2020 Pandemia, Vida Cotidiana y educación

 

Por LIC. ALICIA NEIRA

 

Hace décadas que se habla de la Revolución Tecnológica, siempre como un proceso a futuro y protagonizado por jóvenes y adolescentes.

En 2020 la pandemia covid 19 con el consecuente aislamiento para evitar contagio, la ubicó en un presente continuo para todas las edades. Los adultos nos dimos cuenta que ya estábamos viviendo en nuestra revolución tecnológica. Aprendimos el uso de los dispositivos de última generación y las técnicas cibernéticas necesarias para continuar las actividades laborales, educativas, culturales, etc. El aislamiento fue un disparador para la toma de conciencia de esta revolución tecnológica que aceleró su ritmo, con un maravilloso desarrollo de la creatividad.

¿Qué nos pasó?

Dada la magnitud y características de la pandemia se resolvió, por decreto o sugerencia según cada sociedad y país, mantener aislamiento, distanciamiento social y estrictas medidas de higiene para evitar el contagio.

En nuestro caso, dejaron de funcionar las instituciones educativas, laborales, culturales, de esparcimiento, deportivas, etc. Excepto quienes realizaban actividades esenciales, quedamos circunscriptos al grupo familiar de convivencia, porque el desplazamiento para reuniones familiares tampoco era posible.

Sabemos que las instituciones son organizadores sociales, grupales y psíquicos muy importantes en la convivencia cotidiana. Propician el intercambio, la interrelación, las acciones conjuntas, la circulación afectiva y el desarrollo de los procesos de pensamiento.

Los niños y niñas, comienzan a salir de la familia insertándose en la institución Escuela. Es la apertura a la exogamia, a conocer y experimentar otra manera de vincularse distinta de la familiar. Es el acceso al conocimiento de la cultura en que se vive. Es el lugar donde se desarrollan procesos de simbolización cada vez más abarcativos.

Quienes ya estaban cursando la escolaridad han podido mantener relación con maestras y compañeros de manera digital por internet. Quienes no, intentaron un inicio en general dificultoso.

Estuvo en suspenso la presencialidad y se revalorizó el rol y la función de la escuela como organizador social, familiar, psíquico, subjetivo.

Lo rutinario, en general se observa con cierto desprecio hasta que se pierde. Recién entonces se reconoce el valor de realizar “eso por costumbre”, casi de manera automática, con gran economía de energía y tiempo. Pasó con la escuela y con el trabajo. Se modificó la valoración de las relaciones interpersonales.

 

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