Valores en la mira, Valores en baja…

No hay evidencia de aquello de lo que no se enuncia

Por Lic.NORA PATRICIA NARDO

 

A veces algunos obstáculos se consideran insuperables. La  condición humana asoma como miserable, la mediocridad se naturaliza como salvadora. Los tiempos de una vida maravillosa, aparecen relacionados con la satisfacción inmediata que nos brinda la sociedad de mercado. El desafío de la perseverancia es abandonado,  requiere de demasiado esfuerzo, es  así que el convencimiento acerca de las cosas más importantes en la vida asoma asociado a los valores materiales. Ese discurso circula conjuntamente con las distintas tecnologías y cada vez tenemos más  amigos cibernéticos. Los diálogos se parecen a monólogos y la herencia que dejamos es una instantánea, no emerge el pensamiento reflexivo que nos pongan en tensión. Ese escalón tan necesario que surge a partir de una verdad incompleta, de una duda,  que  por momentos nos oscurece, pero que nos lleva a movilizarnos hacia la claridad.

Un lenguaje empobrecido necesariamente se traslada a nuestro pensamiento, a la construcción del conocimiento y  también a la incapacidad de  hipotetizar acerca de aquello de lo que se habla, de lo que se piensa.  Lo  que se dice corre el riesgo de la vaciedad de contenido. La prevalencia de la mirada  nos aleja del encuentro filosófico, se presupone lo que no se dice con palabras y no se llega a fundamentar aquello que se piensa y es así que  las palabras se van perdiendo en la comunicación humana. No hay evidencia de aquello de lo que no se enuncia.

En ocasiones leemos en las páginas de facebook, twitter, whatsapp, etc., algunas opiniones,  imágenes que se suben,  se comparten y hay muchos amigos de face que levantamos las manos aprobando eso que se publica, como aparece, desaparece de modo muy fugaz ya que otro comentario o alguna otra imagen o  producto surge en la página,  substituyendo lo anterior.

Hay frases filosóficas o místicas que también se suben pero el hecho que se las mencione no significa que tomen sentido y sea representativo por ese sólo hecho, no se puede aprehender el sentido de ese enunciado, no se lo retiene y ni se lo analiza, nos provoca algún sentimiento momentáneo que compartimos.

Mercé Lorente, doctora en Filología Catalana, en el año 2012 publicó un artículo con el siguiente comentario: “Hay muchos intentos de mantener la riqueza del vocabulario y de concienciar  a los hablantes de la responsabilidad que tenemos como usuarios de la lengua. Pero por muchos libros que se publiquen, sólo la conciencia lingüística de las personas puede salvar a las palabras, está, pues, a nuestro alcance”.

También abandonamos palabras por algunas nuevas que nos llegan tomadas de otras lenguas o usamos términos comodines, que son aquellas palabras que denominan muchas cosas y nos hacen ir perdiendo nuestro léxico y nuestro vocabulario se  empobrece.

Ya hace unos años Generación Abierta le realizó una entrevista a Pedro Luis Barcia, quien era en ese entonces presidente de la Academia Argentina de Letras, y nos comentaba su preocupación por el empobrecimiento del lenguaje que observaba entre nosotros y más especialmente entre los jóvenes y al respecto señaló: “cuando no hay capacidad de expresión, se achica el pensamiento”, esto lo comprobó en la universidad con sus alumnos, estos   jóvenes presentaban muchas dificultades en la interpretación de los textos, en entender las consigas y deficiencias en la redacción.

Jean Piaget investigó exhaustivamente cómo el lenguaje se desarrolla desde un nivel egocéntrico hasta llegar a su madurez, la misma se alcanza cuando se socializa y puede demostrar su capacidad de dialogar, de preguntar, de responder, de fundar juicios con objetividad, de argumentar, entre otras cosas  y es a través del dominio del significado de las palabras que se asciende en el nivel del pensamiento.

Pero uno observa que este deterioro que ha sufrido el lenguaje se ha trasladado en muchas ocasiones a los medios de comunicación, desde un lenguaje oral pobre y vulgar.

A mi entender esta mediocridad afecta también al sistema de valores, parece ser que toda obligación moral,  principio  o norma se tornan  aburridos, displacenteros,  autoritarios y por lo tanto perimidos para esta época.

Somos quizás cada vez menos los que nos resistimos a los placeres organizados por las grandes corporaciones, y por lo tanto muchas veces somos ninguneados.

Nada nos garantiza una buena dirección, preocupados o despreocupados las grandes compañías  y las mafias nos apartan de una convivencia pacífica, la realidad  se aleja de la realidad, el discurso es fragmentado, se acomoda a las circunstancias.

Hace casi veinte años que un grupo de profesionales escribimos un libro que titulamos “El aula: un espacio de convivencia” y allí  reflexionamos acerca de ciertos valores y cómo trabajarlos con los alumnos. Volcamos nuestra experiencia de años trabajados y resultaba posible llevarlos a la cotidianeidad en las aulas.

 

Ahora nos volvemos a preguntar  ¿Cómo recuperar aquellos valores éticos y sociales, como la responsabilidad, la cooperación, la participación, la libertad, la justicia social, la democracia, los derechos humanos, el compromiso con dignidad humana, con el ser y con los otros?

Aún sostengo que desde las políticas educativas se  puede hacer algo al respecto, pero pienso  que es necesario que entre  los intelectuales se den espacios de reflexión y discusión acerca de qué proyecto de país se está hablando y qué aspiramos para nosotros y las generaciones venideras.

En otro libro, “Tiempos Diluidos” que escribimos con  el Lic. Luis Raúl Calvo recorrimos nuestra educación desde el final de la modernidad hasta nuestros días y reflexionamos, nos cuestionamos y compartimos experiencias de intervención sobre nuestras prácticas profesionales, profundizamos las complejas problemáticas de la educación en estos tiempos de incertidumbre y quedó reflejado que uno puede enunciar afirmativamente que desde las instituciones educativas se puede reflexionar acerca de estas realidades que nos abruman y realizar prácticas solidarias  y colectivas, anticipar acontecimientos, cimentar lazos, construir comunidad donde cada uno de los alumnos se reconozca como sujeto y se reconozca a través de la aceptación de sus diferencias humanas, sin prejuicios y estereotipos.

Pero las experiencias no tienen que quedar como hechos aislados sino que debe ser un trabajo en conjunto, compartido y continuo, con políticas públicas que promuevan estas prácticas y la valoricen.

La comunidad educativa y en general la sociedad toda, se debe este tipo de debate,  la revolución tecnológica no ha resuelto estos problemas ontológicos y epistemológicos  y quizás no le corresponda hacerlo, o no les interese ni les convengan que salgan a la luz.

Son tiempos muy difíciles a nivel mundial, entiendo  que lo primordial es no quedarse quieto con todo este acontecer, es percibir con claridad la realidad y comenzar a educar desde el compromiso de hacer a los sujetos seres autónomos con independencia de criterios, no objetos manipulables al servicio de los intereses corporativos. El cambio también está dado desde cada sujeto, y cada sociedad conforma sus valores éticos, culturales, políticos y económicos.

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