La Llave de la Caverna

Sección de poesía “Antonio Aliberti

 

Espacio

No hay que exigirle
demasiado a la muerte
que lleva años
de caminar
detrás del silencio.

Extremos:
tangentes y círculos
nos tocamos
como entes
de vacío.
Entre ambas líneas
media
un ataúd
esperando el hueso.

 

Luna Llena

Entre los veinte años
y los sucesivos treinta,
¿qué piensa esta mujer
que va a mi lado?
Me mira
y me ignora,
me inaugura
pretenciosos intruso
a una quimera.
Devoro la idea
-pletórica presencia-
de nunca volver
a encontrarnos,
ya nos perdimos
en recuerdos de siempre.
Han sido pensamientos
gemelos
los que humanos.
La mutua coincidencia
viaja con nosotros dos,
solos y ausentes.

José Martínez –Bargiela

 

Poema VI

He aquí mi zona oscura,
el rincón donde caminan las arañas
que demandan su cuota de alimento,
beben a sorbos
del cristal de los ojos,
hurgan deseos, antiguas rebeliones
en el vino que humedece los labios.
No me conocerás en las habitaciones claras,
despejadas,
expuestas a la brisa;
nunca sabrás de mí por lo que digo
después de haber comido
o instantes antes de hacer el amor.

 

Emma Bovary

Hoy permaneces en la cal absoluta y final.
Pero alguna vez fue preciso sentir, alejarte,
someter tu inocencia al rapto de la fiebre.
Años en que la vida pesaba demasiado,
apilaba sobre sí generaciones de rubor,
de apacible agonía en ámbitos estrechos.
Más tarde, liberado tu palmo de materia
pero, confinado tu corazón en el remordimiento,
no pudiste-no se puede- ser feliz.
Ignorabas que, extinguido el fuego,
desvanecida la locura,
el tiempo tejería nuevamente
hilos de tedio
y que, en definitiva, nunca alcanza
con una sola muerte.

Alejandro Méndez Casariego

 

Domingo al Mediodía

Las hermanas
han comido en silencio

Restos de vino en los vasos,
migas sobre el mantel a cuadros

Blandos los cuerpos, frágiles,
tan cierto este aire

del recuerdo

Tres mujeres

Pesa el calor del patio.

Sobre “Mujeres comiendo tallarines”,
grabado de Aída Carballo.

 

La Terraza

Anoche vino el sueño a herir
cuando ya poco sabemos
del agua clara irrenunciable

Subíamos a la terraza
a contemplar el mundo

Hoy ni alcanzo a verte

(los hombrecitos de Magritte
caen con sus paraguas
desde el lluvioso cielo)

un sol despiadado
se pierde entre los árboles

Pero, vamos. Hay que andar la calle
y el empedrado irrita

Anoche vino el sueño a herir

Eso es todo: la sed
apagándose  apagándose.

Marta Braier

Deja una respuesta