Enrique Gene: “Sin emoción no hay arte”

Crítica de Arte

Entrevista de  LUIS RAÚL CALVO

G.A.A.L.C.: Primero fue su acercamiento a la pintura y después ala crítica de arte. Cuéntenos cómo se fue dando este paso.
ENRIQUE GENE: Conocí a Alejandro Weistein —quien fue mi maestro durante más de veinte años— y empecé a estudiar con él, pero en mi fuero íntimo lo que más me preocupaba era la crítica. Pinté durante mucho tiempo y expuse en Van Riel varias veces. Entré al Salón Nacional en cinco oportunidades y también al Salón de Santa Fe. Ya había empezado en forma bastante intensa la crítica, todavía sin la posibilidad de escribir en muchos medios. Prologaba trabajos, exposiciones y demás y después participé durante 41 números en la revista Pluma y Pincel, que dirigía Goyo Gondelman y fui durante 10 años el crítico de arte de LYRA. Paralelamente, tenía una gran ansiedad teatral y escribí una obra que estrené en el Consejo Nacional de Mujeres que se llamaba “Señoras son manzanas”.

G.A.A.L.C.: ¿Por qué dice que le preocupaba más la crítica de arte que la pintura?
E.G.: No lo sé. La prueba está en que llegué a pintar bien. ¿Por qué de pronto me atrae más la crítica? Realmente no lo sé. Quizá porque soy un autor teatral frustrado y el hecho de escribir fue la forma de sacar adelante una porción de personalidad no desarrollada. No fue casualidad que haya escrito siete libros sobre artistas argentinos, de los cuales cinco están publicados.

G.A.A.L.C.: También fundó una revista y comenzó a hacer radio…
E.G.: Si, con Osiris Chieiico fundamos una revista que se llamó ARTEMAS, de la que se publicaron nada más que cinco números. Al principio nos patrocinó Gaglianone y cuando estábamos empezando a autoabastecernos nos faltó ese subsidio y como la revista estaba hecha sin ningún tipo de compromiso económico, es decir escribíamos lo que queríamos sin cobrar un centavo á nadie, no se pudo sostener. Era una revista abierta a todo el mundo. Tenía una sección Cartier, quien escribió durante mucho tiempo. Paralelamente empecé a hacer radio, en la Nacional yen la Municipal. Actualmente en Radio Nacional estoy haciendo un programa con Omar Cerasuolo que se llama “Una mañana para todos”.

G.A.A.L.C.: Cuando tiene que hacer un análisis de obra, ¿de dónde parte?
H.G.: Yo siempre digo que parto de la emoción, creo que sin emoción no hay arte. Inclusive creo que hay un peligro muy tremendo que es creerse en la obligación de juzgar, es como el individuo que va al cine y en vez de disfrutar del cine busca los elementos criticables, con la obra de arte pasa algo similar. A veces me dicen que yo hablo bien de todo el mundo y no es así. De quien no vale la pena no hablo porque ¿qué gano con hacerle mat? Puedo criticar a un individuo de primera línea si siento que lo que le digo le puede servir. El tema de si una cosa realmente me convoca. Yo siempre cuento una anécdota de cuando fui a Italia. Después de recorrer todo, llegué al Museo de Arte Moderno de Roma con muy poco tiempo y fui a ver de los futuristas en adelante yclaro, miraba a Bocciani, Carrá ydecía son grandes pintores, pero detrás tenía todo lo otro; Miguel Angel, Rafael y de golpe dando la vuelta a una columna me encontré con un Morandi y yo sentí que Morandi me convocaba como todos los otros juntos. Es decir, cuando uno ve Picasso, un Picasso importante, realmente siente que en él se centra todo un mundo que es el equivalente a lo que pudo haber sido el Renacimiento.

G.A.A.L.C.: Pero, ¿la crítica toma sólo la emoción?
E.G.: No, no puede ser que la crítica sea exclusivamente emoción. Porque lógicamente, si vos tenés que hacer de puente entre quien no sabe y la obra, tenés que aportarle cosas que le permitan no el entendimiento sino precisamente la capacidad del disfrute. El crítico creo que es un individuo a quien Dios y su propia actividad formadora le permiten hacer de puente entre quien ignora y quien hace. El crítico no tiene que ser un individuo que deslumbre al que escucha, sino que acompañe al que escucha. Nuestro país tiene críticos brillantes, pero paralelamente se da el caso de gente que escribe para ellos mismos.

G.A.A.L.C.: ¿Qué piensa de las vanguardias?
E.G.: Las vanguardias suponen un riesgo que no por ser vanguardia es positivo. Participar de la vanguardia evidentemente es un lujo y en un tiempo de cambio es un lujo de tono intelectual, pero no sólo por estar en la vanguardia un individuo obligatoriamente es válido. Tampoco el que no está en la vanguardia puede ser dejado de fado. Ya sigo creyendo tremendamente en el oficio. Cuando uno ve por ejemplo una naranja pintada por Diomede o ve dos huevos con cáscara puestos sobre un papel de diario de Fortunato Lacámera, uno descubre que ese señor es gigantesco. El oficio que se está perdiendo es en última instancia el que sirve para la posibilidad del gran arte y yo no reniego de todo lo válido que hay hoy en día. Cada tiempo evidentemente marca cosas distintas. El fenómeno social, el fenómeno económico, el fenómeno político tienen influencias que son claramente remarcables en el arte. Yo no pretendo que un individuo pinte hoy como podía pintar Rafael. Lo que yo digo es que hay que pintar con la misma seriedad con que pintaba Rafael, lo cual no quiere decir que él no se pueda reír, incluso hasta de él mismo. Pero lo que se ha perdido y lo que uno ve cuando recorre galerías es que la gente se lanza a exponer y a mostrar cuando todavía carece de los medios mínimos para estar auténticamente contento. Contra este tipo de cosas me rebelo.

G.A.A.L.C.: ¿Qué piensa usted sobre el posmodernismo?
E.G.: Es un tema muy inacabado de construir. Los “pos” y los “neos” siempre marcan un cambio no positivo. Creo que uno de los grandes dramas de la humanidad es que nosotros vivirnos de hecatombe en hecatombe, ¿cuántas generaciones se perdieron sin hacer nada, porque pensaron que el final atómico era una cosa ineludible y en este momento, todos sabemos que si Dios quiere el final atómico no va a existir?. Así como el mundo vivió de creencias, en este momento vive de descreer, es decir como si todo estuviera pasado de moda en el sentido de nación, de patria, de país, de libertad, de democracia, de fe.

G.A.A.L.C.: ¿Las ideologías han muerto?
E.G.: No, por Dios, al contrario, yo no creo en eso, tengo una profunda fe religiosa. Yo no pienso de ninguna manera que tenga que imponerle mi fe a nadie ni que nadie pueda venir a discutirme mi fe y mucho menos creer que porque un individuo tiene fe no tiene que confesarlo porque no es elegante. Es coma que fuera necesario descreer de todo para ser importante cuando en realidad uno es importante cuando cree en cosas porque es capaz de hacer cosas.

 

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