Alberto Luis Ponzo

La poesía es una síntesis de procedimientos o mecanismos del lenguaje, en el que podemos “ser y estar”, como afirman los filósofos”.

Por RICARDO RUBIO

Alberto Luis Ponzo (Buenos Aires, 1916), ha escrito numerosos libros de poemas, ensayos, críticas y biografías de autores argentinos y latinoamericanos. Su obra –difundida en revistas y antologías de diversos países- se ha complementado con reflexiones dedicadas a poetas, comentarios de libros y ediciones artesanales de revistas: Vigilia, codirigida con Fulvio Milano (1962-65); Encuentro (1966-77); Empresa Poética, codirigida con Simón Kargieman y Luis Iadarola (1984-88); Hojas del Caminador, con Alba Correa Escandell (1981-2005), entre otras. Colaboró con poemas, entrevistas y  trabajos acerca de las tendencias del siglo en publicaciones de España, EEUU, México, Venezuela, Puerto Rico, Nicaragua, etc.
El Fondo Nacional de las Artes, la Fundación Argentina para la Poesía, Sade Central y Seccional Oeste, otorgaron reconocimiento a su extensa actividad literaria, que continúa hasta la fecha.

G. A.: Nos gustaría que hablaras de tus inicios en la poesía, qué te motivó, qué viste en la poesía.
Alberto Luis Ponzo: Los “inicios”, en mi caso, fueron varios, desde la niñez y la juventud. De esta última época es una revista del colegio secundario que conservo: “Ideas”, donde confieso mi adhesión a la poesía romántica, con el estímulo de mi buen profesor de Castellano, al mismo tiempo que  sentía indiferencia por  las matemáticas o la biología.
Pero los “inicios” son varios, y uno  va siguiendo en forma natural e inconciente las imposiciones biológicas, como todas las personas que dicen haber nacido para pintores, músicos  y escribidores.
Al mismo tiempo, uno procede “motivado” por el mundo que se presenta, respondiendo con la inocencia y la mayor ignorancia en un lenguaje “público” que hoy me resulta vacío. Antonio Porchia lo expresaba con justeza al decir que “la poesía se hace sin saberla hacer”.
Lo que se “ve” de ella no es antes de recurrir al lenguaje, sino después de decirlo con palabras que intentamos sean un reflejo de nuestra identidad.
En resumen, Ricardo, diría que cada vez que escribo un poema, se produce un “inicio” y quizás eso exige también un especial interés para concretarlo mejor.

G. A.: ¿Qué es la poesía?
A.L.P.: Hay un misterio que no podemos eludir: ¿qué es vivir? ¿Y cómo encontrar sentido a cada cosa? Dice el poeta venezolano Rafael Cadenas; “cuando me hacen preguntas me siento como un verdugo verbal”…
Pero sería incorrecto y negativo rechazar las preguntas, ser un irresponsable de lo que se escribe. Lo primero que “me sale” al responder: es lo que estoy aprendiendo desde que tuve en mi mano un papel. Creo que al salir de mí para ver esas letras que llamamos “poesía”, nos metemos en el mundo y nos unimos a  otros seres con iguales incógnitas.
 Trataré de ser un poco más claro. La poesía es una síntesis de procedimientos o mecanismos del lenguaje, en el que podemos “ser y estar”, como afirman los filósofos. Dejemos esto así, porque es   tema de investigadores y docentes. Mi particular concepto es el de un  individuo que no deja de “practicar” y hacer lo mejor posible su trabajo.
En uno de mis últimos libros trato de explicarlo: “ser un rastreador de razas y familias / que todavía existen / entre los trazos que dan aire / cuando creemos que es el fin”.
A lo largo de más  de 50 años, me animaría a rescatar estas líneas de “Obra en construcción” (1978) que titulé “Gran poesía”: “ Esa gran poesía hecha de no sé qué / Ese nervio que acusaba la luz, que la atraía / Esa gran poesía quieta como una piedra”

G. A.: ¿Cuáles son tus preferencias poéticas y tu relación con quienes conociste y conocés en este medio?
A. L. P.: Entre muchos autores que fui conociendo desde que comencé a publicar, nombraré a tres con quienes me comuniqué, por preferencias y motivaciones profundas: Juan L. Ortiz, Roberto Juarroz y Antonio Porchia. Fueron y siguen siendo las influencias que he recibido, no sólo en lo poético, sino en lo ético que me ha “dado vuelta” mis elementales sentimientos, los escasos recursos y posturas que tenía en literatura.
Fueron relaciones amistosas, irrepetibles, ejemplares. Los medios de actualidad los ignoran o muy poco recuerdan de ellos. Pero ya conocemos lo que dura la fama y las maniobras de ciertas esferas culturales…

G. A.: ¿Qué poeta o escritor influyó de algún modo en tu hacer poético?
A. L. P.: Aparte de los que cité reconozco la influencia de Antonio Machado, Pablo Neruda y Francisco Luis Bernárdez, con el agregado de personalidades de otras generaciones. Toda lectura influye y nadie se salva de  algunos contactos decisivos, ni los mismos autores que se convierten después de muchos años en grandes influyentes…

G. A.: ¿Asociás la poesía con la felicidad?
A. L. P.: Tan importante es esta asociación, Ricardo, que gracias a la poesía conocí a Alba y viví con ella hasta su fallecimiento,  los días más felices de mi vida.
Fuera de esto la poesía sirve para expresar un acontecimiento histórico injusto, una masacre y  la desgracia en el mundo.  Como todo arte en el tiempo así lo demuestra.

G. A.: ¿Qué provoca o hace la poesía en las personas?
A. L. P.: La poesía despierta, decía Juarroz. A mí me ha servido, frente a la realidad,  para el crecimiento del asombro, la conciencia, el placer y la imaginación. No para estar en la tapa de un libro o aspirar a algún premio. (Esto se ha dado, pero no fue nunca lo  substancial.)

G. A.: ¿Debería el poeta ser mejor persona por el solo hecho de poetizar?
A. L. P.: Debería, en primer lugar, escribir un buen poema…Siempre he destacado la conducta, la humildad, lo que significa un desprendimiento o desapego en la actitud del escritor. No me canso de citar a tantas de esas personas solitarias que han consagrado su vida a la escritura, que la aman por encima de diplomas  y otros elogiosos papeles.
Poetizar sería un término comparable a no caer en tantos  cálculos de propaganda, en aparatos o agrupaciones tendenciosas en busca de éxito y exhibicionismo.

G. A.: ¿Qué tenía la poesía de los años 60 que quizás hoy no tenga?
A.L.P.:  Nada más arduo y complejo que hablar de una generación poética, en este caso el 60 en relación a los días que vivimos. Habría que recorrer muchas páginas de historia, antologías, reportajes, y finalmente obras representativas.
Te cuento que entonces, mientras escribía, me iba “nutriendo” con lo que se conocía a través de las revistas literarias (he contado más de cincuenta mencionadas en un libro), y muchos contactos personales.
No me interesaba para nada saber si un poeta era de la época “martinfierrista”, del movimiento que se difundió como “neoromántico”, “neohumanista” o lo que vino después como  “vanguardismo” y “ Surrealismo”.
Lo más válido y digno de recordar en la poesía fueron mis encuentros con Roberto Juarroz y Raúl Gustavo Aguirre, Francisco Madariaga, Alejandra Pizarnik, Rodolfo Alonso, Roberto Santoro, Rubén Vela, Máximo Simpson, Ariel Canzani, Héctor Miguel Ángeli, Osvaldo Guevara, Alejandro Nicotra,  todos entre el 50 y el 60. Editaba con Fulvio Milano la revista “Vigilia” y después “Encuentro” (hasta la década del 70),  que resultaron en aquel tiempo como las conexiones a escritores reconocidos o más jóvenes, con el dolor de los desaparecidos y los que abandonaron el país.
Si en años anteriores tuvimos influencias de poetas españoles y americanos, en  el 60 se  abrió una renovación necesaria  en propuestas más asociadas a la realidad social.
Se ha dicho que desde entonces “se deja de imitar a Europa” (Miguel Grimberg); pero se olvida el impulso del Surrealismo francés desde sus manifiestos y traducciones.
No niego mi preferencia por todo lo que fue alterando el mundo cultural en el que estaba “codo a codo” con la mayoría  generacional. Tampoco olvido  a César Vallejo como una de las más profundas influencias.
Ocurre, querido Ricardo, que aquello que ya no tenemos fue como una corriente avanzada y poderosa, con sus ventajas y sus fracasos también, convulsiones políticas y perspectivas inquietantes para el futuro. Se acercaban los momentos trágicos de la dictadura…

G.A.: ¿Cuál es tu visión de la poesía actual?
A. L. P.: No me gusta opinar sobre lo que no he visto de cerca o no he conversado, analizado, comprendido sobre la poesía actual. Continúo encontrándome con poetas del 60 -de antes y después- como si no hubieran desaparecido aquellas experiencias.
Ha continuado una historia de contraposiciones, crueldades, asesinatos, situaciones que no dejan de provocar fuertes testimonios entre los autores actuales.
Mi reflexión final haría hincapié en la gran responsabilidad impuesta desde lo más vital y honesto de la conducta, en lo indeclinable de la creación poética, de aquí en adelante.
Cuando digo creación poética, estoy combinando todas las manifestaciones artísticas: las expresiones teatrales, musicales, artes plásticas, hasta nuestra vida cotidiana.

Alberto Luis Ponzo, una voz mayor cuya profundidad y calidad marcan un largo derrotero que cruza generaciones sin perder frescura ni caer en la vulnerabilidad que propone el paso del tiempo.  Ponzo abre las palabras para que el hombre respire.

(entrevista realizada el 2 de julio de 2011)

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