El Objeto Artístico en el Arte Moderno contemporáneo

Vigencia de Marcel Duchamp

Por la Lic. ADRIANA GASPAR


El siglo XX ubica el arte en sus comienzos bajo el doble signo del mas-objeto y del menos-objeto, o del todo objeto y del ningún objeto en absoluto, así lo definió Gerard Wajcman, en su libro: El objeto del siglo.
Lo que ha marcado el inicio y el transcurrir del siglo ha sido  por un lado “Una Rueda de Bicicleta”, fijada en un banquito de Marcel Duchamp, y por otro lado “Un Cuadrado Negro sobre fondo Blanco” de Malevitch. Esta obra ha sido el primer objeto suprematista.
Dos posturas claras frente al objeto: una obra de arte totalmente reducida al objeto y otra totalmente despojada de él.
Ambas, forman sin lugar a duda dos nudos increíbles y en estos dos nudos quedó apresado el siglo XX.
Me voy a referir al objeto de Marcel Duchamp con todo lo que éste significó para el siglo XX.
El objeto en serie pone indudablemente en suspenso las singularidades de la obra de arte y Duchamp puede decir con lógica que el “ready-made” no tiene nada de único, pero la particularidad genética, en cambio, permanece de un modo absoluto.
Si desde lo visual y lo mental, una rueda de bicicleta no es una pala para nieve , es aquí donde alcanza, según Duchamp su valor, lo que él denomina la forma del “ready-made”.
Si hacemos historia, el objeto aparece en escena cuando el cubismo utiliza el collage en su lenguaje estético. Éste insertaba los materiales reales, en el ámbito del cuadro, haciendo una elaboración de los mismos en ese contexto. Otro era el objeto autónomo y estructurado, como lo utilizó Picasso: él lo elevó como fragmento objetual, fragmento introducido sin modificaciones. Esto es lo que conduce, sin lugar a dudas, a los “ready made”.
En 1917, Duchamp envía a una exposición la famosa obra “Fuente” firmada por R. Mutt. Las críticas hablaron de vulgaridad, de inmoralidad, de plagio. Con una clara intención provocativa Duchamp dice: “que si el señor Mutt ha producido o no la “Fuente” con sus propias manos es irrelevante. Lo importante es que la ha elegido. Ha tomado un elemento normal de nuestra existencia y lo ha dispuesto de tal forma que lo ha convertido en una obra de arte”. 
Para él, el gesto alcanzaba la categoría de una provocación artística contra el concepto y objeto del arte burgués. Y este gesto de provocación es considerado como arte. Duchamp acentúa la voluntad y decisión, la elección del creador que declara al objeto como obra de arte.
 Queda abierto el siguiente planteo: ¿Es el gesto lo que lo ha elevado a ese lugar de privilegio?
En esta operación, el artista se convierte en el pionero del arte objetual y conceptual.
En esa época, los dadaístas utilizaron el uso de materiales no artísticos pensando que de esa forma producirían el anti-arte. ¿Es factible hablar de anti arte? ¿O es un arte que se gestaba en contraposición a la burguesía? A pesar del paso de los años y de la tarea la construcción de los procesos históricos aún está pendiente la respuesta.
En 1914, en sus obras, Merz  aprovechó el ritual de la destrucción de los objetos: coincidentemente  “merz” significaba utilización de lo viejo, de lo dado como material para la nueva obra.
Desechos de materiales, pequeños objetos encontrados, fragmentados pegados y/o superpuestos, todos montados en el cuadro, tenían como objetivo la creación de relaciones entre todas las cosas del mundo, la superación de las fronteras entre las artes literarias y las plásticas.
El objeto surrealista, en cambio, se sirve del concepto de azar.
Fueron protagonistas de una famosa exposición que los surrealistas realizaron en 1936 en París. En aquel momento el erotismo objetual se vio representado en las muñecas y maniquíes por las cuales Dalí tenía fascinación. Por otra parte Man Ray prefirió la belleza de dos realidades extrañas situadas en un mismo plano.
El objetualismo surrealista puso gran énfasis en el azar como relación individual del hombre con sus vivencias, el azar entendido como una elección inconsciente y como una conquista de nuevos grados de conciencia mediante asociaciones provocadas.
Otra de las posibilidades que nos brindó el objeto en la década del 60, fue el ensamble, que está compuesto por materiales o fragmentos de objetos diferentes, desprovistos de sus determinaciones utilitarias, agrupadas de un modo casual o aparentemente al azar.
Los ensambles de Louse Nevelson también alcanzaron gran importancia en la década del 60.
Con  estructura dadaísta y constructivista la artista desarrolla una imagen en que viejos armarios que no son sometidos al uso práctico contienen una carga de nostalgia del pasado que provoca gran sensibilidad en la obra.
La escena americana durante la primera etapa del arte pop podemos denominarla como la estética del desperdicio, vinculada a los intentos de unir el arte y la vida. Las obras más conocidas del arte objetual americano son las pinturas combinadas (síntesis de pintura y montaje de objetos). En ellas se introducen objetos de la sociedad de consumo que provocan, a veces efectos mágicos y fetichistas.
 Andy Warrol (específicamente con “La Caja de Jabón Brillo”) y  Duchamp 40 años atrás, trasgreden  y rompen con el discurso estético, académico, de sus respectivas época.
Para Marcel Duchamp el arte no radica tanto en un aspecto morfológico, de carácter estético, sino en una cuestión netamente de operación mental. Un visionario del arte de la segunda mitad del siglo XX.
Fines de la década del 60 y principios del 70, se producen desplazamientos del objeto hacia las más diversas prácticas del arte conceptual, en las que importan más los procesos formativos, de construcción, que la obra terminada y realizada.
El arte contemporáneo, en general, puede  definirse como un arte de reflexión sobre sus propios datos. Concepto que nos conduce directamente  al punto de partida de este ensayo, al conectarnos con Marcel Duchamp, considerando que para él, el arte no es tanto una cuestión de morfología sino de función, no tanto de apariencia sino de operación mental. Esto es lo que ubica a Fuente en un lugar de privilegio.
La máxima objetualización de Duchamp inaugura al mismo tiempo la desmaterialización y la conceptualización, la declaración de los objetos a través de los “ready-made”.
Cuando hablamos de desmaterialización y de práctica procesual también volvemos a otro de los puntos de partida: al Cuadrado Negro Sobre Fondo Blanco, obra despojada de todo materialismo, casi desnuda, una obra que expone sobre todo, el enigma de lo pictórico.
A pesar de las prácticas conceptuales que empezaban a propagarse en todo el mundo en la década del 70, aparece otro fenómeno en el que el objeto vuelve a ser protagonista: el Libro de Artista, obra en la que lo conceptual se une con lo objetual dando lugar a una nueva imagen visual con códigos y reglas propias.
También en esa época aparecen las instalaciones pero  el objeto igual continúa teniendo relevancia, junto con lo conceptual. Desde los 70 y hasta nuestros días, el arte de concepto y el arte objetual se retroalimentan en la creación artística de una obra de arte.
El protagonismo del objeto se manifiesta diferentemente:
a) Objetos presentados, como en el caso de “Fuente” de Marcel Duchamp, que son los objetos sin modificaciones.
b) Objetos modificados o intervenidos: que son todos aquellos en los que  la mano del artista ha realizado modificaciones en el mismo, para su mayor integración en el contexto que lo rodea.
c) Objetos-construcciones: se parte de los elementos abstractos para realizar un nuevo objeto.
d) Cuadro-objeto: interviene como soporte el cuadrado pintado, y en él se elevan fragmentos de objetos, materiales, todos montados dentro del mismo plano.
e) Objeto-caja: lo  fundamental es el rol de la caja como creadora de un espacio propio, en el cual se establece un diálogo entre este espacio y los objetos que lo habitan.
f) Libro-objeto, una nueva imagen visual con códigos y reglas propias.

El objeto abre un inmenso camino de investigación. En él, el deseo de experimentación, el azar, el juego, la ironía, actúan como motores de la creatividad, vínculos que utiliza el artista para conceptualizar su operación mental y objetualmente autenticarlo en obra de arte.
Más allá de la corriente estética a la que pertenezca, la resonancia del objeto continúa vigente después de casi un siglo de existencia.

 

Bibliografia:

Valeriano Bozal Fernández, Los primeros diez años 1900 1910, los orígenes del arte contemporáneo, Madrid, 1991.
Gérard Wajcman, El objeto del siglo. Amorrortu, Buenos Aires, 2001.

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