Oscar Laiguera

“La revolución cultural es siempre”.

 

Por  LUIS RAÚL CALVO

“Generación Abierta” tuvo el gusto de entrevistar a Oscar Laiguera, músico, compositor, pianista, docente y arreglador.  En 1998, obtuvo el Primer Premio del 1er. Festival Villa Gesell de la Canción, con el tango “De dónde sos?”, de su autoría, en letra y música  e interpretado junto con la cantante Sabrina Tassara. En 2018 fue Declarado “Personalidad Destacada de la Cultura”, reconocimiento otorgado  por la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

 

 

Generación Abierta: Oscar, sos músico y docente, ¿qué nació primero, o se dieron en forma paralela?

Oscar Laiguera: No recuerdo qué condiciones tenía para cada cosa pero a los 6 decidí tocar el piano (eso, en mi imaginario y el de mi familia y en aquellos tiempos, implicaba aprender música); había una tastiera de un desvencijado armonio en casa de mi abuela y yo hacía que tocaba; a los 11 estaba convencido de ser maestro, fue inútil cualquier prédica en contra (el horizonte era tan oscuro antes como ahora y había amigos o maestros cercanos que no veían como bueno, útil o provechoso que me dedicara a la docencia); fui al Mariano Acosta. Es obvio que en ambos casos primó mi decisión sobre la que nunca tuve dudas, pero sí, parece que a su tiempo cada vía se manifestó como si el deseo ya estuviera ínsito en mi personalidad; destino dirían algunos.

G.A.: Integraste muchos grupos y proyectos culturales colectivos como compositor, digiriendo o tocando, ¿cómo viviste cada una de estas experiencias en la cual ocupaste diferentes roles?

O.L.: Los proyectos culturales colectivos los dejo para un análisis más profundo de política cultural; no tuve buenas experiencias así que prefiero no opinar así como no participar en nada que no tenga un formato sólido y comprobado. Siempre actué o participé en proyectos en forma privada, en algunos convocando y gestionando, en otros aportando desde las capacidades por las que era convocado. Creo en el control absoluto de las cosas que produzco o en las que me integro, sé delegar según las condiciones de los convocados y no creo en la creación colectiva, por lo tanto los que se integran a un proyecto tienen que estar convencidos de aquello por lo que se incorporan o participan del mismo.

G.A.: Realizaste música para películas, obras de teatro, grabaste discos, compusiste para grandes cantantes hiciste distintas presentaciones en distintos lugares del país, fuiste director artístico en bares temáticos, profesor. ¿Sentís que tenés alguna deuda pendiente con vos mismo?

O.L.: Hice muy poco en música para cine pero la disciplina me fascina en todo su alcance y dimensión: me parece la madre total de los sistemas expresivos. La cruz invertida fue el hecho cinematográfico que, como mejor realización desde el punto de vista de la industria cinematográfica, me adjudico. Mucho teatro infantil (comedia musical, en general), algo de teatro predominantemente musical: El caballero de la Armadura oxidada, Cenicienta entre hadas y malvados, Che, el musical argentino, Más vale tarde que nunca, todavía no tiene NOMBRE y últimamente 1919, Armonía Inconclusa, son los hechos que más me acercaron a la búsqueda de un lenguaje propio en ese océano que es el continente de las características de cada actividad, cine, teatro, teatro musical, danza, experiencias. No compuse para cantantes; en verdad salvo lo descripto recién, para nadie. Tuve la suerte o el encuentro energético que hizo que Sandra Mihanovich en su mejor momento, hiciera top un tema que compuse allá por los 80’s, ALGO ESTÁ SUCEDIENDO, y que Alejandro Doria lo pusiera un año entero en Telefé como cortina de su serie AMORES. Pero los cantantes no creen mucho en mi música o en los criterios no convencionales con los que propongo trabajar texturas. Para lo que ya está hecho están los que lo saben hacer bien. Siento que lo mejor aún no llegó, es un sueño, creativo, es con la gente que amo y me gustaría que fuera de repercusión masiva.

G.A.: Siempre lo que has hecho fue algo muy cuidado, intentando preservar la calidad artística, por supuesto, como en todos los órdenes de la vida, a veces con éxito, otras veces no tanto. Desde tu óptica ¿qué factores coadyuvan para el   éxito de una obra musical?

O.L.: El desarrollo de tu pregunta (hasta el por supuesto) me hace preguntar ¿sí? ¿te parece? Yo creo que la calidad y la realización cuidada en el mundo moderno tienen poco que hacer al lado de la cuota gigante de influencia que tienen otros factores (como ese que llaman suerte), que posibilitan que un producto del esfuerzo creativo llegue a la cantidad de escuchadores necesarios para transformarse en apreciable, necesario y recomendable para entrar en el círculo virtuoso que lo haga triunfar. Creo en los favores y los esponsoreos, en el dumping formato cultural y en la cartelización de los materiales y si no estás en eso te queda lo artesanal con formato hormiga.

G.A.: ¿Con qué género musical te sentís más identificado, si es así, y en tal caso por qué?

O.L.: El folklore y el tango, en ese orden, fueron mi infancia y me dejaron marcas indelebles. Pero en la época en la que mis contemporáneos adolescentes comenzaron a consumir productos para comportarse de determinada manera en sociedad, yo empecé a escuchar Almendra, mi marca de fábrica. Hoy son por igual influyentes Astor, Fito, Luis, Ariel Ramírez, el Cuchi, Chango Farías Gómez, Rachmaninov, Bartok, Chopin o Gismonti. Pero creo que hace tiempo  soy yo, mezcla o algo de todo eso… no sé… El inconsciente colectivo en esto creo que aplica.

G.A.: Otro aspecto importante a destacar es tu papel como gestor cultural, coordinando e  impulsado distintos ciclos musicales…

O.L.: Me gusta hacer, sé hacerlo y además me parece necesario para quien se anime porque, aunque no se dé en todas las disciplinas ni circunstancias de labor, el conocer desde dentro, ser usuario de una serie de objetos y hechos que se combinan, te hace por demás conocedor de ese metier. Ahora bien, no todos tienen método como para abordarlo, sobre todo en un medio como este en el que los métodos, como otras cosas, suelen copiarse, importarse de otras latitudes sin importar su adecuación a nuestra idiosincrasia. Sí, dirigí tres Mardel Jazz, un par de Festivales en San Luis y Villa Mercedes y también programaciones en algunos sitios como La Forja (hoy Bargoglio), Notorious y otros más lejanos en el tiempo.

G.A.: Cuando componés, ¿qué aparece primero, la letra o la música? ¿Sentís que hay algo que te llega de afuera, una especie de dictado, como a veces le ocurre a los escritores o a tu entender es producto del oficio diario?

O.L.: Si debiera responder al dilema binario diría que más lo segundo. Pero en verdad, como sujetos sociales siempre hay algo que llega de afuera que evita el riesgo de centrarse demasiado en uno mismo, como se suele hacer en los modernos conceptos individualistas de autoayuda, total es imposible que seamos algo con el otro si no lo somos con nosotros mismos, salvo la exagerada visión narcisista que escande todo en fronteras y postula que lo que importa es uno. Miro y veo todo el tiempo y el tiempo de trabajo a veces está y a veces me lo hago para crear eso otro, la continuidad entre lo visto y apreciado y merecedor (según mi visión) de ser reelaborado en acción en otro resultado (este sería el estético/artístico) que es el objeto, hecho artístico, textura, artefacto, que reinterpreta la visión del hecho para quien quiera o sepa o pueda vibrar de manera similar. Con el propósito de denunciar y agregar un nuevo objeto (soporte en este caso) a la realidad objetiva; a veces es texto, a veces sonido, a veces la imagen me dicta el todo y es canción o argumento o guión.

G.A.: ¿Creás pensando en un futuro escucha o en ese momento estás totalmente metido en tu mundo interior?

O.L.: No me parece tener un mundo interior que no se conecte permanentemente con la realidad objetiva, es una dialéctica constante y en ese sentido quizás aparece la necesidad de decir algo con un criterio didáctico/pedagógico aunque también identificatorio/creativo. Estoy siempre atento y quizás es una forma no explorada o no aceptada por muchos. Me dejo llevar pero siempre estoy consciente. Siempre imagino la trascendencia.

G.A.: Un  tema debe invitar a imaginar, a escuchar, a conmover, a mostrar realidades, a seducir…

O.L.: Si mi respuesta se dirigiera a un público estudiante, seguramente me vería inclinado a decir que a imaginar, escuchar y conmover con el resultado creativo. En la intimidad de este reportaje debo confesar que siempre intento, procuro seducir.

G.A.: ¿Tus referentes para componer y escribir vienen de la música o de la poesía?

O.L.: De una poética que no es estrictamente poesía, la que surge de los imaginarios de mis artistas o personajes amados, los decires (p ej. en reportajes) u obras de gente como Berni, Piazzolla, Evita, José Martí, Cortázar, Guevara, Federico Nietzsche, Artaud… Chopin, Schoenberg, Falú, Dávalos, Castilla, Leguizamón, Tejada Gómez… la palabra mutando en palabra para decir lo que querés decir y el sonido buscando la palabra y ésta enredándose o buscando seducir al tiempo corporizándose en sonoridad.

G.A.: Ya no se habla, casi, de la importancia del  compromiso del artista con su tiempo, como en otras épocas. ¿Qué pensás al respecto?

O.L.: Pienso eso, que no se habla, como si no fuera útil, necesario, como si, y esto ha crecido en estos tiempos desgraciados que nos tocaron, lo artístico (no me gusta decir el arte), transitara por otros lugares, no políticos, no sociales, no comprometidos, no populares, como si se pudiera estar al margen, con la mira sólo puesta en lo creativo y haciendo abstracción de que se llega al mundo con un lenguaje, con un idioma, con un nombre, con una religión, con una historia social y familiar… nos fabricaron este relato que está contaminando una manera de pensar, sentir y actuar que durante los años que van entre 2003 y 2015 habíamos logrado construir pensando lo colectivo como continente del crecimiento de cada uno. El problema es cultural. La revolución cultural es siempre. De los pueblos o si no del enemigo… el imperio siempre impone su cultura. 

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