadros de mayor oscuridad en la primera mitad de la narración, para culminar con iluminación casi a giorno en una secuencia final que permite varias lecturas. La banda de sonido reitera el estribillo de una bellísima pieza. La joven encuentra el amor, pero pierde la posibilidad de trascender en su doble, ya que siente su muerte y se descubre como una personalidad acompañada en su propia soledad reafirmando su mismidad. Evidentemente nos hallamos ante un creador que impone sus poemas de interrogantes meta-físicos, de historias coloquiales, pero narra-das en tempo de sinfonías minimalistas.
La marcación actoral se hace notoria en la ductilidad de los gestos, en el elaborado histrionismo de todos los intérpretes.

Pero, también es capaz de elevarse moralmente dentro de un contexto ascético, riguroso, con un angustiante clímax de saturación y remordimiento en NO MATARAS, realizado como era lógico en blanco y negro, acorde al enunciado filosófico de las imágenes que componen este vibrante alegato fílmico. Para concluir podríamos decir que Kieslowsky es un minucioso creador de climas, de sugestivas anécdotas, que crecen fundamentalmente en el tratamiento técnico, que impregnan de poesía nuestras retinas, narrando en medios tonos, casi susurrando sensaciones, impresiones tenues. Dueño de una melancolía muy próxima a los relatos de Cesare Pavese, Kieslowsky respira en cada toma su dilema existencial, su trilogía dinámica: amor-vida-muerte en un triángulo de pasiones contenidas, apenas esbozadas con la maestría de un eximio plástico que en pocos trazos compone una obra maestra.

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