Las 26 casas de Liliana

“Todas las fotografías atestiguan la despiadada disolución del tiempo”
Susan Sontag

 

Por  LIC. ADRIANA GASPAR

Las 26 casas de Liliana, nos posibilita habitar los secretos y relatos silenciados de esa Gran Casa, la que se corporiza en imágenes, narrativas inesperadas, que algún tiempo quedaron suspendidas y hoy constituyen una pieza fundamental, en la obra de Vale Zabala.

A través de distintos soportes, la artista comienza un itinerario indagando acerca de su propia identidad. La que no solo se traduce como un proceso dinámico del alma, sino que también aparece reflejada en su cuerpo, atravesado por la incertidumbre, las vacilaciones, las cicatrices, todo aquello que forma parte de ese paraíso adulterado en el que Vale Zabala, inquiere, investiga, intentando un diálogo incisivo con cada huésped que habitó aquella Gran Casa.

¿Quiénes son esos huéspedes silenciosos, ocultos, detrás de una extensa morada de olvidos y recuerdos? Hoy las gaviotas con su aleteo, intentan restituir, esas voces calladas del pasado, para que resuenen en cada espacio, en cada rincón, intentando otorgar visibilidad a aquellas visitantes, de las que nadie se permite hablar, esto, constituye uno de los grandes interrogantes de la artista.

La obra de Vale Zabala, está conformada por dos campos claves: el conceptual y el objetual, el segundo no hubiera sido posible sin el primero, en él, la artista ha realizado un profundo trabajo de inves- tigación durante largos meses. Se preguntó no solo a sí misma, sino también estableció un diálogo generacional con las mujeres que devienen del linaje materno. Lo afectivo y la búsqueda de la identidad, se corporizan en esa urdimbre, que sobrevuelan en las voces femeninas de un pasado inconcluso.

La artista nos vincula con su obra a partir de una narrativa: a lo largo de 65 años mi madre se ha mudado de vivienda 26 veces, mi abuela en 83 años se mudó 19 veces, yo en 40 años me mudé 16 veces. Algunas de ellas la compartimos, en algunas solo vivió mi abuela, en otras, solo vivió mi mamá, también yo estuve sola en varias. Muchas de ellas yo no las conocí, otras, mi madre nunca estuvo, dos de mis casas, mi abuela no sabe cómo eran. Hay un pueblo al cual nunca fui y una casa familiar que no sé dónde queda…

En el último párrafo, Vale, pone de manifiesto su gran interrogante. ¿Cómo explorar en un territorio desconocido, cómo buscar una casa cubierta por veladuras que la hace impenetrable, ante su mirada? Ella, generó un sólido entretejido, el que oscila entre lo conceptual y lo objetual, ambos procesos son medulares en su producción artística.

¿Cómo develar respuestas a tantos planteos, sin bucear en un universo antropológico?

La artista, se propuso realizar un recorrido territorial, realizando una inquietante e intimista acción poética, otorgándole a cada muro, a cada puerta desdibujada por el viento, una sublime ceremonia, en ella, se entrecruzan su presente y su pasado. Dejó su huella cargada de poesía, en cada casa que visitó, obsequiándole a cada vivienda una obra: pequeñas y bellas casitas de papel, intervenidas con sus calados, sus marcas, con esas sutiles, pero hondas incisiones, en las que pone de manifiesto su espejo interior, ese, en el que anidó su niñez, su adolescencia y que aun, de adulta le sigue perteneciendo.

En cada recorrido, un pedacito de la artista, estaba allí, algunas casas, estaban casi intactas, otras fueron atravesadas por el deterioro de los años. Vale, comenzó un largo y sinuoso camino en búsqueda de su propia identidad, la que terminará de develar cuando llegue a esa Gran Casa de 25 de Mayo, la casa de los sueños, la desconocida, la que otorga riendas sueltas a la imaginación.

Los relatos de su abuela y de su madre, tienen su génesis allí, en el sonido del pasado. Todo ello conforma ese corpus conceptual que es clave en su obra poética.

Deja una respuesta