Miradas sobre Alejandra Pizarnik

Entrevista de PABLO MONTANARO
(Especial desde Neuquén)

Alejandra Pizarnik concibió a la poesía como un acto absoluto y de carácter trascendental. Su conflictiva y breve existencia (tenía 36 años cuando murió en 1972) se deslizó como “un barco sobre un río de piedras”, tomando uno de sus más estremecedores versos. “Generación Abierta” entrevistó a Cristina Piña y Suzanne Chávez Silverman, destacadas especialistas que desde hace tiempo se dedican a analizar la obra de la autora de “Arbol de Diana”, considerada una de las voces esenciales de la poesía hispanoamericana del siglo XX.

“Poesía que deja huellas profundas en el lector

Después de abordar la obra de Alejandra Pizarnik en rigurosos y esclarecedores artículos y ensayos, la crítica literaria y traductora Cristina Piña se propuso escribir la biografía de la autora de “Arbol de Diana”. “Alejandra Pizarnik”, publicado en 1991, se ha convertido -hasta el momento- en el único libro que recorre el sorprendente universo de la vida y obra de esta poeta. “Tuve que armar un calidoscopio, con la conciencia de que la imagen que diera de ella no era la única ni la ‘verdadera’, pero tenía que ser la más coherente y fiel a la totalidad de los testimonios y mi propia experiencia de lectura”, aclara Piña.

G.A:- La obsesión de hacer del cuerpo el poema, ¿le confiere cierta autenticidad?
C.P: Sin duda hay una autenticidad en el jugarse al poema que es específico de Pizarnik y que le confiere un peso muy especial y muy conmovedor a su poesía. Cada poeta es una aventura vital y, cuando es arrolladora y arrebatadora como la de Alejandra, deja huellas muy profundas en el lector.

G.A:- ¿Se puede hablar de una “marca Pizarnik” en la poesía argentina?

C.P: Sí. Es casi imposible leer a los poetas posteriores a ella sin tener en cuenta su escritura, que tiene una presencia más notoria en algunos poetas que en otros, pero que sin duda ha marcado hasta ahora por lo menos a dos o tres generaciones de poetas.

G.A:- ¿Se pueden observar diferentes etapas en la obra de Pizarnik?

C.P: Podría hablar de tres momentos. El primero que va del comienzo hasta “Los trabajos y las noches”, en el que los poemas se van haciendo cada vez más breves y condensados, en el que hay una auténtica pulsión centrífuga en su poesía que aspira a decir en unas pocas palabras lo máximo posible. Después, de “Extracción de la piedra de locura” a “El infierno musical” hay un segundo momento, que es como un movimiento centrípeto y contrario, en el que pasamos del poema extremadamente condensado a poemas extensos, que cubren toda la página y que van aflojando esa condensación extrema para decir lo máximo posible, pero no en el menor espacio. Creo que la obra de Alejandra comprende esas tres dimensiones que son como contradictorias entre sí, lo cual le da una gran riqueza y variedad.

G.A:- ¿Por qué seduce tanto a los jóvenes?

C.P: Creo que porque se plantea aspectos que a ellos les competen y les preocupan fundamentalmente: la identidad, la apuesta vital a la tarea que más apasiona, la importancia del compromiso individual con la vida, las dudas existenciales, la soledad, la incomprensión por parte de los demás, el amor, la experiencia de ser y no ser simultáneamente la misma persona, las dudas respecto de la propia personalidad. En otro sentido, hay una seriedad en su búsqueda, un apostar el todo por el todo que también los atrae porque tiene que ver con su propia experiencia del mundo y con su propia experiencia del compromiso con la realidad. Por último, señalaría la atmósfera onírica de su poesía y la presencia de una belleza que nada tiene que ver con lo convencional sino con paisajes de sueño y muy interiores.

G.A:- El gran desafío como lectores es abordarla sin tener en cuenta esa muerte que ella va construyendo tanto en su vida como en su obra.

C.P: Si no la separamos de su muerte, podemos caer en la trampa de olvidar su gran sabiduría literaria y el trabajo constante sobre el lenguaje que la hace experimentar y probar y lograr sacarle auténticamente chispas al castellano, que después de ella nunca más es el mismo.

Silencio y cuerpo

En 1985, Suzanne Chávez Silverman había decidido terminar el doctorado en la Universidad de California, y aún no tenía definido el tema a presentar. Aunque le atraía la obra de Julio Cortázar la había desechado por ser un tema muy tratado. A través de una compañera de estudios, descubrió la poesía de Alejandra Pizarnik y de inmediato se sintió “profundamente interpelada por esa alma gemela”. Entonces se planteó un desafío: “si todavía sentía lo mismo en seis meses, ese iba a ser el tema de mi disertación”.
La intensidad de la poesía de Alejandra Pizarnik se expandió más de seis meses en la vida de Chávez Silverman, actualmente Catedrática en Español y Estudios Latinoamericanos de Pomona Collage, en California, Estados Unidos.
Además de su tesis de doctorado, Suzanne Chávez Silverman ha escrito numerosos ensayos sobre la obra de Alejandra Pizarnik. Acaba de terminar un ensayo sobre género y sexualidad en la autora de “Arbol de Diana” para una colección de estudios críticos dedicados a su obra publicada por una estudiosa escocesa.
En la actualidad trabaja en la corrección de “Adiós, Alejandra: Leyendo a Pizarnik y (sus) otras”, en el que Chávez Silverman analiza la obra de Pizarnik junto con cinco poetas argentinas actuales cuya obra considera vinculada a la de la autora de “Extracción de la piedra de locura” como ser Paulina Vinderman, Mónica Tracey, Susana Villalba, Laura Klein y Andrea Gutiérrez. “Algunas de ellas quisieran, me parece, no verse ‘vinculada’ con Pizarnik, pero es mi libro, y mi punto de vista”, aclara Silverman.

G.A:- ¿Cuáles son los ejes principales de la obra poética de Pizarnik?
S.CH.S: Me imagino que se podría ver cualquier cantidad de “ejes” en su obra, y que determinarlos tiene mucho que ver con la orientación teórica y personal de cada lector. Yo soy especialista en los estudios del género y la sexualidad, así que son aspectos relacionados con estos rubros que se destacan en mis análisis. Me interesa especialmente, por ejemplo, la representación de la subjetividad en su poesía, imágenes de voz, silencio, cuerpo, las imágenes idiosincráticamente de Pizarnik -concretas y más abstractas- con las cuales ella configura esa inconfundible figura. También me ha interesado mucho rescatarla (suena algo mesiánico) o digamos sacarla un poco de lo que yo veía como una especie de callejón sin salida donde la había colocado mucha de la crítica, particularmente en los años 70 y 80 (tanto en la Argentina como en otras partes). Me refiero a esa lectura biográfica, tal y como se lee a muchas poetas mujeres (leyendo su obra como su vida), especialmente si tienen algo que se pueda considerar de interés un tanto morboso, digamos: el suicidio, la “locura”, el lesbianismo.
En términos generales, considero que en Pizarnik existe lo que llamo el discurso autorizado (la poesía lírica que ella publicó en vida, más algunos ensayos, etcétera) y el discurso “minotauro”, que correspondería a gran parte de su (considerable) obra inédita, que incluye poesía, correspondencia, diarios, publicada en años recientes, y quizás, aunque el texto fue publicado durante su vida, “La condesa sangrienta.”

G.A:- ¿Qué nivel de difusión tiene la obra de Pizarnik en el exterior?

S.CH.S: Tiene muchísima difusión y aceptación. Yo diría que en los últimos veinte años, que va de cuando yo la “descubrí” de estudiante doctoral hasta hoy día, Pizarnik, o la imagen que se tiene de ella, se ha visto transformada en figura de culto o figura legendaria, biográfica (especialmente en el extranjero; yo sé que algunos la leían “seriamente” en la Argentina) a una poeta absolutamente consagrada, canónica. Un solo ejemplo: el hispanista británico Edwin Williamson, en su reciente “Historia de la literatura latinoamericana”, la llama algo así como la poeta mujer más conocida, o de más renombre, de la segunda mitad del siglo XX en toda Latinoamérica.

G.A:- ¿Cuáles le parecen que son los elementos de su obra que la hace tan seductora para los jóvenes?
S.CH.S: Bueno, no sé… Digamos, serían las mismas cosas que me impactaron a mí cuando comencé a leerla: ese intensísimo penetrar -algunos dirían hurgar- en el yo, que a la vez se extiende y alcanza dimensiones universales. Hace unos años me sentí incluso demasiado saturada, de esa implacable intensidad, de Pizarnik y tuve que tomar cierta distancia. Comencé a trabajar a poetas chicanas y latinas de mi país, por ejemplo; y también a atender mi propia escritura (no exegética, sino más bien creativa, aunque no me gusta, realmente, separar nítidamente los dos tipos). Irónicamente, he estado en la Argentina para escribir un libro precisamente sobre Pizarnik…

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