Mónica Mayer: Artista y crítica de arte mexicana feminista

“ Para mí, el arte, la militancia y la pedagogía siempre han estado unidos”

 

Entrevista a cargo de PATRICIA CAMPAGNE

 

G.A.: ¿Cómo fue compatibilizar en la década del 70’ su militancia, su producción     artística multidisciplinaria y además conceptualizar en su obra, su activismo como feminista latinoamericana?

M.M.: Para mí, el arte, la militancia y la pedagogía siempre han estado unidos. Todo se dio de manera natural.  Estando en la carrera una compañera habló de mujeres artistas, cosa que ningún profesor de historia del arte jamás había hecho. Al terminar los varones del salón nos dijeron que las artistas éramos menos creativas porque la creatividad se nos iba en la maternidad.  Ahí me di cuenta que de nada serviría ser buena artista porque por el hecho de ser mujer mi trabajo no sería aceptado.  Entendí que era mi responsabilidad tratar de cambiar esta situación. En ese sentido, concibo la militancia feminista como una lucha desde muchas trincheras y en muchos planos.  Es el cuestionamiento constante que me hago de lo que pienso y lo que siento para entender hasta dónde está condicionado por mi educación como mujer y también el replantear a partir del feminismo mis ideas sobre el arte.  Es analizar las problemáticas que enfrentamos por ser mujeres y llevar acciones para cambiar situaciones como la invisibilidad que enfrentamos y también el unirme a movimientos sociales como la lucha en contra del feminicidio y otras formas de violencia de género como artista y como persona. 

G.A.: ¿Cómo fue la reacción en la sociedad de su época y que injerencia tuvo su labor en ella?

M.M.: Hubo todo tipo de reacciones tanto al feminismo como al arte feminista. Algunas favorables y otras no tanto.

El feminismo fue expandiéndose como una avalancha.  En un principio éramos pocas, pero se fueron uniendo más mujeres, organizaciones e instituciones.  Hoy hay políticas y leyes que yo no hubiera imaginado en ese momento.  El problema es que el cambio que se requiere es muy profundo, al interior de cada persona -en lo que pensamos y en lo que sentimos, en todas nuestras acciones- por lo que a veces parece que poco ha cambiado.  En alguna encuesta oficial sobre discriminación me llamaba la atención que casi el 90% de la población decía que aceptaba que hombres y mujeres éramos iguales.  En la siguiente pregunta, que era cuánto invertían en la educación de sus hijas y cuánto en la de sus hijos, la diferencia era abismal.  De dientes para afuera la gran mayoría de la población ha cambiado.  Ahora falta que la transformación no sólo sea amplia, sino profunda. 

Las propuestas feministas estuvieron presentes en museos, galerías y espacios comunitarios desde el principio.  Artistas como Carla Rippey, Maris Bustamante, Lourdes Grobet, Yolanda Andrade, Rowena Morales, Magali Lara y muchas otras siempre hemos tenido una presencia fuerte. El descuido quizá fue más desde las narrativas que se escribieron aunque los medios de comunicación siempre nos apoyaron. En muchas ocasiones incluso usamos los medios como plataforma para nuestros performances. En 1987, Maris Bustamante y yo como grupo de arte feminista Polvo de Gallina Negra fuimos a Nuestro Mundo, el taquillero programa de televisión de Guillermo Ochoa y realizamos Madre por un día, una acción en la que le colocamos una panza de embarazado y hablamos de distintas problemáticas de la maternidad.

G.A.: Por qué no nos cuenta acerca de sus primeras performances. ¿Cómo las sociabilizó con sus múltiples actividades y cuál fue la reacción de sus pares, en los distintos campos en los que usted interactuaba?

M.M.: Aunque ya había tomado algún curso de performance en México a mediados de los setentas, empecé a dedicarme al performance y a los proyectos visuales a finales de los años setenta en el contexto de mi participación en el Woman’s Building, la escuela de arte feminista en Los Ángeles.  Participé como aprendiz en los proyectos de Suzanne Lacy y Leslie Labowitz cuyo colectivo Ariadne: A Social Art Network estaba realizando performances para manifestaciones como Take Back the Night  (1978) y eso que denomino “proyectos visuales”, hoy llamarían “práctica social” y Suzanne llamaba “non audience oriented performance” y que se trata de piezas que pretenden transformar aspectos sociales a partir de prácticas artísticas.  Uno de esos proyectos fue Making it Safe (1979), en el que contrataron a Lacy para desarrollar un proyecto en la comunidad de Ocean Park que redujera la violencia hacia las mujeres a partir del arte.  El proyecto tuvo muchos componentes, desde lecturas de poesía y exposiciones, hasta talleres de defensa personal e intervenciones en los medios para visibilizar la problemática. Gracias a Lacy me quedó claro que, más que seguir una serie de reglas y cánones en el arte, éste tiene que ser lo que nosotras necesitamos que sea.  Entre mis primeras piezas están El Tendedero (1978) que se llevó a cabo en el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México y en el cuál le preguntaba a mujeres qué detestaban más de la ciudad y Traducciones: un diálogo internacional de mujeres artistas (1980), proyecto visual en el que invité a 3 artistas feministas de EU a ir a México a compartir conferencias y talleres de arte feminista estadounidense y conocer a artistas mexicanas para después dar conferencias en México con información sobre éstas. 

G.A.: En 1989 junto con Víctor Lerma creó Pinto Mi Raya, realizando acciones performáticas, en relación al matrimonio como una institución. Pensando el tiempo transcurrido ¿qué análisis podría hacer hoy, de esta acción en particular?

M.M.: De hecho la pieza de largo aliento que hoy llamamos “Las Bodas” empezó en 1980 cuando nos casamos.  En esa época todavía se acostumbraba que las mujeres tomáramos el nombre del esposo y eso a mí se me hacía muy extraño por lo que decidí hacer un performance. Así nació el personaje de La Sra. Lerma que está presente en momentos de mi vida cotidiana en circunstancias en las que el trato hacia las mujeres generalmente es difícil porque se asume que somos ignorantes, como yendo con el mecánico.  Después se fueron dando más performances.  Cuando cumplimos 10 años de casados nos invitaron a hacer una acción y nos dimos cuenta que no había fotos de nuestra boda, así es que hicimos una boda falsa para tener documentación. Como nos habían sobrado invitaciones de la boda porque nosotros las imprimimos y las cajas eran de un millar, intervenimos algunas y las usamos para este performance.  Así, a lo largo de 40 años hemos hecho varios performances en los que nuestra vida personal y el arte se entretejen.  Como siempre digo, yo me creí dos cosas en los años setenta: que lo personal es político y que no hay fronteras entre arte/vida.  Piezas como “Las Bodas” son resultado de ello. Yo creo que mientras nos queden algunas invitaciones de la boda original, seguiremos haciendo performances. 

A lo largo de las diferentes bodas se reflexiona sobre diversos aspectos de las relaciones de pareja y los aspectos sociales del matrimonio, pero lo que a mí me parece más interesante de la pieza es este jugar con la vida y el arte.

G.A.: El Tendedero, es una obra que tiene la particularidad de renovarse en forma permanente. ¿Qué coincidencias y disidencias encuentra usted, entre los distintos momentos del montaje y el campo geográfico donde se realizó?

M.M.: Cada Tendedero es diferente.  Hay los que yo hago, los que asesoro y los que otras personas realizan de manera autónoma, a veces avisándome, a veces no.  Las preguntas varían de acuerdo a cada comunidad. Lo presenté por primera vez hace 40 años en la Ciudad de México y en ese momento había muy poca conciencia sobre lo que es el acoso sexual callejero.  Aquí la situación aquí ha cambiado ya que el acoso sexual sigue muy presente, pero es un problema visible. Es un tema que se discute y sobre el que se trabaja de distintos frentes.  También he presentado El Tendedero en otras ciudades y poblaciones en México y ahí apenas empieza a hablarse del tema.  Algo que me gusta mucho de la pieza es que tiene muchas versiones, desde las más estructuradas para museo hasta la cuerda sencilla con papelitos que puede hacerse con recursos mínimos.  La pieza también me ha dado la posibilidad de generar diálogos con artistas feministas de distintas comunidades: hacemos un taller, implementamos El Tendedero y desarrollamos trabajo colectivo. Lo que me sigue sorprendiendo y me encanta es que muchas personas se han apropiado de la pieza para usarlo con fines activistas y pedagógicos.

En ese sentido, cada Tendedero es distinto, pero lo que no cambia es que las historias siempre son terribles.  La violencia es constante.  Espero que algún día ya no haya necesidad de Tendederos y que cuando vean la documentación en algún museo, el público se horrorice de lo violento y primitivo de nuestra época, pero sólo sea un eco del pasado. 

G.A.: Junto a Maris Bustamante fundó el primer grupo feminista de México: Polvo de Gallina Negra, siendo Madres, uno de los primeros proyectos colectivos. ¿Cómo surgió ese nombre y como fue su proceso durante el tiempo que se llevó a cabo? Por ejemplo  ¿qué incidencia tuvo en aquel momento tratar de instalar la idea que más allá del género cualquiera puede ser madre? ¿Por qué no nos cuenta algún hecho o situación particular que haya marcado este proyecto? 

M.M.: El Polvo de Gallina Negra es un remedio popular contra el mal de ojo.  Pensábamos que era difícil ser artista, más complejo aún ser mujer artista y asumirnos como artistas feministas resultaba una misión casi imposible para la cual requeríamos un nombre que nos protegiera.  El humor fue una de nuestras principales estrategias, necesaria para resquebrajar al sexismo imperante. Además nos divertíamos mucho trabajando juntas.   

El proyecto ¡MADRES! surgió con una profunda investigación de campo en la que contamos con el apoyo incondicional de nuestros esposos, Rubén Valencia (de Maris) y Víctor Lerma (el mío) durante la cual nos embarazamos.  Como somos feministas, pues naturalmente tuvimos hijas y, al ser tan científicas, nacieron con tan sólo 3 meses de diferencia.  El proyecto constó de distintos elementos a través de los cuales enfrentábamos una variedad de aspectos de la maternidad. 

Convocamos al Concurso carta a mi madre para que las personas les escribieran a sus madres todo lo que nunca se habían atrevido a decirles e hicimos una serie de envíos de arte correo a lo largo de 7 meses. También realizamos performances para televisión como Madre por un día. En esta pieza nombramos a varios hombres valiosos madre por un día porque para nosotras la maternidad había sido maravillosa y nos daba tristeza que ellos jamás la vivirían, por lo que, como éramos muy generosas, la compartíamos con ellos.  El programa fue tan exitoso que nueve meses después alguien del público llamó a preguntar si Ochoa había tenido niño o niña.  Si a mí se me hubiera ocurrido, le hubiera dado continuidad al performance de esta manera, pero fue alguien que no conocíamos. Para mí la pieza fue un éxito porque alguien se tomó la molestia de apuntar la fecha y llamar al programa.  También me he encontrado con personas que me dicen que vieron el programa de chicos y que les causó tanto impacto que lo recuerdan.

G.A.: ¿En qué otros países de Latinoamérica piensa que pudo haber llevado a cabo un proyecto como este, por aquella época?

M.M.: Se está dando diversas investigaciones sobre el arte feminista latinoamericano que nos van a descubrir varios proyectos interesantes.  Libros como Legados de libertad. El arte feminista en la efervescencia democrática de María Laura Rosa (Editorial Biblos, 2014), Entre lo sagrado y lo profano se tejen rebeldías. Arte feminista latinoamericano de Julia Antivilo Peña (Ediciones desde abajo, 2015) y Feminismo y arte latinoamericano. Historias de artistas que emanciparon el cuerpo de Andrea Giunta (Siglo XXI, 2018) dan cuenta de toda esta producción. Les recomiendo que los lean para encontrar la respuesta a tu pregunta.

G.A.:  A su criterio, ¿qué cambios se fueron produciendo en los últimos 50 años, acerca de la lucha Feminista en nuestro continente?

M.M.: Te puedo hablar de lo que conozco en la Ciudad de México en donde, por ejemplo, el aborto es libre y gratuito desde hace poco más de una década.  Pero hay cambios en muchos niveles: políticas públicas con una visión de género, espacios académicos para estudiar el tema, en la presencia de las mujeres en el arte, etc.  Sin embargo falta mucho que hacer porque esto no ha logrado disminuir la violencia hacia las mujeres, ni ha roto con los roles de género tradicionales, pero tampoco se puede esperar que un cambio tan profundo como el que plantea el feminismo se de en unas cuantas décadas.  Hace falta paciencia y mucho empeño para reconstruirnos a nosotras mismas y para transformar la sociedad.

G.A.: Usted estuvo hace muy poquito tiempo en mi país, con su experiencia en la militancia. ¿Cómo observa nuestra lucha, en relación a otros países de América Latina? Sobre todo en estos tiempos en el que las mujeres estamos tomando las calles en pos de nuestros derechos.

M.M.: Admiro mucho la enorme capacidad de convocatoria que ha tenido su movimiento en cuanto a temas como el feminicidio y el aborto. Son un gran aliento para el feminismo latinoamericano que creo que a todas nos obliga a redoblar el paso.

Ojalá sigan en pie de lucha aunque no haya sido aprobada la ley que permita el aborto libre y gratuito porque lo están haciendo muy bien. Han logrado que se dé una gran discusión y eso es fundamental porque sin un apoyo social verdadero, las leyes de aborto pueden ser aceptadas un día y derogadas al siguiente.  No importa que tome un poco más de tiempo, cuando sea aceptada tendrá un amplísimo sector de la población que la defenderá.

G.A.: Sus acciones fueron pioneras al ser de carácter participativas, en ellas establece un diálogo con la comunidad, con quienes integran el día a día. ¿Encuentra similitudes en el accionar de los jóvenes artistas latinoamericanos de nuestro tiempo?, ¿qué grado de compromiso adquieren, sobre todo en países con gobiernos neoliberales?

M.M.: En México hay muchas artistas y activistas jóvenes que están haciendo arte feminista o utilizando el arte como herramienta política desde el feminismo.  A muchas ni siquiera les interesa participar en el sistema artístico. Hay proyectos de todo tipo como Producciones y milagros, agrupación feminista, la revista Hysteria, organizaciones como Habitajes A.C., el Museo de Mujeres Artistas Mexicanas, que están fortaleciendo el trabajo de las artistas y las ideas feministas desde distintas posturas y con diversas estrategias. Estamos en un momento intenso e interesante, con gran variedad de propuestas.

 

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