Poseidas

“… sacadme todo lo que tengo pero dejadme el éxtasis…” Emily Dickinson, 1885

Por Fabiana Barreda

En el texto “La Historia de las Mujeres “(tomo 4-Edad Media), Danielle Régnier-Bohler publica su ensayo “Voces literarias, voces místicas”.
Este ensayo, retoma un antiguo enigma histórico: Las místicas. En una Edad Media-poco oscura-irrumpirán estas mujeres iluminadas por un extraño poder divino.
Una sociedad construida desde el dominio religioso cristiano, dará a luz alternativas subjetivas que cuestionarán las más estrictas normas sacras.
“Resucitar, sacándola del silencio de las fuentes, las palabras de las mujeres… “, así comienza el texto citado, y el silencio es quebrado por una nueva circulación del deseo: la piel de las palabras.
Serán los textos de estas voces místicas los que nos relatarán hoy las más extremas mutaciones corporales.
Mientras la posición masculina fue ligada a la construcción normativa religiosa -dogmas y prescriptivas-, a la palabra pública y las leyes, la voz femenina dió cuerpo a la religión, un cuerpo como soporte sensorial, que desemboca en una lengua propia donde el grito, las lágrimas, el silencio y los suplicios construyen una sintaxis nueva.
Es en el plano de la espiritualidad donde las mujeres construirán sus propios dueños y la opción del claustro religioso será una alternativa de autarquía, de autodominio sobre su subjetividad.
Así nace en el siglo XIII un nuevo género literario: Las Visiones. Éste será el género biográfico-espiritual donde la búsqueda y el encuentro con Dios será el más sensual relato de las pasiones del cuerpo.
Hadewijch de Amberes y Beatrice de Nazareth, dos autoras de la época logran definir un goce ilimitado : el éxtasis.
La experiencia mística, es una experiencia amorosa extrema:“…su alma es invadida por la superabundancia de delicias y plenitud, el corazón se licúa y sus fuerzas la abandonan, entregada a un goce supremo desaparece en ese abismo…” (Hadewijch de Amberes).
Es aquí entonces que George Bataille afirmaría: “la experiencia mística difiere de la erótica por el hecho de que aquella se logra plenamente “.
De esta manera la voz y el cuerpo femenino silenciado, se apropia del sistema de dominio en su versión más extrema “desde una máxima devoción religiosa, construiré mi propio Dueño, mis cerrojos, mis secretos y mis miedos, me haré poseer por mi invención más amada, aunque ello implique la muerte…”
Desviaciones teológicas llevaron a muchas de ellas a la hoguera, y estos cuerpos poseídos por un poder divino devinieron satánicos, y como una trágica historia de amor, paradójica y enigmáticamente las mujeres amadas por Dios cumplieron el mismo destino que su adorado: morir crucificadas.

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