Emilio Renart

Arte y vida, integradas

Por ADRIANA LAURENZI

Son muchas y profundas las coincidencias que podemos encontrar entre el pensamiento y las acciones que Emilio Renart llevó a cabo a lo largo de su vida  con los de Joseph Beuys, pero a diferencia del alemán que a pesar de rechazos y exclusiones, logró un reconocimiento internacional, ya poco cuestionable, Renart, tuvo en suerte nacer en un país como la Argentina poco afecto a cuidar el talento y la memoria de quienes desde las artes como las ciencias construyen la cultura.
La crítica ha sido unánime a la hora de señalar el caso de Renart como uno de las figuras más importantes del arte argentino y sin embargo de muchas formas marginado. Beng Oldemburg, sintetizó esta idea en un artículo publicado en 1980 en el diario Clarín,
“Emilio Renart, nacido en 1925, es uno de nuestros mayores plásticos. Si hubiese surgido en un país con política cultural coherente, es probable que su obra intensa y personal alcanzara una fama a nivel mundial. Ahora, todavía falta descubrir su verdadera dimensión”(1).
Nunca es tarde para intentar un justo y merecido reconocimiento al artista, al maestro y al hombre que fue.
Cuando Emilio tenía diez y ocho años, la familia Renart se traslada a Buenos Aires desde la Villa de San Martín en Mendoza. Estudia en la Escuela de Bellas Artes Manuel Belgrano, en la Prilidiano Pueyrredón y en la Cárcova, obteniendo el título de profesor de dibujo, grabado y pintura.
Comienza a exponer en 1952 y en 1958 realiza su primer muestra individual en la Asociación Estímulo de Bellas Artes. Su talento es entonces valorado y en poco tiempo obtiene los premios más importantes y prestigiosos que entonces se otorgaban en el campo de las artes plásticas: es seleccionado para participar en  los Premios Ver y Estimar en 1962 y 1963. En los Premios Di Tella de 1964, el jurado discute el primer lugar entre él y Marta Minujin. A Renart lo apoya nada menos que el pope máximo crítica norteamericana, Clement Greenberg y a Marta Minujin, Pierre Restany, el desempate a favor de Minujin estaba en el voto de Jorge Romero Brest, quien se decide por la primera, otorgándole a Renart un Premio Especial.
En 1967 es enviado para representar al país a la Bienal de San Pablo junto a Juan Carlos Distéfano y David Lamelas. Ese mismo año gana el Primer Premio de Dibujo George Braque que otorgaba la embajada de Francia y que consistía en una beca a París, la cual concretará en 1968, por un lapso de cinco meses.
A comienzos de los años sesenta la obra de Renart va virando de la abstracción al informalismo, movimiento este último, que se impone como un sello de época en diferentes y variadas versiones, como el de los dos representantes tal vez más intensos de esos años como lo fue la imagen de Alberto Greco y diferente pero no menos “informalista” la de Kenneth Kemble.
Pero ya en 1962, Renart arriba a una imagen propia, madura y no menos enraizada en la filosofía que subyace a toda la corriente informal, el existencialismo, especialmente sartreano.
Fue entre los años 1962/67 cuando Renart crea su serie, con un total de cinco grandes piezas al que llamó Integralismo Bio-Cosmos.
Interesado en las ciencias biológicas, la física, la zoología, Renart comienza a elaborar una concepción del universo basada en la física nuclear, remontándose al origen del mundo como materia energética de la cual derivará el desarrollo del animal y de allí la conciencia humana como razón ordenadora pero a vez ligada profundamente a la materia, a la vida biológica, al inconsciente.
La teoría psicoanalítica y el existencialismo de Sartre fueron pilares del pensamiento intelectual de los sesenta.
Renart admiraba a Leonardo Da Vinci y fue su modelo de huomo universale igual que para Joseph Beuys cuyo interés por la biología y su derivación a la cultura está en la base de su estética.
Bio-Cosmos I de 1962, es una imagen lunar o terrestre donde la materialidad de la superficie revive el origen más lejano de la formación de un organismo, un mundo, un cosmos, pero este no se queda en la imagen plana valga la redundancia del plano, avanza hacia nosotros con una protuberancia cuyo tamaño duplica la del plano.

“En esos trabajos me impulsaba la idea de fusionar técnicas -entonces obraban por separado- como también ligar lo intuitivo con lo racional, lo que equivalía a acercar el arte a la ciencia”, escribió Renart en su libro Creatividad (1986) (2).
Renart experimentaba con materiales nuevos, la obra estaba compuesta de una estructura metálica, lienzo, yeso, pinturas, barnices y arenas. El Bio-Cosmos dejaba atrás el concepto clásico de representación, era una presentación, un cuerpo biológico que imponía su presencia al espectador avanzando en el espacio, ocupándolo. El Integralismo Bio-Cosmo Nº5 de 1967 que participó en la Bienal de San Pablo era una verdadera materialización cósmica, donde la resina poliéster sumada a la inclusión de luces en la propia obra es recordada para quienes pudieron verla como una verdadera maravilla. La obra se deshizo en el camino de regreso a Buenos Aires.
La suerte de Emilio no fue mucho mejor que el de sus obras, en su mayoría destruidas.
Sus obras no se vendían y en general su lenguaje era incomprendido por el gran público.
“… llegué a una situación tope en el ´68, me sentía muy mal y aprovechando una Beca del George Braque me fui a París donde estuve cinco meses. Evidentemente yo quería huir de mi país, de mis amigos, de mi familia, es decir quería huir de mí y ahí en Francia me hice una pregunta fundamental: ¿Qué me está pasando?: Me di cuenta que estaba envuelto en un individualismo tremendo, entonces ¿cómo solucionaba eso?. Dejar o atenuar ese individualismo significaba que tenía que descubrir a los demás; a partir de ese momento comencé a desarrollar mi componente social, hasta ese momento estaba con mi persona y peleando con los demás, ahí me di cuenta de que ese componente social no estaba desarrollado.” (3).  
Es entonces cuando comienza una nueva etapa. Abandona la tarea de producción artística para retomarla recién en 1976 y se dedica a la reflexión teórica a través de la educación fundamentalmente ejerciendo la docencia en la Prilidiano Pueyrredón y en su taller particular.
Años más tarde, el entonces director del Museo Eduardo Sívori, Hugo Monzón le pide que dicte un curso de creatividad para reactivar al museo que entonces funcionaba en el Centro Cultural San Martín.
Programado con una duración de un mes pasó a abarcar tres niveles con una duración aproximada de un año. Entre los años 1985 y 1988 pasaron por el mismo  más de 2000 personas, artistas y gente común, recordada hasta el día de hoy como una de las experiencia más interesantes que se realizaron a nivel grupal en una institución de este tipo. Los textos que entonces Renart preparó para desarrollar el curso lo llevó a publicar en agosto de 1987 el libro Creatividad editado por Anzilotti.

Para Joseph Beuys también la labor docente fue fundamental a partir de 1967 y es entonces cuando desarrolla el concepto de escultura social en la que estaba implícita la idea de valorar la libertad humana y las relaciones sociales por sobre los valores materiales. Para Beuys el pensamiento, el sentimiento y la voluntad son los materiales del arte.
Aunque sólo a manera de síntesis trataremos de exponer los fundamentos sobre el arte y la creatividad que nuestro maestro mendocino organizó sistemáticamente partiendo de un largo proceso de investigación y de una experiencia docente real.
Es en el concepto de arte donde nuevamente Beuys y Renart coinciden como antes señalamos el interés por los diferentes estadios de la vida, desde la orgánica hasta la humana entendida como continuidad de un todo.
“Creatividad para mí, es un estilo de vida que abarca todos mis actos, de los cuales el quehacer plástico es solo una parte” (4).
La creatividad se apoya en tres pilares: la capacidad de descubrir, de elaborar y optar.
La condición humana está sujeta al tiempo, que abarca desde el dominio conciente del presente, memoria del pasado y proyección al futuro.
La genealogía de la conciencia está en la materia, que a lo largo de millones de años termina su desarrollo en la corteza cerebral del hombre y por su origen material parte de las respuestas de la conciencia racional, son instintivas, sensitivas y glandulares.
La percepción del acto creativo genera placer y forma parte de la frágil base de sustentación de la necesidad de saber y entender como forma de autoprotección.
La respuesta creativa proporciona un equilibrio en el organismo porque es una descarga de impulsos que generan placer.
El problema, señala Renart, que ese equilibrio de energía tiende a anularse en las sociedades modernas, bajo el dominio de la cultura de masas que tiende a anular toda respuesta individual, por lo tanto inhibe toda respuesta, anula la posibilidad de ejercer un acto de libertad.
El acto creativo que distingue la actividad humana de las otras especies animales está en la capacidad de asociar información y de acuerdo a esta asociación optamos de manera positiva o negativa. Este proceso es lo que Renart entiende por creación en sentido estricto, de lo cual se deduce que esa capacidad de modificar la realidad y no ser repetidores de modelos genéticos es lo que nos hace libres y humanos.
Todos somos potencialmente creativos. El problema es que el término ha estado asociado a la dotación excepcional del artista, del genio.
Renart aclara el sentido que tiene para él la creatividad:
“La confusión que da lugar este vocablo, a mi entender estriba, en que siempre se la vinculó con los hechos trascendentes y no cotidianos -nuestra vida diaria-. Por eso considero que hay una creatividad trascendente, que es aquella que modificando al individuo modifica por derivación a la especie y otra cotidiana que modificando al individuo también modifica su entorno” ( 5).

Si el existencialismo se difundió como una filosofía de la angustia, dentro de un mundo que se derrumbaba ante el horror de la segunda gran guerra y el sujeto quedaba totalmente desvalido ante la falta de sentido ante una razón que demostró su impotencia, en la obra como en el pensamiento de Renart, el arte es un ejercicio de construcción cotidiana, comunitaria y el arte, lejos de los mercados, al que él nunca accedió, es el ejercicio de la más alta de la facultades humanas, la libertad.

 

(1) Oldenburg, Beng. Camino a la libertad. Sentido de la obra de Emilio Renart. Diario Clarín, Buenos Aires, sábado 9 de febrero de 1980.
(2)
 Amejeiras Hernán. Realizan una exposición para homenajear a Emilio Renart. Dibujos y esculturas en Ruth Benzacar. Revista La Maga. Buenos Aires, miércoles 25 de noviembre de 1992.
(3)
 Linares, Julio. Emilio Renart. Revista Todo Telmo . Nº10. 1987.
(4) Monzón, Hugo. Galería Arte Nuevo. Creatividad integral.1978. Entrevista de Monzón a Renart.
(5) Revista Arte en acción Los caminos de la creatividad S/A. Nº1 1988.

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