Salvador Dalí

Un enfoque diferente para tratar de entender a un genio del siglo XX

Por ROBERTO GONZALEZ OLIVEIRA*


Una de las tareas más difíciles que debimos encarar los historiadores del arte en este fin de siglo, fue la categorización de la obra de Salvador Dalí. Por eso la propuesta para los lectores de “Generación Abierta” es que juntos tratemos de enfocar desde otro ángulo, mirar el cuadro, observando primero el bastidor para descubrir la trama de la tela y las verdaderas intenciones del autor.
Creo que una de las primeras herramientas que podemos utilizar, es analizar la relación de Dalí con la cultura de masas. O, lo que es lo mismo, la relación de la cultura tradicional -la gran pintura- con el impacto y la consolidación de una nueva cultura: el cine, la fotografía, la prensa, la TV, Internet, el consumismo cultural, las megas muestras, el mercado del arte y los mecenazgos ( sponsor) etc.
Dalí fue uno de los primeros artistas en utilizar -directa o indirectamente- los nuevos medios que nacen con la sociedad industrial. Y por eso él mismo es un producto de la cultura de masas. Dalí es consciente de los mecanismos de seducción que debe utilizar con esta nueva cultura y por eso decide abandonar la imagen clásica del artista, se construye a sí mismo y debe pagar el precio de terminar con la imagen clásica del pintor encerrado en su estudio, reinterpretando una y otra vez el mito de la pintura.
Por eso Dalí, es un fenómeno de masas en sí mismo. Él se expresa como un nuevo modelo de artista o intelectual, para el que pintar, o sólo pintar, es insuficiente. Al artista en el anonimato de la gran ciudad se le obliga a transformarse en actor. Ser actor significa construir y proyectar una imagen pública. Representa instrumentalizar los medios de comunicación. Implica adoptar el escándalo y la provocación como estrategias de difusión en la medida en que la prensa deviene una caja de resonancia que amplía y difunde su imagen… Y todo esto es Dalí, una nueva noción de artista que será frecuente a partir de entonces.
De ahí que hasta hace poco se le haya considerado un mero producto comercial, en definitiva desprestigiado. Ahora tal vez podamos reconsiderar a Dalí, a la luz de la cultura de masas, como la búsqueda de un lenguaje.
Sin embargo hay mucho más. En Dalí existe algo que atrae irresistiblemente a las masas, que no se explica exclusivamente por la recuperación de un lenguaje figurativo sorpresivo y espectacular. ¿En qué consiste este otro universo? Dalí siempre apuntaba que sus obras poseían tesoros ocultos e intuía que las masas, cada vez más, se sentirían atraídas por ellos, tesoros, decía Dalí, no necesariamente artísticos. Y en efecto, el público intuye algo escondido o velado en la obra del artista, algo que no se sabe exactamente qué es, pero también, como en este caso de la muestra del Borges, nos obligará a presenciar y aceptar una muestra sobre el primer pintor que logró que nadie sea capaz de analizar su obra utilizando argumentos del puritanismo estético.
Creo que Dalí observó este contenido latente en obras que habían adquirido una gran popularidad, como el caso del Ángelus de Millet. Precisamente lo que explica su celebridad a pesar de su aparente banalidad es ese contenido latente, que aunque velado, es percibido de alguna manera por el espectador.
Esa realidad oculta es lo que explica la celebridad de aquella pintura, pero éste es también el significado profundo del cine y la cultura de masas: una especie de espíritu invisible, inquietante, oscuro, pervertido, algo que ha sido reprimido y degradado que se sitúa en el mismo núcleo de la cultura de consumo… Y así también la propia obra de Dalí, porque Dalí trabaja sobre y con este material y por eso nos permite aventurar la hipótesis de que lo que nos atrae irresistiblemente a las imágenes de sus cuadros es este mundo subterráneo, un mundo explotado por la cultura de masas. Se ha observado con razón que existe un carácter kistch en los trabajos en que Dalí se proyecta en la cultura de masas: diseño de objetos, publicidad, prensa, etc. Efectivamente, pero esta transformación o perversión a la que el artista somete el objeto, el periódico, el anuncio, etc., es extensible a su propia obra como pintor. Su obra en conjunto posee una dimensión decadente, de mal gusto. Éste es un rasgo significativo, porque en este punto en concreto es donde asoma esa vida secreta y oculta de las imágenes. Ésa es la perversidad de Dalí, hacer aflorar ese mundo oculto del arte como un gigantesco producto comercial.

 

* Roberto González Oliveira: Profesor de Historia del Arte, Director de la Galería de Arte Bárbaro, Director del “Periódico Artebar”.

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