Recordación de Humberto Saba

Por ANTONIO ALIBERTI

Umberto Saba escribió el poema “A mi mujer” en 1909, cuando se apagaban las últimas grandes voces del Ochocientos (Carducci, Pascoli) y comenzaba a florecer la poesía crepuscular (Corazzini, Gozzano). “A mi mujer” es uno de los primeros pasos del nacimiento de la nueva poesía italiana, que más tarde estallará en nombres determinantes para el siglo veinte. Será difícil ubicar a Saba en uno u otro movimiento, pero su importancia es innegable: figuraría en una rigurosa lista de sólo diez poetas en todo un siglo.
El poema de referencia es un ejemplo de sencillez y osadía. Saba enumera las cualidades de diversos animales y las compara con su mujer. Digamos que el recurso no fue del agrado de ella y las primeras críticas hablaron de “dudoso gusto”. Saba terminó creyendo que si de su producción tuviera que conservar sólo un poema, seria justamente ése. Y el tiempo le dió la razón. Su mujer primero, la crítica después, no sólo aceptaron sino que destacaron el equilibrio del poeta para abordar una temática tan riesgosa. Pero al respecto son jugosas las palabras del propio poeta: “El poeta, como el niño, ama a los animales que, por la sencillez y la desnudez de sus vidas, “aproximan a Dios”, o sea a las verdades que se pueden leer en el libro abierto de la creación, más que los hombres, obligados por necesidades sociales a continuos fingimientos. Un día, debo haber percibido con inmensa alegría y tierna conmoción, las identidades que corrían entre la joven mujer que estaba a mi lado y los animales del campo donde en ese momento vivía”. El poema, nacido de este “descubrimiento”, muestra, en seis largas estrofas, otras tantas o más comparaciones. El poeta descubre a su mujer en la joven y blanca polla, en la grávida ternera, en la estilizada perra, en la tímida coneja, en la golondrina, en la hormiga previsora, en la abeja, y —dice en el verso final, que puede parecer y es otra cosa, un cumplido de madrigal—: “en ninguna otra mujer”. A cada animal (como en las fábulas) le son atribuidas cualidades esenciales; los versos suenan, en tan antigua materia, “con gravedad y dulzura…”.
Umberto Saba nació en Trieste el 9 de marzo de 1883 y murió en Goricia en 1957. Toda su obra poética está reunida en el “Cancionero”.

 

A MI MUJER

Tú eres como una joven,
como una blanca polla.
Se le ahuecan al viento
las plumas, inclina el cuello
para beber, y la tierra escarba;
pero su andar tiene el lento
paso tuyo de reina,
y avanza por la hierba
pechuda y soberbia.
Es superior al macho.
Es como son todas
las hembras de todos
los puros animales
que aproximan a Dios.

Así si el ojo, si mi criterio
no me engaña, son ellas tus iguales
y ninguna otra mujer.
Cuando las adormece la noche,
las polluelas
emiten voces que recuerdan las
tan dulces con que a veces de tus males
te quejas, y no sabes
que hay en tu voz la delicada y triste
música de los gallineros.

Tú eres como una grávida
ternera;
todavía libre y sin pesadez,
incluso jubilosa; que,
cuando la acaricias,
vuelve el cuello donde
tiñe la carne un rosa tierno.
Y si la encuentras y mugir
la oyes, tan lastimero es
su sonido, que arrancas
hierba y se la regalas.
Así mi don te ofrezco
cuando te veo triste.

Tú eres como una estilizada
perra, que tiene siempre
tanta dulzura en la mirada
y bravura en el corazón.
A tus pies parece
una santa, que ardiera
en una indomable devoción,
y así te venera
como su Dios y su Señor.
Cuando en casa o por la calle
te sigue, a quien intente
acercársete, los dientes
blanquísimos le enseña.
Y su amor sufre
de celos.

Tú eres como la tímida
coneja. En su estrecha
jaula, enhiesta al verte
se alza,
y hacia ti las orejas
altas y firmes extiende;
tú le llevas afrecho y achicoria,
y cuando de ellos carece
se acurruca
en rincones oscuros.
¿Quién podría privarla
de ese alimento? ¿Quién
el pelo que se arranca
para agregarlo al nido, quitarle,
sobre el cual parir después?
¿Quién podría hacerte sufrir?

(fragmento)

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