CONFLICTOS EN LA ESCUELA

Conversando con Aleida Márquez Rodríguez 1 (Desde Cuba)

Por ALICIA NEIRA


AMR- Leyendo en la Revista Generación Abierta, digitalizada, las conversaciones de mis colegas sobre “Los conflictos en la escuela” me di cuenta que no importa que estemos distantes geográficamente, pues tratándose de conflictos, como de muchos otros fenómenos sociales, las semejanzas son muchas más que las diferencias. Entonces nos animamos, también a realizar reflexiones, desde la Universidad Pedagógica “Frank País” de Santiago de Cuba.

GA- Para nosotros también es nuevo este intento de conversación virtual y te agradezco que hayas aceptado la invitación. ¿Qué has estado pensando sobre esta temática?
AMR- Los conflictos son una manifestación de motivaciones encontradas y en las múltiples interrelaciones que se dan en la escuela no debe asombrarnos que aparezcan a menudo esas controversias.
La motivación es una formación psicológica que nos mueve o impulsa, desde un estado de necesidad, hacia la satisfacción de la meta o el objetivo de nuestra acción. Si satisfacemos la necesidad, la motivación desaparece, estamos tranquilos y complacidos. El problema empieza si no llegamos a las metas propuestas, si en el camino de la necesidad a la satisfacción algún obstáculo se interpone.

GA- En la complejidad de las interrelaciones educativas y en el ámbito escolar ¿qué has podido observar?
AMR- Sucede que son variadas las dimensiones en que se proyectan las motivaciones a través de las interrelaciones en el medio escolar: están las relaciones de los maestros con los alumnos y viceversa, la de los alumnos entre si, pero a partir de éstas, que a nuestro juicio son el centro de procesos capitales, también se generan las relaciones con la familia, las relaciones entre los maestros y con sus directivos, con las auxiliares pedagógicas y otras más.
La función principal del maestro es educar y por ello será muy provechoso que esté adecuadamente preparado para enfrentar las situaciones conflictivas cualesquiera que éstas sean. Pero centrando nuestra atención, fundamentalmente en las dimensiones en las que la ocurrencia de conflictos es mucho más frecuente: maestro -alumnos- maestro y escuela- familia. Encontramos que los conflictos, necesitan de una visión orientadora con el objetivo de hacer cada vez más fluido el ambiente escolar y como consecuencia más eficiente el aprendizaje y la educación de nuestros niños.

GA- ¿Qué temáticas son más frecuentes en los conflictos que surgen en las escuelas de la ciudad de Santiago de Cuba?
AMR- Son diversos los factores que pueden incidir, aislados o combinados, cuando el comportamiento de un escolar no es satisfactorio en el aula. Desde problemas en las relaciones familiares, incorrecta formación de hábitos de convivencia, deficiente socialización, trastornos ocasionados por inmadurez psíquica o biológica y otros, que se reflejan con manifestaciones de desobediencia, agresividad, indiferencia, falta de concentración, aprendizaje accidentado, lento o casi nulo.

GA- ¿Qué estrategias suelen implementar para intentar comprender y resolver estos conflictos?
AMR- El maestro en estos casos debe ir en busca de las causas, a través de indagaciones con la familia para conocer antecedentes y situaciones relacionadas con los conflictos, realizar observaciones sistemáticas y dirigidas, intercambio con otros colegas para incorporar otros puntos de vista y enriquecer la información sobre los hechos, todo lo cual facilitará poder determinar con la mayor objetividad posible un diagnóstico pedagógico que oriente próximas acciones.

GA- Seguramente se indaga también sobre los significados, no sólo las causas.
AMR- Pero todo esto debe acontecer con el despliegue de una comunicación asertiva, es decir, afectuosa, respetuosa, franca y positiva, reconociendo o señalando no sólo los aspectos negativos del niño, sino mostrando comprensión y respaldada con la ética y el tacto pedagógico que no deben abandonar a un maestro que ame su profesión.

GA- ¿Podrías aportarnos algún ejemplo?
AMR- En mis reflexiones recordaba un incidente que presencié hace unos años, en un recorrido, en una de las escuelas de la Provincia: Una inexperta maestra indignada aseguraba que el niño que había tirado la piedra y roto un cristal de la ventana del aula tenía ‘malos instintos’, que era ‘agresivo’ y ‘mal educado’.

– Le pregunté : ¿Cómo explicas esa conducta?, ¿Lo has averiguado?
– Me explicó que había hablado muchas veces con él, en ocasiones lo aconsejaba, en otras le había llamado fuertemente la atención y hasta lo había castigado.
-Le plantee que era necesario profundizar en el conocimiento del niño. Del hecho acontecido con el cristal de la ventana se podían elaborar muchos supuestos motivos hipotéticos, por ejemplo:

1. El niño odia la escuela y quiere destruirla. ¿Qué le habrá hecho odiar el colegio?
2. El niño quiere herir al maestro o a un alumno ¿Qué pasó antes?
3. El niño contesta con la pedrada contra una agresión que ha sufrido antes.
4. El niño “expresa” con piedras, la mala opinión que los padres han manifestado contra la escuela.
5. El niño quiere una mejor posición, más prestigio en su grupo. Espera que con la pedrada alcanzará alguna fama.
6. El niño quiere mostrar su habilidad como futuro lanzador de juego de pelota. No hay pelota en el colegio.
7. No aprende. Es un “mal alumno”. Quiere destruir el lugar de su “derrota”:
8. Quiere provocar al maestro. Un maestro controlado lo irrita. Otros adultos que él conoce, explotan a cada rato.

A partir de estos u otros supuestos debes chequear las hipótesis escogidas y verificarlas con una indagación adecuada – le dije-. Así podrás tener un cuadro más completo y podrás diseñar y poner en práctica la estrategia necesaria, que en muchas ocasiones involucra también a la familia, para que mejore su conducta y hasta es posible que logres que deje de ser conflictivo.

GA- Estas interpreta-ciones respecto el comportamiento de los niños, no surgen sólo en maestras sin experiencia sino también en otros docentes con trayec-toria, me parece que es fruto de creencias, marcos teóricos e incluso ideologías diferentes, por ello es difícil de modificar.
Comparto contigo la importancia que le otorgas a la indagación y la observación porque al ahondar la comprensión ya estamos incidiendo en la modificación y el cambio.
AMR- Los niños tienen muchas necesidades que no siempre son capaces de identificar en qué consisten, asimismo sus conductas son muy variables, cambian de una situación a otra y de una persona a otra. Es como un actor que aprende diferentes papeles. Sería más cómodo que el niño fuera siempre el mismo en su conducta, pero entonces sería tan aburrido como ciertos adultos empobrecidos. Puede ser que el o la maestra/o tenga la necesidad de que ellos sean tranquilos, obedientes, atentos, que colaboren y aprendan y sobre todo que no molesten. Pero esperamos que nunca sean tan egocéntricas/os para desear la satisfacción de sus necesidades para su comodidad, olvidando las necesidades de los niños. Unos y otros tienen que aprender cómo satisfacer esas necesidades dentro del marco escolar. Si no se atiende lo que los niños necesitan, tendrán los docentes delante de sí una clase frustrada y pronto ellos mismos serán también unos maestros frustrados.

GA- Bueno… sabes que suelo decir que un sujeto enseña sólo en la medida en que el otro sujeto aprende. Cuando mencionamos estos vínculos de enseñanza y aprendizaje, nos estamos refiriendo a esa intersubjetividad que es fundamentalmente diálogo, explícito o implícito entre sujetos. En nuestro caso entre el sujeto que aprende y el sujeto que enseña. De manera que podemos afirmar que: Si ‘un sujeto’ no aprende ‘el otro sujeto’ no enseña, porque ambos son ‘sujetos de la educación’.
Y si en esta situación el ‘sujeto enseñante’, de todos modos, piensa que él enseña y ‘el otro’ no aprende, esta afirmación la hace teniendo en cuenta al ‘otro-quien debería aprender-‘, solamente ‘un objeto’ diferente de sí mismo y no ‘un sujeto de aprendizaje’. Por esto consideramos que el vínculo educativo lejos de ser inocuo, si no genera aprendizaje daña la capacidad de aprender y la de enseñar .

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