FRIDA KAHLO en el Museo della Permanente – Milano

Por Gladys Noemí Sica
(Especial desde Italia)

 


“Pinto a mi misma porque es la cosa que conozco mejor”.-“Pensaban que también yo fuera surrealista pero nunca lo he sido. He pintado siempre la realidad, no mis sueños”. “Pies, ¿ para qué me sirven si tengo las alas para volar?”.

 

Retrospectiva de la artista de obras provenientes en su mayoría del Museo Dolores Olmedo Patiño de la ciudad de México –unas veinte pinturas y siete dibujos junto con más de cincuenta fotos– curada por el crítico Bonito Oliva y Vincenzo Sanfo. La muestra se inauguró el 9 de octubre de 2003 y clausuró el 8 de febrero de 2004.
El muralismo mexicano se afirmaba internacionalmente en ese momento, cuando ella, Frida Kahlo, toma la arriesgada decisión de representar sólo su biografía personal y sólo en pequeño formato.
Su obra y su vida marchan anudadas en manera particular, por eso no queda otro camino que avanzar paralelamente para conocer a esta artista en su totalidad: a través de su obra y de su vida.
Nace el 6 de julio 1907 en las afueras de la Ciudad de México, en la “Casa Azul” de Coyoacán donde vivirá y morirá.
Su padre Guillermo (Wilhelm) Kahlo (hijo de padres judíos-húngaros) había nacido en Alemania y emigrado a México. Con la ayuda de su padre, al poco tiempo se convierte en un fotógrafo famoso y se casa con una mexicana que al dar a luz la segunda hija, muere.
De la segunda esposa, Matilde Calderón, nacen otras cuatro hijas, de las cuales Frida es la penúltima.
Tiene el primer drama de salud a los 6 años con un ataque de poliomielitis que, después de nueve meses pasados en cama, le deja para siempre una pierna defectuosa. Por esto sus compañeros de escuela la apodan “Frida, pata de palo”.
Sigue los estudios en un colegio alemán, siempre en la Ciudad de México.
A los 15 años es una de las treinta y cinco mujeres del total de casi dos mil estudiantes de la prestigiosa Escuela Nacional que se prepara para entrar a la Universidad.
Desde el inicio sus intereses fundamentales fueron la biología, la literatura, el arte, los idiomas, el cine, los ensayos sobre religión.
Es allí, donde por esos juegos misteriosos del destino, conoce fugazmente a Diego Rivera –en ese entonces de 36 años, pero ya célebre muralista- mientras afrescaba una pared de dicha escuela.
El segundo drama de salud fue el grave accidente que sufrió a los 18 años: el autobús en el cual viajaba choca con un tranvía. Mueren varias personas, Frida pasa un mes internada en el hospital.
Escribe en su diario: “… un pasamano me traspasó la espalda, en el mismo modo en el cual una espada traspasa al toro”.
A partir de ese momento, desde 1925 hasta su muerte en 1954, Frida será operada más de treinta veces, siempre como consecuencia de este accidente.
Es aquí, durante esta larga convalecencia, cuando empieza a pintar, sobretodo retratos de familiares y autorretratos ayudándose con un espejo que su madre colgó del techo (ella había proyectado hasta antes del accidente ser médico).
En la muestra, primero vemos “Retrato de Alicia Galant” de 1927, una obra juvenil donde todavía su originalidad icnográfica y simbólica no aparecen.
En 1928, a los 21 años, se inscribe en el Partido Comunista y acá tiene lugar el segundo encuentro decisivo con el pintor Diego Rivera: comienza una historia amorosa que durará hasta su muerte, historia de pasión e infidelidades, de abandonos y reencuentros.
Frida y Diego se casan por primera vez al año siguiente, en 1929.
De ese año, vemos “El autobús” en un estilo falso naif –que conservaran un poco siempre sus obras- por el uso del color sin esfumaturas y los cuerpos rígidos, como también sucede en “La niña Virginia” y el “Retrato de Eva Frederick” de 1931. Aunque en éstos dos últimos se puede ya diferenciar el origen de un estilo personal, en ciertos rasgos e intensidad del retrato.
En 1930, Frida debe interrumpir su primer embarazo a causa de irregularidades óseas. La pareja se transfiere a New York, donde Rivera realiza una muestra en el MOMA y otras importantes obras públicas.
En 1931, con “Retrato de Luther Burbank” -pintado cuando vivían en San Francisco- pasa por primera vez de una concepción de retratista tradicional a una concepción personal simbólica-fantástica.
Aquí la simbiosis hombre-naturaleza, que reaparecerá muchas veces en sus obras, se muestra en un proceso de transformación de la muerte a la vida a través de la figura del agricultor-experimentador Burbank que de la tierra-planta se transforma en hombre de cuyas manos nacen nuevas plantas.
En 1932, debe interrumpir su segundo embarazo y es aquí cuando realiza el conocido “Henry Ford Hospital Detroit” y también recibe la noticia de la muerte de su madre.
Dicha pintura muestra un enorme lecho sobra el cual la figura de Frida -algo retorcida por el dolor, sobre un charco de sangre y llorando- está en el centro de seis elementos simbólicos unidos por un rojo cordón umbilical.
En 1934, al retornar a México, se suma al dolor de otra complicación de salud por el tercer aborto y a la operación de su pie derecho, la relación que nace entre Rivera y Cristina Kahlo (la hermana menor).
En 1935 Frida se separa y vive sola en el centro de la ciudad. Inicia una relación con el escultor japonés-americano Isamu Noguchi.
Realiza el cruento “Unos cuantos piquetitos”, pintura que se relaciona con el “Henry Ford Hospital Detroit”, en especial por la figura femenina en una pose contorsionada sobre un lecho de sangre. Al lado, su asesino con mirada indiferente e irónica, dirá a los jueces que sólo le ha hecho “unos cuantos piquetitos”.
El año 1936 es un año sumamente importante en su país: se nacionalizan muchos sectores de la economía y se reparte la tierra a los campesinos. Frida vuelve a vivir con Diego: el nuevo acuerdo no incluye la fidelidad en el matrimonio para ninguno de los dos.
Lev Trotskij y Natalia Segovia, en 1937, son sus huéspedes en la Casa Azul, después también reciben la visita de André Bretón y Jacqueline Lamba.
Este es un período muy fértil para su producción artística.
En este año realiza “Mi nodriza y yo” considerada por ella uno de sus trabajos mejores (la madre de Frida, al quedar embarazada de su hermana menor Cristina, no pudo seguir amamantándola).
Frida se representa con el cuerpo de niña y el rostro de adulta, la nodriza tiene una máscara usada en la tradición fúnebre india; Frida dirá que de ella ha heredado su naturaleza salvaje. El seno de la nodriza se transforma en una planta florida (como sucedía en el “Retrato de Burbano”).
En 1938, a los 31 años, realiza la segunda muestra individual en la Julien Levy Gallery de New York, con un éxito total, tanto de ventas como de críticas (Picasso y Kandinsky la apoyaron).
Después, conoce al fotógrafo Nickolas Muray con quien tiene una relación sentimental.
En 1939, por medio del surrealista Marcel Duchamp expone en Francia en la Galerie Renou et Colle. El Museo del Louvre le compra una pintura. Cuando regresa triunfante a su país, Diego le pide el divorcio (¿tal vez en un ataque de celos profesionales o privados?). Pinta “Las dos Fridas” y “Autorretrato con los cabellos cortados”, dos obras fundamentales, lamentablemente, no presentes en esta muestra.
En 1940, Trotskij es asesinado y a fines del mismo año Frida y Diego se casan por segunda vez y vuelven a vivir en la Casa Azul.
En 1941, Frida forma parte nuevamente del Partido Comunista.
El éxito y el reconocimiento público de Frida –esta mujer culta e inteligente, amante del canto, del baile, de las reuniones con amigos, del tequila, gran fumadora y bisexual- como artista continúa creciendo, lo mismo que su leyenda personal.
La intensa relación amorosa con Diego Rivera, sus ideales políticos y sociales, el amor por las raíces y la historia indígena -que la llevaron al extremo de cambiar su fecha de nacimiento por el 1910 (año de la revolución mexicana), a vestirse como las vistosas indias tehuanas ( es posible que esta elección tuviera que ver con el hecho de ocultar el problema de la pierna derecha que aumentaba) y colmar con sus simbolismos los cuadros- todos sus sufrimientos personales y su lucha contra la salud precaria se convirtieron por medio de su pintura en el dolor de un pueblo y su lucha por la justicia social y la revalorización de sus costumbres.
También en 1941 muere su padre, Frida ahora sólo pinta aprisionada en un busto de yeso a causa de las secuelas de una operación de la columna.
En 1943 enseña en una escuela de arte, pero enseguida, debido a sus constantes problemas de salud debe continuar la actividad en la Casa Azul; su método de enseñanza particularizado le da popularidad: a parte de la técnica enseña una especial forma de autodisciplina y autocrítica.
De 1944 vemos el “Retrato del ingeniero Morillo Safa” -quien le compró más de treinta y cinco obras- y el “Retrato de doña Rosita Morillo”, su madre. En este último cuadro el hilo rojo de la señora que teje, cae recordando un cordón umbilical y en fondo, la típica vegetación mexicana usada por Frida –en la que no es difícil encontrar parecidos con las junglas del “Aduanero” Rousseau.
Del mismo año, “La flor de la vida” donde encontramos otro tema frecuente en la artista: la fecundación y la sexualidad vegetal y humana que se funden, y acá finalmente los pétalos que se transforman en un feto.
También de 1944, “La columna rota”, una de las obras más importantes presente en la exposición: muestra claramente la situación de su cuerpo lacerado que es atravesado por una columna rota (se relaciona con el accidente de los 18 años) con clavos por todas partes y sostenido por un busto metálico que ella usaba para aliviar su sufrimiento.
Su rostro está lleno de lagrimas, pero se mantiene impasible y hace frente con dignidad a la dura prueba de la vida.
En 1950 debe sufrir todavía otras siete operaciones y también la amputación de cuatro dedos de su pie; se moverá de ahora en más, en silla de ruedas. Aumenta el consumo de antidoloríferos.
En 1953 tiene su primera muestra individual en México: ella llega allí con los vestidos y joyas típicas mexicanas en ambulancia y es transportada en una camilla hasta su cama instalada en la galería. Al poco tiempo deben amputarle la pierna derecha ya con gangrena. Con el uso de una prótesis logra caminar, pero la depresión avanza. Se puede decir que a partir de 1951 el uso de la droga se evidencia en su pintura: la pincelada es menos precisa, mucho más matérica, los trazos más toscos.
Las bellísimas obras que cierran su producción en esta muestra son “El círculo” y “Corazón, cactus y embrión” (de fecha imprecisa). Con pincelada libre y corposa vemos en el primero toda la sensualidad de un pubis femenino que aparece confundido entre la espuma marina y la erupción volcánica, en el segundo, en cambio, el rojo corazón deseoso de ser madre, el feto suspendido en un cielo tórrido y el cactus –como su cuerpo- seco e incapaz de una exhuberancia de vida para siempre.
Muere el 13 de julio de 1954 en su casa de Coyoacán, a los 47 años de edad. Sus cenizas se conservan hasta hoy en un recipiente precolombino en su Casa Azul, que desde 1958, se transformó en el Museo Frida Kahlo.
Una de las aproximadamente cien obras de la pintora, “Autorretrato con aeroplano y reloj” de 1929, desde mayo de 2002 tiene el privilegio de ser el cuadro vendido más caro (a 5.065.750 dólares) en México, en América Latina -y como mujer- en todo el mundo.

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