Cine nacional o el duro camino de la agonía

Por DANIEL ALIEV

A quienes tuvimos la oportunidad de presenciar y saborear el dulce y progresivo crecimiento de la década del ochenta, más precisamente el período que abarca los años 1982 a 1987, nos resulta angustiante el crudo dilema que nos plantea la cada vez más utópica subsistencia del cine nacional. Decimos cada vez más utópica y lejana como que es una posibilidad que se está diluyendo irremediablemente, porque el cine como manifestación cultural está sufriendo el mismo vaciamiento, falta de interés e inexistencia presupuestaria que todas las distintas manifestaciones culturales del país. Porque cuando se considera que la educación y la cultura representan gastos, y no una inversión como debiera ser, se producen estos fenómenos de crisis, estancamiento, convalecencia y posterior muerte de este enfermo, que difícilmente tendrá su resurrección.
El proceso es muy claro. Con el advenimiento de los aires democráticos, nuestro cine recupera su identidad y comienza a ofrecer muestras de una realidad tajante, cruda, dolorosa, dentro de una temática de corte testimonial. Avanza arrollador hasta obtener numerosos premios a nivel internacional, incluido el ansiado “OSCAR” de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood.
Pero también encontramos otras temáticas que afloran subrepticiamente entre la farragosa producción que reconstruye nuestro pasado con óptica de, comedia, de grotesco o simplemente el drama cotidiano que nos tocó vivir. Allí encontramos muestras como LOS PASAJEROS DEL JARDIN, que data del año 1982, excelente adaptación de un “best seller” nacional de Silvina Bullrich.
La línea se abre para A. Doria, director de DARSE CUENTA, un drama denso, de profunda humanidad, hasta llegar al grotesco logrado en ESPERANDO LA CARROZA. Todos los films están ubicados dentro de ese período de florecimiento Su última producción estrenada hace unos meses, en este doloroso 1990, llamada CIEN VECES NO DEBO, nos refleja la caída cualitativa, en cuanto al despliegue técnico, de una temática que intenta en vano reverdecer el éxito anterior repitiendo la fórmula del grotesco, con riesgosos deslices que por momentos transforman las máscaras de los protagonistas en ridículas marionetas.
En el año 1984 Sorín presenta LA PELICULA DEL REY, una renovación formal dentro de una historia con cierto aire autobiográfico que ensalza los tonos bufos junto con la autocrítica a un sistema dentro de un contexto histórico mítico.  Asoma un renovado estilista, creador sutil, que deja el espacio combativo y lo canjea por una estética distinta: Fernando Pino Solanas nos entrega ahora EL EXILIO DE GARDEL. Lejos, su mejor producción, totalmente distinta a sus predecesoras como LA HORA DE LOS HORNOS, codirigida con Octavio Getino y LOS HIJOS DE FIERRO. Parte de un tema muy caro a varias generaciones de argentinos, el exilio. Para unos, el hiriente tema del desarraigo; para otros, el auto-exilio ante la imposibilidad de manifestarse abiertamente. Planteado dentro de un contexto que rescata la mitología gardeliana, una visión tanguera de París a Buenos Aires pertrecho, en bellísimas coreografías y alguna que otra pared gris con dibujos de Hermenegildo Sabat, donde se cuelan San Martín, el barrio, el recuerdo y la hermandad en el exilio, con el siempre vigente deseo de volver.
Luego viene SUR, donde el plano estético cede paso a un renovado interés político, definidamente sectario, que incide en el análisis conceptual del film, rebajando la calidad artística por respirar una brisa panfletaria, bordeada por el humo que se transforma en elipsis en el estilo de Solanas.
Otros directores se destacan: el siempre dúctil y sensible Juan José Jusid con su ASESINATO EN EL SENADO DE LA NACION y MADE IN ARGENTINA; Alberto Fisherman, luego de la laureada y brillante película LOS DIAS DE JUNIO, ganadora del Festival de San Sebastián, se inclina por la sátira y filma dos grandes comedias del cine nacional que aportan salud y creatividad a un género al cual, luego de PLATA DULCE, de la dupla de Aries Cinematográfica (Ayala—Olivera), nadie había intentado modificar las estructuras básicas: éstas fueron LA CLINICA DEL DR.CURETA y LAS PUERTITAS DEL SR. LOPEZ.
La vanguardia y la renovación formal estarán de parabienes con el surgimiento de un creador urticante, compulsivo, un revolucionario de la estética cinematográfica, el polémico y brillante Jorge Polaco con su inigualable DIAPASON; luego vendrá EN NOMBRE DEL HIJO, y como es sabido, su última producción de 1989, KINDERGARDEN, está frenada, censurada, término que creíamos desterrado ya, pero vivo al fin, por la insidiosa decisión de un juez.
Este fue un panorama retrospectivo en el que, lógicamente por cuestiones de espacio, se seleccionaron y omitieron nombres muy importantes en el camino, como EL ARREGLO, LA ROSALES, LOS CHICOS DE LA GUERRA, SOSTENIDO EN LA MENOR, TE AMO, ENEMIGOS, BAIROLETTO, SENTIMIENTOS, CHORROS, OTRA HISTORIA DE AMOR, QUERIDAS AMIGAS, LA HISTORIA OFICIAL.
No podemos dejar de lado el surgimiento de otro gran director nacional como Eliseo Subiela con dos joyas: HOMBRE MIRANDO AL SUDESTE y en 1989 ULTIMAS IMAGENES DEL NAUFRAGIO, y dentro de un cine comprometido, con óptica y postura feminista, María Luisa Bemberg: MOMENTOS, SEÑORA DE NADIE (a mi juicio su mejor película), CAMILA, MISS MARY, y YO LA PEOR DE TODAS.
Pero este raconto que deja de lado el análisis profundo para nombrar simplemente a Raúl de la Torre con su POBRE MARIPOSA, Adolfo Aristarain y sus insuperables policiales: LA PARTE DEL LEON, TIEMPO DE REVANCHA, ULTIMOS DIAS DE LA VICTIMA, nos hace reflexionar sobre este presente.
Cuántos títulos como LA DEUDA INTERNA, un film soberbio como pocos, se pierden en la nebulosa al encontrarnos con una industria parada, inexistente, un sindicato con trabajadores desocupados, y directores, guionistas, técnicos, sin trabajo porque ya no se otorgan créditos para filmar.
El cine abre fronteras y mercados, pero hoy sucumbe ante la indiferencia de los funcionarios que en orden de prioridades se olvidan de la cultura, de nuestra identidad nacional, del arte y de una industria que ayudó a cambiar otrora, nuestra imagen en el mundo.
Señoras y señores: sin subsidios, sin apoyo estatal, nuestro cine se muere, sólo logra coproducciones con muchas limitaciones a nivel de historias o guiones, y sólo subsiste en algunas quijotadas aisladas. Nuestros directores emigran para poder trabajar haciendo cine y para no tener que rebuscárselas con cortos comerciales, al igual que algunos de nuestros grandes actores. Ante este panorama desolador, los últimos estrenos muestran falta de interés por parte del público. Volvamos a nuestra realidad y el público regresará, porque de lo contrario, el cine nacional morirá irremediablemente.

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