Oscar Alemán y el sueño argentino. (1909-1980)

Por RICARDO REYES

Mis recuerdos de adolescente sobre Oscar Alemán, se remiten a algunas apariciones por televisión, imágenes en blanco y negro que acentúan con sus contrastes, el juego controversial de la nostalgia. En ese momento, Oscar Alemán se me aparecía al menos como pintoresco. Por su figura pequeña, su estructura fibrosa y cierta dosis de histrionismo, (no puedo olvidar las cabriolas que pergeñaba con la guitarra en la espalda, punteando melodías) se atrevía a realizar alguna humorada entre lo más serio que podía ofrecer, su música. Era un prestidigitador, un velocista y un efectista, pero también cantaba y era en esencia un comediante.
Pero Oscar Alemán representó de alguna manera el sueño argentino. De una humilde familia en una empobrecida provincia a las luces y el brillo de la ciudad más grande del espectáculo en el mundo, París. Y para él, fue como para Hemingway, una fiesta. Llegado de la mano de la “Venus de Ebano”, Josephine Baker (la gran estrella del music hall como el guitarrista de jazz con más swing que ningún otro parisino) en poco tiempo dejó de ser uno más en su orquesta para convertirse en un referente de la misma. De buena sonoridad y digitación y con un gran carisma, llegó a competir con el gran Dyango Reinhardt (quizás la guitarra de Jazz más importante de Europa a quien admiró y respetó y con quien tocó en muchas oportunidades en el Hot Club de París). Inclusive se cuenta la historia que Duke Ellington lo quiso para su banda pero se topó con la negativa de Josephine Baker. Fue tal su importancia en el panorama de la guitarra de Jazz que Leonard Feather importante crítico musical de la época lo caracterizó Pero como en toda historia, no todas pueden ser flores para el genial chaqueño. Se topó con los vientos de la intolerancia nazi (no olvidar la Francia ocupada de la Segunda Guerra Mundial) y en un episodio en que conoció la violencia física le destruyeron su amada guitarra de metal y decidió regresar a su Buenos Aires que lo estaba esperando como uno de sus hijos pródigos, tal como lo merecía, por otra parte.
Había nacido el 20 de febrero de 1909 en Machagai, Provincia de Chaco. Su padre y sus hermanos mayores conformaban un conjunto folklórico al que se le agregó Oscar con seis años, luciendo como bailarín de malambo a pesar de sus escasos años. Huérfano a los diez años, comienza una vida errante y de autodeterminación. Se lo recuerda como lustrabotas en las diagonales de Sáenz Peña. Alguien le regala un cavaquinho (pequeño instrumento de 4 cuerdas) con lo que de alguna manera comienza su romance con la guitarra.
En 1924 conforma en Santos (Brasil) el dúo Los Lobos y graba para RCA como Trío Víctor en lo que parece ser su primera intervención discográfica.
Ya en los treinta, sucede el mencionado encuentro con Baker y su consecuente viaje a París. Comparte experiencias con músicos estadounidenses de paso en Francia y se da su acercamiento referido con Dyango Reinhardt.
Posteriormente, ya de vuelta en nuestro país conforma varios grupos, particularmente el quinteto con Hernán Oliva como violinista y una banda de nueve músicos.
Así van pasando los años, entre conciertos y actuaciones televisivas complementándolo con el ejercicio de la docencia.
Falleció en Buenos Aires en 1980.

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