Regresar a esa concepción de mundo ya no es posible…

Por LUIS RAÚL CALVO y NORA PATRICIA NARDO

 

Decíamos a fines del siglo pasado como que comenzaba a resultar medio perimido hablar de  ciertos valores como la honestidad, la solidaridad social,  la cooperación, la participación, el respeto mutuo, la responsabilidad en nuestra sociedad.
Entendemos que hay distintas maneras de analizar los acontecimientos que se han desarrollado para llegar a ser en nuestros días productos de una sociedad competitiva y consumista.
Erich Fromm nos dice que el hombre es el consumidor eterno; -se traga- bebidas, alimentos, cigarrillos, conferencias, cuadros, libros, películas; consume todo, engulle todo (…) se ha convertido en lactante, eternamente expectante y eternamente frustrado.
Pensamos  que si bien ciertos valores han sido devaluados, o parecieran no tener  la importancia que sí tenían en la época de la modernidad, es necesario desde algún lugar sostenerlos, mostrarlos, trabajarlos, defenderlos y si no es así ponerlos en discusión.
La escuela es un lugar de interacción social y actualmente le resulta difícil construir  saberes, enseñar a convivir pacíficamente, a aceptar diferencias, a enfrentar los conflictos.
Se deberían entonces poner en juego estos valores y ver de qué modo, en pleno siglo XXI podrían favorecer a una sana convivencia.
En la interacción social los niños no sólo aprenden los contenidos conceptuales sino a su vez los valores sociales, a través de un contexto de intercambio con sus compañeros.
Hay diversas investigaciones que afirman que la relación del alumno con sus pares incide de forma decisiva en el rendimiento escolar, en las conductas de los mismos, en la adquisición de competencias y destrezas, como así también  en el control de los impulsos, en la manera de adaptación a las reglas y normas establecidas  y a superar el egocentrismo.
En los actuales grupos áulicos confluyen diferentes intereses y maneras de concebir la existencia, ya que los alumnos vienen de realidades diversas, con pocas  expectativas y sin la posibilidad de pensar en un proyecto de vida.
Algunos sobreviven en contextos violentos, de extrema vulnerabilidad, sin adultos responsables, sin registro de las  normas ni de la autoridad; otros tratan de no ser afectados por la violencia de sus compañeros pero son partícipes en la arenga y cómplices silenciosos, sin pensar que esa cruda realidad pueda ser  cambiada o modificada.
Quizás la escuela sea el escenario posible de  albergar en esta  condición esta compleja situación. No para esconder ni ignorar esta realidad que se orienta a sucumbir sin dejar huellas, sino poniendo en acto, en palabras, ese vacío silencioso.
Hay que pensar en forma conjunta estos nuevos desafíos, pero la política educativa no debe desentenderse de estas problemáticas, no sólo es modificar la currícula, ver los contenidos más actualizados, introducir las nuevas tecnologías, hacer más atractivo el proceso de  enseñanza y aprendizaje, también, el Estado debe estar presente como regulador.
No son tiempos-afortunadamente- de volver al orden absolutista, en el cual  el hombre no era ni libre ni independiente, regido por normas arbitrarias, impuestas y ajenas; tampoco son tiempos de  sometimiento y subordinación al otro; pero creemos que tampoco son tiempos  de ignorar a la autoridad y a las normas construidas -a través de la Ley 223 de Convivencia Escolar-, por los diferentes actores de las comunidades educativas, con la finalidad de democratizar los vínculos en las instituciones. En la anomia, el caos gana.
Quizás puede parecer ingenuo decir hoy en día que sigue siendo uno de nuestros grandes  propósitos  trabajar en grupo -pues permite valorar  el esfuerzo compartido, asumir una actitud  de escucha respetuosa frente a las opiniones de los demás, reconocer el conocimiento del otro, contrastándolo con el propio, sin desmerecerlo-, sin embargo, cuando es posible aplicar esta dinámica, vemos los resultados satisfactorios que se logran, no sólo en el plano del conocimiento sino también en el terreno de los afectos.
“Si queremos ampliar la base de nuestra comprensión de la naturaleza, es menester escudriñar por los rincones más oscuros y reunir el valor necesario para desafiar los prejuicios de nuestra actual cosmovisión” Carl G. Jung.
Las técnicas grupales han tenido resultados beneficiosos en el proceso de enseñanza y aprendizaje, pero es necesario que los docentes estén interiorizados y puedan abordar-con los Departamentos de Orientación- aquellos aspectos relacionados con los problemas de índole social -ya que estos se han trasladado al aula cada vez con mayor intensidad-; conocer la importancia  de la participación,  de  la comunicación, los códigos que usan nuestros alumnos y las nuevas tecnologías, tener en cuenta los distintos liderazgos que se dan en el grupo áulico entre otros aspectos.
Las técnicas sirven a los fines de organizar y llevar a cabo la actividad del grupo. De todos modos, su éxito dependerá de quienes las pongan en práctica –con procedimientos  flexibles y no rígidos- teniendo en cuenta no sólo los objetivos propuestos sino también el número de sus miembros, el grado de madurez de sus integrantes, la disposición física del aula y de la institución.
Un abordaje de estas características le permite al docente intervenir, considerando no sólo la apropiación del contenido conceptual, sino también lo vinculado a la reflexión y el debate sobre actitudes y valores presentes en la tarea grupal.
Puede ser oportuno propiciar el debate, pensar en forma conjunta los aciertos y los errores, redefinir nuevas vías de acción y criterios que deben guiar la intervención pedagógica.
A través de la observación de las pautas de interacción entre los miembros del grupo, podemos entender el compromiso de cada integrante con la tarea, la capacidad de  comunicarse con los otros, la modalidad de vinculación entre compañeros, las habilidades utilizadas para la organización del trabajo, la confrontación de puntos de vista diferentes, la evolución de los procesos de ejecución de la tarea y la coordinación de las acciones entre los participantes.
Una institución que priorice  y esté dentro de su proyecto institucional fomentar la construcción de  espacios de participación y cooperación beneficiará no sólo a los docentes sino también a los alumnos  en el proceso de aprendizaje y  además podrá  prevenir, a través del diálogo y la contención, situaciones que entorpecen la convivencia institucional y que se dan a diario y más de una vez en el día.
Si desde su núcleo fundante la institución se plantea esta manera de gestionar no será esta una tarea aislada del profesor  sino que toda la comunidad educativa, docentes, alumnos y padres, se acomodarán desde el rol que le toque desempeñar y nadie dudará acerca de su responsabilidad y compromiso en sus decisiones.
La posibilidad de generar un orden democrático en las escuelas supone la constitución de un orden consensuado por todos los integrantes de la comunidad escolar.
El mismo no debe ser impuesto y debe ser la consecuencia de un debate profundo y permanente, dado que este orden no se alcanza para siempre sino que es un proceso que se construye permanentemente.
Actividades tales como charlas, encuentros culturales, sociales, deportivos y científicos favorecen un sistema propicio de convivencia institucional que posibilita el desarrollo personal  y de ciertos valores.
Sabemos que esta manera  de gestionar los espacios no resulta sencilla y es posible lograrla sólo con el esfuerzo mancomunado y sostenido de todos los protagonistas, pero creemos que este desafío  favorecerá el clima institucional. Los alumnos podrán  explorar sus propias motivaciones cuando se le de la posibilidad de elegir  participar o no de un taller, en la organización de un torneo u olimpíada, en alguna tarea cultural, entre otras.
Desarrollar sus propias potencialidades a partir de actividades que ofrezca la institución: proyectos de radio, videos, diario, donde se puedan reconocer las propias capacidades en diferentes tipos de expresión (literaria, artística, periodística, científica etc.).
Descubrir que se pueden modificar tendencias, exigir cambios, buscar soluciones, proponer distintas alternativas: como delegado del centro o de curso, como consejero, como mediador. Que docentes y alumnos puedan investigar, por ejemplo,  por qué comienzan los problemas de violencia entre los compañeros, qué incidencias se dan entre los grupos internos y externos a la institución, etc.
Tendremos que realizar ese  trabajo de duelo por  retornar a lo pasado para permitirnos  alcanzar los derroteros de la creatividad, tanto la que promueve  alternativas en la psique como la que son  cimiento de nuevas ideas.

 

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