Informe Sobre Santoro

Un libro esperado en el tiempo

Por Pedro Gaeta

 

En abril del presente año “Libros de Tierra Firme” publicó esta obra, largamente esperada sobre Roberto Santoro.
La aproximación bio-bibliográfica sobre el poeta estuvo a cargo de Rafael Vásquez, compañero y amigo de Santoro, quien con su prólogo nos introduce en el “Informe…” Coincidimos con Vásquez cuando señala que la selección de poemas publicados entre 1962 y 1975 es “la posibilidad de reencuentro de los lectores de poesía con la obra de Santoro; para los más jóvenes la posibilidad de conocer a uno de los poetas importantes de la generación del ’60.” También creemos que los apéndices que anteceden a la selección poética son un recurso significativo muy bien utilizado, para descubrir a través de fragmentos diversos, momentos y personajes importantes que tuvieron que ver con la cultura en las décadas del ’60 y del ’70.

Roberto Santoro- poeta, ensayista, periodista, editor-, gran amigo, nació en Buenos Aires el 17 de abril de 1939. Yo lo conocí a principios de los ´60. Lo conocí en la puerta del cine “Dilecto”, donde funcionaba por aquel entonces el Cine Club Núcleo. En el hall, en la vereda, un muchacho que contagiaba entusiamo voceaba una revista, a la manera de los canillitas: “La Cosa. Salió La Cosa… Yo la escribo. Yo la edito. Yo la vendo…”
Desde aquel primer encuentro empezamos a vernos muy seguido. Roberto vivía en Chacarita y teníamos amigos comunes en la barra. Casi todas las noche nos encontrábamos en el café de Lacroze y Forest y nos quedábamos charlando hasta la madrugada: literatura, pintura, fútbol, política…
Unidos por una amistad cada vez más fuerte y por una decidida militancia, como decíamos “en el arte y en la vida”, comenzamos a concretar proyectos. Así fue como a fines de los ´60, principios de los ´70, armamos Gente de Buenos Aires, un grupo que integraron también el poeta Luis Luchi y el músico Eduardo Rovira.
Con Gente de Buenos Aires editamos libros, carpetas y discos, organizamos conferencias, lecturas de poemas, presentaciones de libros, audiovisuales, muestras de dibujo y pintura. Nuestro objetivo era integrar las artes entre sí, involucrando además al público en el hecho artístico. Queríamos demostrar que el artista no es un privilegiado sino un trabajador más. Otra de las consignas fue hacer arte y producir eventos artísticos en los barrios y desde los barrios. Si bien éramos habitués de la calle Corrientes, extendimos el radio de acción y dejamos nuestra rúbrica en La Boca, Agronomía, Villa Crespo, Saavedra y muchos otros rincones de Buenos Aires, y hasta llegamos a visitar algunos pueblos y ciudades del interior, en aventuras que todavía algunos amigos del interior recuerdan.
Si tuviera que definir a Roberto con una sola palabra, diría que era un hacedor, un trabajador incansable. Porque además de todas estas actividades culturales propias y de su participación en actividades organizadas por otros grupos, además de ese oficio de escribir que jamás abandonó, estaban las actividades gremiales (había reunido a un grupo de escritores para armar una lista alternativa en la SADE). Y también estaban, por supuesto, las labores cotidianas, ésas que nos “dan de comer”: atendía un puesto en el mercado, se las rebuscaba pintando casas, era preceptor en una escuela nocturna…
Los que tuvimos la suerte de ser sus amigos, los que lo quisimos y compartimos con él horas de trabajo apasionado y militancia, nos negamos a olvidar. Nos negamos a olvidar por principio y, también por eso, todos y cada uno de los aspectos de la vida de Santoro. Ésa es la mejor manera de honrar aquella amistad y también la mejor manera de honrar la moral y los ideales que habían forjado esa amistad.
Muchos de los amigos de Roberto, desgarrados por su ausencia, le dedicamos -en estos años que pasaron- algo de nuestra obra. Mi aporte personal a esa memoria fue una serie de óleos titulada Retrato del poeta ausente, donde Roberto es el tema central, es el motivo.
En 1996, con algunos amigos, decidimos homenajear a la vez al poeta Santoro y a las ediciones Gente de Buenos Aires. Lo hicimos a través de la carpeta A Roberto Santoro, en la que participaron poetas que habían colaborado con él en la revista “Barrilete” y otros que había editado nuestro propio grupo.
Ese mismo año, gracias a la voluntad de los familiares, amigos y vecinos, con cientos de firmas recolectadas, el Concejo Deliberante aprobó la ordenanza por la que la plazoleta de Teodoro García y Forest pasó a llamarse “Poeta Roberto Santoro” (Roberto había nacido y vivido a pocas cuadras de allí hasta el día de su secuestro y desaparición, el 1º de junio de 1977).
En junio del ´99 descubrimos en esa plazoleta una placa recordatoria, para que la gente nueva del barrio de Chacarita y los que pasen por ahí, sepan por qué esa esquina de Buenos Aires se llama “Poeta Roberto Santoro”.
En el año 2000, un centro barrial de Villa Ortúzar se convirtió en “Centro Cultural Roberto Santoro”. Lo inauguramos como correspondía, a la manera de Santoro, con poemas, con música y pintura. También ese año se dió el nombre del poeta a una biblioteca popular de Quilmes.
Ahora, este Informe sobre Santoro, preparado por Rafael Vásquez y editado por José Luis Mangieri entra por ese camino difícil – elogiable, honroso y difícil- que es el de hacer memoria. Y trae otra vez al presente la vida y la obra de nuestro amigo para que no lo olvidemos los de nuestra generación, para que lo descubran los más jóvenes.
Son tiempos difíciles, qué duda nos cabe. Los que hicieron desaparecer a Santoro- junto a cientos de escritores y artistas, junto a miles de jóvenes argentinos-, fueron tejiendo una implacable red de olvido e impunidad. Ellos sobornaron, compraron conciencias, para que muchos de los denominados “representantes del pueblo” les aprobaran, durante el gobierno de Alfonsín, las leyes de “Punto Final” y “Obediencia Debida”, o para que después, en tiempos de Menem- este mismo Menem que ahora amenaza con volver- consintieran el Indulto, es decir, consintieran la impunidad para los asesinos de Roberto Santoro.
Son tiempos difíciles, que duda nos cabe. Al vaciamiento y empobrecimiento económico de la Argentina le siguió su vaciamiento y empobrecimiento cultural.
Hoy más que nunca necesitamos a los Santoro para resistir, los necesitamos para reafirmar, sin dudas y sin fisuras, que el arte verdadero está siempre unido a la vida, a nuestra vida y a la de todos, a la rantifusa y maravillosa vida de todos los días.
Son tiempos difíciles…aunque, pensándolo bien, todos los tiempos son dificiles (de Dickens para adelante y también para atrás). Santoro lo sabía y ése era justamente su estímulo, su motivación.
Hace treinta o cuarenta años, no había Internet ni contestadores automáticos.
Recuerdo que Roberto se llegaba hasta mi taller y, si no me encontraba, pasaba por debajo de la puerta una nota, en un papelito, que siempre terminaba con la frase “En el Día del Quilombo Universal”.
Aquéllos eran también tiempos difíciles. Como hoy. Siempre es el “Día del Quilombo Universal”. Pero Santoro no se estaba quieto. Ésa era su mejor enseñanza, su mejor ejemplo.
Por eso este Informe editado con formato de libro – digo para terminar- honra la amistad de Santoro. Merece la amistad de Santoro.
Hay cosas que cambiaron, en el país y en el mundo. Otras, siguen igual que cuando Roberto las señalaba, las denunciaba. El Informe sobre Santoro, en ese sentido, es de actualidad, de estricta actualidad.
Rafael Vásquez lo ha escrito ahora, lo está escribiendo ahora. Santoro también lo acaba de escribir, lo acaba de pasar por debajo de mi puerta. Porque hoy, como siempre, es el Día del Quilombo Universal.

Pedradas con mi patria (1964)
IV

Mi patria está viva cuando escribo
se sale por el lápiz
invade mi camisa
muchacha
inventemos el amor con lo que queda
es necesario buscar
no perder tiempo

mi patria tiene forma de poema
hay que llevarla crucificada al hueso
ayudarla a salir
amarla y desamarla

entonces algo pasa
se cortó el hilo de repente
mi patria es joven como yo
tiene sus dudas

Roberto Santoro

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