Breve historia del Jazz (3ra parte)

El Swing

Por RICARDO REYES

 

El gran salón, con lujosas arañas de cristal, totalmente iluminado. Cortinados fastuosos y escaleras de mármol. En las mesas, las damas con lo mejor de sí encima y los caballeros, elegantemente ataviados, alzaban sus copas de champagne en un brindis de añoranza por mejores tiempos, por los buenos tiempos, dirían.
Muchas parejas bailando. Y la importante orquesta, con músicos de smoking, de punta en blanco, daba  el marco musical, no sólo a esta imagen, sino a toda una década.
Naturalmente es imaginación, o al menos no en todos los casos. La imagen descripta no pretende marcar más que un estereotipo de la llamada era del swing o de las grandes bandas. Lo descripto puede referir a los grandes salones, naturalmente blancos, con bandas blancas y músicos blancos. La clase media también de un modo más modesto se sentía representada  por las expresiones de este estilo jazzístico, pero de alguna manera, el inicio de las grandes bandas en Jazz, también (cuándo no) se lo puede responsabilizar a los negros, (en salones para negros, músicos negros, en barrios negros: Harlem).
Además de los grupos reducidos de músicos de los orígenes y desarrollo del Jazz, hubo grupos que siguiendo la estructura de las orquestas de los bailes de sociedad, fueron el germen de lo que en las décadas del 30 y el 40, fue conocida como la era del Swing o de las Big Bands, caracterizada por mayor suavidad y fluidez del originario estilo New Orleáns y la utilización de un recurso melódico breve como preguntas y respuestas, los riffs. Para ello las orquestas divididas en secciones, creaban sus propios riffs, facilitando la intervención y aún la improvisación de los solistas.
Habíamos hablado de los negros en este desarrollo. Tal vez, las figuras más importantes en estos comienzos, fueron Fletcher Henderson, que con su banda amenizaba las grandes reuniones de los barcos que surcaban el Mississipi y un elegante y atildado pianista de Harlem, el Duque, Edward Kennedy Ellington.
 “Duke” Ellington y el mencionado Henderson  fueron de los primeros que mixturaron la rigurosidad de las partituras escritas con la improvisación de sus hábiles solistas. La obra de Ellington en sus 50 años de actividad es variadísima, desde composiciones de corta duración, hasta la Suite Black, Brown and Beige, que dura una hora, aproximadamente. Dentro de esta apreciación estilística, surge el “Jungle Style”, variante caracterizada por una marcada percusión y sonidos poco convencionales, exóticos, diríamos de los instrumentos de viento.
Dentro de esa corriente, mencionamos las orquestas de Jimmy Lunceford o Cab Calloway, de menor brillo y predicamento que los anteriores, tal vez por el peso de estos, pero que sin duda, también tuvieron lo suyo para decir.
Dejo aparte, con un propósito evidente, a William Basie, el Conde, debido a que se erige como la figura emblemática del estilo Kansas.
¿Y qué importancia tiene Kansas en el desarrollo estilístico del Jazz? Situada en el centro de los Estados Unidos, es el punto de unión de las corrientes migratorias de músicos desocupados, (tanto de Chicago como de Nueva York) y se convierte en el centro de todas las expresiones musicales jazzísticas. La música de Count Basie, da mayor preponderancia al solista, intercambiando sucesiones con los riffs del conjunto en frases cortas y repetidas con variaciones.
Coleman Hawkins y Lester Young (ambos saxos tenores) son los grandes solistas de su tiempo. El primero con Ellington y el segundo con Basie, quienes mantenían una rivalidad propia de banderías deportivas. No puede decirse que alguno era superior al otro, pues eran dos gigantes y sus solos definieron muchísimas influencias en los saxofonistas que les siguieron.
Ellington y Basie eran pianistas, técnico y melodioso el primero y vibrante y nervioso el segundo. Los dos, formidables, pero hay una expresión del Duque que lo define ampliamente: “Mi instrumento no es el piano, es la orquesta entera.”
Naturalmente, lo que le importaba al ciudadano medio estadounidense era hacer cualquier cosa que hiciera olvidar la depresión, (ignorarla no podía) y el baile era una manera de pasarla bien. El swing, representa esa música de moda que permite bailar, que es tarareada e invade los hogares a través del medio de comunicación más popular de la época: la radio. Benny Goodman, Glenn Miller, los Hermanos Dorsey,  Artie Shaw y muchos otros son los adalides de esta vertiente dentro de los músicos blancos y muchos de los temas compuestos en esa oportunidad, perduran. Moonlight Serenade, In the Mood, Little Brown Jug por Miller, Jungle Song por los Dorsey, Begíne the begine por Shaw, son las canciones que hacen furor. Dejo, deliberadamente a Benny Goodman para el final de esta semblanza y no caprichosamente.
En 1936, realiza un mítico concierto (con la acentuación nostalgiosa que le dan los años, claro) en el Carnegie Hall de Nueva York, una sala dedicada exclusivamente a la difusión de música clásica, (un templo de la música culta, dirían las señoras gordas del barrio, que en Nueva York también existen). La presentación de una orquesta de música popular y con una vertiente negra, no dejó de provocar cierto escozor en muchos círculos. La realidad es que el concierto fue un éxito y de algún modo, vistió al Jazz de frac o smoking, pónganse la ropa que más le guste o mejor le quede. El otro aspecto rescatable de este clarinetista fue la integración que le dio a sus bandas. Siempre había un músico negro alternando con el resto. Privilegiaba la calidad de sus músicos, no su color u origen. Teddy Wilson, Lionel Hampton y el padre de los guitarristas modernos de Jazz, Charlie Christian, son los ejemplos emblemáticos de esa aseveración.
Pero los tiempos cambian y el Jazz en este caso no iba a ser la excepción. A partir de la entrada de los Estados Unidos en la segunda guerra mundial gran cantidad de músicos fueron enrolados en las fuerzas armadas, muchos de ellos integrando o dirigiendo bandas militares (el caso de Glenn Miller es emblemático, además de dramático, lo cual lo tiñó de una aura de leyenda que aún persiste) como esparcimiento de las tropas. Europa no sólo no tenía mucho tiempo para música, sino que a los nacional-socialistas mucho no les gustaba (el jazz, claro) y hacer algunas cosas en esa época, podía ser perjudicial para la salud , por lo cual la difusión europea de la música sincopada iba a quedar para mejor oportunidad.
La influencia de la guerra en la vida de los músicos y sobre todo las ansias de innovación de los más jóvenes que sentían que el jazz se había estancado y que los estándares conocidos se habían agotado, contribuirían a una profunda renovación del jazz, renovación que de alguna manera marcó un quiebre en su evolución, un antes y un después. La nueva corriente se llamó Bebop y Charlie Parker y Dizzy Gillespie, sus héroes fundamentales.
Era recién 1945 , mucha historia más para recorrer y lo que ésta nos demostró, que aún quedaba mucha música para seguir disfrutando.
Afortunadamente.

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