Ricardo Carpani un artista de lucha

Por RENÉE LAGOS


Es la finalidad del siguiente trabajo investigar  el perfil del artista y  vincular  sus realizaciones con su accionar, un muralista coherente con sus ideales políticos y la obra plasmada.
A lo largo de su vida Ricardo Carpani  despliega su monumental  lenguaje  pictórico profundamente comprometido con las luchas de la clase obrera argentina representada en los afiches producidos para la CGT  y los murales de un alto contenido social, donde las problemáticas de la clase trabajadora y la justicia social constituyen el nudo central de su iconografía  y la finalidad de sus convicciones.

Un andamio, una pared, pinturas y un buen boceto son los elementos excluyentes de todo muralista, pero son pocos los que además le agregan un condimento extra, un ideal tanto político como social, un compromiso que se articula como el elemento distintivo de su iconografía y el mecanismo necesario para la difusión de sus ideas.
La crítica acompaña la evolución del artista desde sus comienzos, indaga sobre su desarrollo y sobre su particular forma de comunicarse a través de una iconografía con fuerte raigambre en el tema de la identidad nacional,  que desarrolla junto a los miembros del grupo Espartaco, siguiendo los postulados del muralismo mexicano con artistas de la talla de David Alfaro Siqueiros, José Clemente Orozco, Diego Rivera, así como también el brasileño Cándido Portinari  y el ecuatoriano Oswaldo Guayasamín.

En medio de la vegetación exuberante del delta conforma el ámbito donde nace y se desarrolla Ricardo Carpani (1930-1997) que transcurre de esta manera en contacto con la naturaleza y su interioridad.
Desarrolla estudios de arte en París y luego regresa a Buenos Aires para completarlos en el taller del maestro Emilio Petorutti.
En 1957 expone por primera vez junto a Mario Mollari y Juan Manuel Sánchez, mas tarde se le unirán Elena Diz, Pascual Di Bianco, Esperilio Bute, Raúl Torrez, Carlos Séssano y Franco Ventura con quienes conformaran en 1959 el grupo Espartaco, la exposición del grupo de jóvenes realizadores se acompañaba con la fundamentación  ideológica  expresada en un manifiesto a través del cual ellos planteaban la síntesis entre la vanguardia formal y los contenidos populares latinoamericanos, dueños de una iconografía testimonial en la que se veían reflejados los trabajadores, y todos aquellos excluidos de  la escena política-gremial, todos estos personajes comunes ingresan de la mano del arte a la escena pictórica con sus gestos airados, puños cerrados, mirada amenazante, en clara representación de las desigualdades sociales.
Carpani y Di Bianco abandonan el grupo en 1961, para abordar sus propias ideas ya expresadas en el manifiesto de Espartaco, y en un libro que se tituló “Arte y Revolución en América Latina” (editado por la editorial Coyoacán) donde se publicaban las ideas de la izquierda nacional.
Es en este momento cuando Carpani realiza distintos murales, uno de los que aún se conservan fue pintado en el sindicato de obreros de la alimentación, titulado “Trabajo, Solidaridad y Lucha”.  Desarrolla gran  cantidad de obras que han sido clasificadas en dos edades, la de piedra en la que sus personajes adquieren una forma rocosa, sólida de gran contundencia y la de metal donde los hombres son vistos como articuladas maquinarias, revestidos por corazas que delinean su musculatura  dándoles apariencia metálica a través de su bruñida superficie.

Cuando se produce el golpe de estado de Onganía en 1966 y es derrocado el presidente radical Arturo Illia gran parte de la burocracia sindical apoya el golpe, dando inicio a una de las etapas más vergonzosas del sindicalismo argentino.
Ante ellos se levantó un grupo de dirigentes que llamaron a combatir a la dictadura programando un plan nacional y popular, dicho sector se encolumnó en la CGT de los Argentinos que lideraba Raimundo Ongaro. La expresión artística de ese sindicalismo combativo que alegaba honestidad era Ricardo Carpani, los documentos, volantes y afiches de la CGT de los Argentinos llevaban las ilustraciones de Carpani, cuyos diseños tenían hombres de rasgos duros y  expresivos que manifestaban toda la impotencia y deseos de restituir el orden  y la justicia perdida.
Desde la CGT el pintor consagró su iconografía proletaria, esta institución es sede y parte organizadora de la legendaria exposición “Tucumán Arde”, gestan junto a artistas rosarinos, de Santa Fe, y Buenos Aires la más importante de las experiencias de comunicación popular masiva, que cuenta con la difusión del periódico dirigido por Rodolfo Walsh. La muestra se realiza en la CGT de los Argentinos, por ser éste un organismo que se encontraba a la vanguardia de una lucha por los derechos avasallados de los trabajadores de los ingenios azucareros cerrados.
Es  en esta etapa que Carpani no sólo se construye como creador dotado de las técnicas y saberes, sino que pone su herramienta, su creatividad, al servicio de un ideal de lucha.
En el año 1972 su amigo y compañero de las épocas de Espartaco, Franco Venturi  es  detenido y confinado al buque cárcel Granaderos y enviado al penal de Rawson donde se había producido la masacre de Trelew,  soporta simulacros de fusilamiento y nuevamente vuelve a dibujar como forma de evadirse de esa realidad. La amnistía del 25 de Mayo de 1973 lo deja en libertad pero en febrero de 1976, en la ciudad de Mar del Plata es secuestrado por las fuerzas de seguridad, y se convierte en el primer artista plástico desaparecido.

Su segunda etapa es la del exilio, llega a Suecia en 1974, después de haber expuesto en Cuba y en la Chile socialista de Salvador Allende, pero ya no puede retornar a la Argentina,  la cual se había vuelto muy peligrosa por el accionar de la nueva banda paramilitar de ultraderecha denominada la triple A, que perseguía y asesinaba intelectuales y militantes populares.
Diez años transcurre en España junto a su esposa Doris Halpin, ella relata lo duro que fue para Carpani el exilio, como para la mayoría de los exiliados y particularmente para aquellos que habían hecho de la militancia una forma de vida.
Es en esta etapa que el artista recurre a su yo interior para pintar, a sus imágenes de infancia y adolescencia, aunque el eje principal de sus imágenes siga siendo el hombre, realiza numerosas obras en relación al tango, arrabales y milongas, su obra se ve teñida de profunda nostalgia, pero su realización no pierde la fuerza expresiva que la caracterizó desde sus comienzos.

¿Qué hace un artista de lucha cuando la lucha se acaba?

            Con el retorno de la democracia, vuelve  al país en 1984, y  en esta instancia se abre un período de interrogantes, Carpani se enfrenta a una realidad  que no esperaba, las luchas por las que se había debatido ya no existían, esas viejas luchas mutaron en otras,  de otros agentes.
La plaza de Mayo, escenario de tantas luchas sindicales, se hallaba circundada cada jueves por el revolotear cansino de pañuelos blancos en una vana búsqueda de siluetas y sonajeros.
En esta tercera etapa su iconografía toma los personajes del exilio y los coloca en una enorme selva tropical rodeados de fieras salvajes, sumergidos, mimetizados, devorados y regurgitados, realiza una enorme obra titulada “Quienes somos, de dónde venimos y a donde vamos” parafraseando la obra de Gauguin de 1897,  con la misma estructura compositiva;  en ella representa al porteño habitando la selva y acompañado por esas fieras con las que le toca convivir, fieras que metaforizan a los nuevos habitantes de la ciudad, verdaderas fieras que aún hoy siguen sueltas y con las que  aún nos vemos obligados a convivir.
La obra de Ricardo Carpani no ha perdido vigencia, se puede afirmar que no necesariamente los temas iconográficos abordados por el artista de desigualdad social, y  lucha de clases son salvando las distancias temporales, los mismos que hoy enarbolan distintos sectores sociales, sus agentes podrían ser los mismos que salieron a la calle en la crisis del 2001, masas en movimiento y descontento social, puños apretados en señal de reclamo, solo faltaría  el aditivo de las cacerolas para ser un posible modelo digno de ser representado en un enorme mural social, a la manera de Carpani, y demuestra que su particular iconografía se halla más vigente que nunca.

Han caído los paradigmas que sostenían el ideario revolucionario, las ideologías están en crisis. Para Ricardo Carpani artista de lucha para  quien su trabajo ha estado alineado  y sostenido por su  militancia se presenta la pregunta ¿Qué hace un artista de lucha cuando la lucha se acaba?, la respuesta  es que  sus luchas transmutarán en otras  con idénticas dinámicas,  ya que a partir de la línea de tiempo los hechos de nuestro país parecen repetirse inexorablemente. La lucha de Ricardo Carpani aún hoy no termina.

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