Cultura

Por SUSANA M. TORRALBO

Internarse en el terreno de la cultura, es algo que todos, de una u otra forma hemos hecho alguna vez en la vida. Esto, es si entendemos por cultura ir a un cine, al teatro, a ver una exposición de cuadros, etc. Pero tal vez no sea tan común a todos el preguntarse qué se entiende con la palabra “cultura” y a esto es a lo que queremos aproximarnos en este artículo.
Si nos remontamos a la historia, podemos ver que ya en la época de los griegos aparece la existencia de dos mundos distintos y peculiares: el mundo de la naturaleza y el mundo de la cultura. A veces se discutía sobre la superioridad de uno u otro, como dos valores entre los cuales había que elegir. Los cínicos proclamaban así su oposición a todo aquello que los alejaba de la naturaleza y consideraban a la cultura como signo de la decadencia, entendiéndosela como algo artificioso que sobrepasaba las posibilidades del hombre intentando ahogarlo en su interior.
En las filosofías actuales, si bien se distinguen los dos mundos, no por ello se emiten juicios de valor so­bre ellos; entre estas tendencias se encuentran las filosofías del espíritu del siglo XVIII, Hegel, el romanticismo, Dilthey, Spengler, Scheler, Hartmann, etc. La cultura se diferencia de la naturaleza por ser un objeto o proceso al cual está incorporado un valor, que tiende a un valor y está subordinado a él. De esto se deduce que un objeta natural puede ser también un objeto cultural y viceversa: una estatua, es desde el punto de vista de la naturaleza un trozo de mármol y desde el punto de vista de la cultura una forma valiosa, un objeto al cual está incorporado el valor de la belleza o la utilidad. Los objetos de la cultura son objetos transformados por el espíritu y no necesariamen­te deben ser objetos de la naturaleza elaborados y cultivados, sino objetos no re presentados a través do una entidad natural, como ser: los mitos, creencias religiosas, organizaciones políticas, prácticas morales, costumbres, etc.
La cultura es el mundo pro­pio del hombre; la cultura es como dice Scheler, huma­nización. La historia del hombre como historia de la cultura es el proceso de la transformación de su mundo y de sí mismo. La cultura es algo que tiene sólo sentido en y para el hombre.
Otro concepto de cultura lo encontramos en Claude Lévi-Strauss, cuya obra básicamente estructuralista ha sido de gran importancia para la antropología. Su pretensión es llegar a aclarar, mediante estudios etnológicos y antropológicos, toda la problemática de la naturaleza y el sentido del hombre.
Mediante reducciones sucesivas y rigurosas, recorre el camino de la filosofía moderna pero en sentido inverso y para llegar a conclusiones simétricamente opuestas. En un primer momento reconoce un pensamiento salvaje y otro domesticado; luego descubre que esta oposición forma parte de otra fundamental: naturaleza y cultura. En un tercer momento, revela la identidad entre las dos últimas: los productos de la cultura -mitos, instituciones, lenguaje- no son distintos, esen­cialmente de los productos naturales ni obedecen a leyes diferentes a las que rigen a las células. Todo es materia viva que cambia. La cultura, es así una metáfora del espíritu humano. Se sale de la naturaleza para volver a ella, sólo que ahora, nos encontramos en un mundo de símbolos.
Entre las nuevas tendencias filosóficas que se ocuparon del mundo de le cultura, encontramos a E. Fromm, T. W. Adorno y H. Marcuse, quienes elaboran un pensamiento destinado prioritariamente al hombre con un fundamental interés práctico. Hay en ellos una radical crítica de las ideologías, lo cual exige, para ser real, una interpretación de la cultura en general y de los intereses subyacentes al conocimiento humano para la explicación de todo fenómeno social.

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