“LAS CIENCIAS OCULTAS EN LA CIUDAD DE BUENOS AIRES”

(Primera obra significativa de Roberto Arlt)

Por Amadeo Gravino

Roberto Godofredo Christophersen Arlt es sin duda uno de nuestros mayores escritores y de los más frecuentados por la crítica especializada moderna junto con Jorge Luis Borges.
Arlt nació el 26 de abril del año 1900 en la ciudad de Buenos Aires, más precisamente en la calle Piedad 677. Al poco tiempo, sus padres se trasladaron a Méndez de Andes 2138, del barrio de Flores, donde transcurrió su infancia.
Nos dice Raúl Larra en su libro “Roberto Arlt el torturado” (libro biográfico sobre Roberto Arlt, publicado por primera vez en el año 1950), que Catalina Iopztraibizer, hija de campesinos de Trieste, fue su madre ( “gran lectora de novelas romanticonas” según afirmó rotundamente alguna vez el propio Arlt); y que Carlos Arlt, militar prusiano de fuerte temperamento y que había nacido en Posen, fue su autoritario padre.
Roberto tuvo una dolorosa y triste infancia fuertemente marcado por la pobreza y el autoritarismo paterno. Desde muy niño soñó con ser escritor: un gran escritor. Hay diversas noticias que nos hacen saber que a los ocho años ya borroneaba historias propias.
El mismo Roberto lo contó así:
“En aquella época yo visitaba la librería de los hermanos Pellerano. Allí conocí a un distinguido vecino de Flores, el señor Joaquín Costa. Este, que conocía mis aficciones de entonces, me dijo cierto día: Si traes un cuento tuyo te lo pago. Al día siguiente fui a verlo con un cuento mío.(…) A don Joaquín le impresionó de tal forma mi cuento, que emocionado, me lo arrebató y, prometiéndome leerlo con mayor detenimiento después, me regaló en el acto cinco pesos”.
Cuando nuestro autor contaba apenas catorce años ya publica un cuento suyo una revista que dirigía Soiza Reilly. También por entonces colaboraba con sus juveniles escritos en periódicos del barrio de Flores y frecuentaba con pasión una modesta biblioteca pública de orientación anarquista ubicada en Terrero al 500, donde tuvo su primer contacto intenso con los libros. Allí Roberto descubre a los grandes escritores rusos, siendo sus preferidos por entonces Gorki y Tolstoi (más tarde descubrirá a su admirado Dostoievski), según nos refiere también Larra. Para esas primeras apasionadas lecturas, el adolescente Arlt seguramente se valía de traducciones españolas ya que la industria editorial argentina prácticamente no existía por esos años.
Con precisión y autoridad, nos refiere también Raúl Larra en la mencionada biografía sobre Roberto Arlt, que el 28 de enero de 1920, en el número 63 de “Tribuna Libre”, publicación bimensual que incluía en sus páginas temas sociológicos y literarios, se publica “Las ciencias ocultas en la ciudad de Buenos Aires”, un ensayo de noventa páginas, primera obra significativa y de aliento que firma el joven Roberto Godofredo Arlt, entonces un desconocido para todos que no había cumplido todavía 20 años.
Asimismo, según el criterio de Larra:
“Ese trabajo inicial anticipa “Los siete locos”, su estilo de largas parrafadas, un submundo de alucinaciones, el impacto de sus palabras, el color de sus adjetivos”.
Por otra parte, nos dice en su libro Larra, -recordemos de paso que fue el primer biógrafo de Arlt- en referencia al texto que nos ocupa, que se trata de un trabajo intenso, poblado de innumerables citas de valor pertenecientes a autores de libros literarios y científicos, y que ya en el se percibe con claridad el talento y la agudeza del gran escritor que será después Roberto Arlt.
Seguramente, Arlt es con Sarmiento el escritor argentino al que sentimos más presente en sus páginas siempre cargadas de toda su experiencia: en efecto, todo lo suyo tiene sabor autobiográfico. Por ello, la obra que nos ocupa, como no podía ser de otro modo, comienza con un tono marcadamente confesional: “¿Cómo he conocido un centro de estudios de ocultismo? Lo recuerdo. Entre los múltiples momentos críticos que he pasado, el más amargo fue encontrarme a los dieciséis años sin hogar” nos informa en los primeros párrafos el protagonista.
Luego la acción pasa a la legendaria librería de viejo de Palumbo, donde el autor que narra en primera persona nos refiere que trabaja y que toma contacto con “un joven de extraña presencia” con el que traba amistad y dialogará largamente sobre ocultismo y teosofía.
Ese joven luego lo invitará a su casa que posee una nutrida biblioteca con libros de magia, alquimia, teosofía, etc., los que el narrador irá leyendo con fervor, orientado al comienzo por su amigo reciente. Más adelante, el autor de “Las ciencias ocultas en la ciudad de Buenos Aires” nos hace saber del desarrollo creciente de su amistad con su amigo ocultista y que las múltiples charlas con su guía y sus nuevas lecturas sobre ciencias ocultas, lo llevan a intentar iniciarse. Así, el narrador se inicia en la Logia Vi-Dharma y frecuenta con entusiasmo idealista ese para él misterioso ambiente durante dos años. Al cabo de ese tránsito en la Logia, descubre nuestro protagonista-narrador un insospechado para él clima de farsa. Entonces, pasa a denunciar con fuerza la corrupción interna, la inmoralidad de la Logia; critica a Madame Blavatsky y su “Doctrina Secreta” , a Madame Bessant , a la que sospecha como agente de una de las principales potencias de aquellos años: Inglaterra. Y termina alertando seriamente a otros posibles ingenuos estudiantes de ocultismo, con esta rotunda opinión:
“Nuestro siglo y los venideros, más que vanas especulaciones metafísicas, (…) necesita hombres exponentes de una evolución cuyo fin debe consistir (…) en la perfección del orden social”.
Según Larra (con cuya sospecha coincido plenamente) tal vez el Arlt adolescente autor de esta obra que estamos analizando, en su incursión por la Logia Vi- Dharma, entre magos,alquimistas, reencarnados, chelas y dobles, haya conocido al Astrólogo que volverá después de unos diez años a ser protagonista decisivo y fundamental de “Los siete locos” (1929), su mejor novela.
A su vez, para Horacio González, otro actual y destacado estudioso de la obra de Roberto Arlt, en “Las ciencias ocultas en la ciudad de Buenos Aires”, Arlt recubre deliberadamente de adversas evidencias el estudio de las ciencias ocultas en nuestra ciudad: para Arlt los cultos esotéricos que se propagan entonces por Buenos Aires vendrían a ser nada más que una vulgar farsa perversa. Nos informa también González, autor del conocido estudio “Arlt, política y locura” dedicado a nuestro gran novelista, que el escrito de Arlt que venimos analizando está concebido como un serio, monótono y prolongado informe periodístico que se inicia con referencias autobiográficas del protagonista- narrador y presenta también un teatro de muchas animadas citas sobre el tema tratado, como ya vimos: y aclara que el hilo conductor del relato no se aparta nunca de la voluntad aparente del narrador de levantar un tribunal que refute a los farsantes practicantes de la magia, el ocultismo, etc.
Y dice, asimisino, González, que es motivo principal del ánimo impugnador de Roberto Arlt la doctrina del cuerpo etéreo postulada por Madame Blavatsky en su “Doctrina Secreta”, en opinión coincidente con Larra.
Según González:
“Para Arlt los fenómenos extrasen-soriales tienen -ya por aquellos años- una explicación científica rotunda y terminante que deja cada vez con menos sustento a las especulaciones místicas y/o esotéricas”.
Agrega González que el protagonista-narrador, en otro sitio más avanzado de su narración, analiza con gran cautela y prudencia narraciones de Lugones, partidario de la Teosofía al igual que Guiraldes de quien Arlt será secretario más tarde, las que sin duda han sido influenciadas directamente por las enseñanzas de Madame Blavatsky. Por otra parte, también opina el comentador que a lo largo de todo el trabajo que estamos tratando, Arlt somete al ocultismo a una aparente crítica desencantada y burlona. Y opina que todo el texto exhibe a su vez un gran caudal de lecturas especializadas en los temas abordados, como ya lo hemos visto.
Esto vendría a ser para González, una evidente muestra del esfuerzo desplegado por Roberto Arlt para informarse profundamente antes de escribir al respecto. Asimismo, nos dice González que, según el tratamiento dado a ese trabajo, podemos comprobar que aparentemente en Arlt triunfa la voluntad despectiva y un pendenciero denuncismo respecto a las ciencias ocultas. Por ello el protagonista- narrador condena sin piedad las farsas del conocimiento del ocultismo y no tiene incluso reparos en reclamar el contundente apoyo de la fuerza pública en su contra. Por lo que anota en un tono celebratorio en otro pasaje del texto: “Es de aplaudir la actitud de la policía que no hace mucho clausuró una Escuela de Magia en Corrientes Y Callao”.
Pero siempre, según yo creo y también sospecha de alguna manera Horacio González en su análisis, hay también en Roberto Arlt una atracción ciega, oscura, por esas supuestas “malformaciones del espíritu” que viene condenando con tanta fuerza en su escrito, y que más adelante -como lo insinuaba ya Larra- al avanzar en la construcción de sus grandes novelas podrá ver como la sede de un raro lirismo que de algún modo lo seduce.
Es decir, que ya notamos en “Las ciencias ocultas en la ciudad de Buenos Aires”, primer trabajo de aliento publicado por Roberto Arlt antes de cumplir veinte años, que en el espíritu de nuestro gran autor conviven conjuntamente el rechazo y la tentación respecto a las ciencias ocultas. Y me parece percibir que esa gran tensión entre el rechazo y la tentación por las ciencias ocultas -que ya se evidencia veladamente en “Las ciencias ocultas en la ciudad de Buenos Aires”– es la semilla y una de las principales razones de ser de las novelas mayores de Arlt.
A propósito, y para avalar lo que digo, quiero terminar mi reflexión recordando esta cita de Nicolás Bratosevich, la que parece hacer una clara referencia a la magia y a las ciencias ocultas, aunque en realidad habla de una gran novela de Roberto Arlt:
“Los siete locos cuenta el proyecto del Astrólogo de construir una ficción que actúe y produzca efectos en la realidad”.

Deja una respuesta