Pipo Lernoud

“El rock implica una actitud de libertad y cuestionamiento”

Por PATRICIO FERNÁNDEZ

Hay gente a la cual  asociamos  de inmediato a los genes del rock nacional porque fueron quienes supieron construir lazos muy estrechos con músicos, que tejieron los primeros puntos de un género que hoy, lleva más de cuatro décadas  de existencia. Y sin dudas Pipo Lernoud, es uno de estos.
Sin embargo, Pipo no es sólo un recuerdo de La Cueva y de los primeros melenudos de aquella década cargada de historias, que hoy llenan páginas de libros especializados en temas del rock vernáculo. Claro que cuando lo mencionamos nos viene a la memoria canciones  como Ayer nomás o La princesa dorada compuestas por este hombre que ha sido una suerte de gurú para la generación pionera del rock. 
Su romance con la cultura joven no se detuvo, a mediados de la década  del setenta forma parte del staff de la revista Expreso Imaginario, fundada por el periodista Jorge Pistochi y de la cual fue director.
Cuando este número de Generación Abierta llegue a sus lectores la mítica revista cumplirá treinta y siete años.
En esta entrevista Pipo recuerda los inicios de una revista que supo trasgredir con temas como la ecología y las culturas latino- americanas, un tema tabú y poco incursionado en los medios de la época y por supuesto hablamos de rock  nacional, mejor dicho  de rock argentino como le gusta definirlo. 
 

G.A.: ¿Cómo surge el proyecto de Expreso Imaginario?  
P.L.:
La idea tenía ya su tiempo. Nace de la cabeza de Jorge Pistochi, creador de la revista Mordisco, especializada en rock.
Jorge me contactó a mediados del  año setenta y cinco con una carpeta, un logo y con  la primera tapa ya diseñada. Empezamos a buscar financiamiento para el proyecto y a pensar como armarla. 

G.A.: ¿Quiénes formaron el primer staff de la revista?   
P.L.
: El primero que se nos ocurrió fue Horacio Fontova, él le puso estética al Expreso. Una personalidad que la destacaba entre las revistas de Argentina y probablemente del mundo.
Luego  se sumó  Alfredo Rosso que estaba en la colimba y que ya escribía en Mordisco. Alfredo trajo a Claudio Kleiman y a Fernando Basabru.
Después de meses de búsqueda y pruebas fallidas aparece el editor y financista Alberto Ohanian  y se concreta el proyecto, Ya era verano del año setenta y seis y al tiempo se produce el golpe militar de Videla.   

G.A.: La incertidumbre habrá sido… ¿continuamos o lo dejamos acá?  
P.L.:
Sí, discutimos bastante, teníamos temor porque la idea nuestra era hablar de drogas,  del mundo sicodélico, o de religiones. Decidimos no tocar esos temas porque entraríamos en problemas. Fundamentalmente no hablamos de política, entonces la solución fue hablar de cine, música, literatura y comenzamos a buscar un lenguaje no tan frontal.

G.A.: ¿El reto era escribir entre líneas para pasar lo más desapercibido posible?   
P.L.:
Uno tenía que continuar haciendo cosas y debías deconstruir una forma para poder realizarlas, sin que te torturen ni te hagan desaparecer. Algo que comenzaba desgraciadamente  a  hacerse cotidiano. Fueron épocas difíciles donde Charly comienza a   componer  temas con muchas metáforas ocultas, uno de los tantos fue “Alicia en el país de las maravillas” que habla de lo difícil que significaba vivir en  Argentina.   
Nosotros también  hacíamos lo  mismo, hablábamos con Ferlinghetti, que hacia una crítica  a la sociedad americana moderna, y  de alguna manera con esa nota también realizábamos una crítica de lo que estaba pasando en  Argentina pero muy por elevación.  

G.A.: ¿Nunca  tuvieron problemas de censura?  
P.L.:
Creo que los tipos no se daban cuenta de lo que nosotros decíamos, supongo que creían que era sólo una revista de chicos, no  lo tomaban como un mensaje peligroso.
Con el tiempo la revista se tornó más interesante porque descubrimos  que había muchísimas cosas de que hablar, temas que hasta el momento nadie los trataba o pocos lo hacían.  

G.A.: ¿En aquella época es cuando comienza a interesarte la ecología?   
P.L.:
Fue  la  primer  revista que comenzó a hablar del tema. A mí siempre  me interesó y creo que el rock siempre ha estado del lado ecológico. Almendra le cantaba al campo, Arco Iris hacía lo mismo con Mañana Campestre, todos tenían mensajes relacionados con volver a la naturaleza, sosteniendo que  es maravillosa que  la ciudad es mala y te persigue, pero era un mensaje muy vago.
Recuerdo revistas españolas que hablaban sobre el tema, leía a los californianos, tenía gente amiga que vivía allá y recibía mucha información. Eso me daba un panorama amplio y veía que tenía mucho que ver con la filosofía del rock,  con la búsqueda espiritual, con el hinduismo y con muchas cosas que están relacionadas con el rock, y que mucha gente no se da cuenta pero están ligadas. De hecho los primeros que comenzaron con la ecología fueron los hippies  que  han fundado Greenpeace y Amnistía International.  

G.A.: Recuerdo una nota sobre energía nuclear… ¿algo que les habrá molestado bastante a los militares?   
P.L.:
Esa vez tuvimos miedo y por suerte no pasó nada. Nos metimos con la energía nuclear algo que manejaban  ellos.  Era un tema intocable para los medios, con la excusa de la seguridad nacional no podés enterarte de nada y no se sabe qué nivel tienen las plantas nucleares. Nosotros hablamos del tema pero nunca mencionamos a  Argentina, creo que eso fue lo  que nos salvó. Recuerdo la portada de un Superman viejo haciendo alusión al tema.   

G.A.: ¿Cómo vez hoy al periodismo joven? ¿Notás qué están más interesados en querer vender el último trabajo que editó la compañía grabadora? 
P.L.:
Estoy dando  clases sobre rock y hablamos justamente de la comercialización del rock  que está copado por las multinacionales y corporaciones y lo que quieren es fabricar  productos.
Yo escribo para “La mano” y creo que está a mitad de camino, por un lado está por el circuito comercial pero también es un medio que a la hora de buscar publicidad, nosotros le decimos las notas no se tocan, eso  significa que tenemos toda la autonomía de escribir lo que queremos, nadie  nos va  a condicionar de lo que tenemos y queremos hablar, así es nuestro pacto con los anunciantes por eso tenemos menos publicidad que la “Rolling Stones”.
Hay un buen periodismo musical. Afuera escriben bien pero son menos cuestionadores  mientras que acá hay ciertos cuestionamientos y me parece que “La mano” forma parte de eso.  

G.A.: ¿Te gusta el término Rock Nacional o preferís llamarlo Música de Fusión Argentina?
P.L:
A mí  me  gusta más rock argentino,  porque todos tienen un rock nacional. Para mí rock  también es la orquesta Fernández  Fierro, hace tango pero la considero una banda de rock porque su actitud es de rock.
Si entramos en géneros, unos hacen pop otros folk. El rock es un espacio que se ha creado en libertad,  es el que ha formado a los nuevos cineastas. Sin embargo al folclore le ha costado mucho y no absorbió nada del rock, después de cuarenta años los folcloristas continúan cantando las mismas cosas y con el tango sucede lo mismo, hay nuevos tangueros pero quieren tocar como Troilo y cantar las canciones de hace cincuenta años atrás, que son letras que no tienen mucho sentido.  

G.A.: ¿El rock es la música que más ha evolucionado musicalmente hablando?    
P.L.:
Sí. Los Beatles tenían un gran mérito, el saber mezclar todo tipo de música,  de hindú a música de circo. Si uno escucha los  discos de ManalAlmendra o los Abuelos tienen un poco de todo, luego el rock  argentino tuvo un quiebre en donde se hizo exclusivamente rock. Bandas como: Pescado Rabioso, La Pesada, eran rockeras, también hubo en esa época un prejuicio, si no escuchabas  rock eras un maricón y lo acústico quedó un poco aislado, tardó mucho en  volver esa fusión. Creo que León  aportó  con su disco “De Ushuaia  a la Quiaca”, un trabajo estupendo.
Cuando llegó Mano Negra a Argentina fue un  referente para los músicos de acá. Todos tus muertos, Los Cadillac y más adelante Los Piojos  creo que todos son un poco hijos de esta banda.  
El rock implica una actitud de libertad y de cuestionamiento. En cuanto a la composición de letras ha evolucionado más que el tango y el folclore, no hay nada que se le acerque. Laura va  de Almendra es mejor a  cualquier tango de los sesenta, lo mismo pasa con  Avellaneda blues de Manal. 
El rock fue un género que se fue adaptando a la sociedad, habló de la dictadura, el tango jamás lo hizo, viven del pasado. El folclore tiene una cultura conservadora mientras que el rock  es más cuestionador.  

G.A.: ¿Pensaste en los comienzos que  el rock se convertiría en un fenómeno social?     
P.L.:
Teníamos una visión contradictoria con la gente de La Cueva. Nosotros estábamos seguros de que esto iba a trascender porque sabíamos que Los Beatles estaban prendiendo  lo mismo que Dylan y era muy seguro que íbamos  a conquistar a la sociedad y que ésta cambiaría. Pero por otro lado éramos concientes de que ninguna grabadora nos prestaba atención a lo que hacíamos y que la movida iba a pasar por otra cosa,  que se produciría un cambio y la juventud cambiaría. Yo me frustré, los jóvenes solamente cambiaron de peinados, no pudieron generar alternativas sociales nuevas, el noventa por ciento  de ellos tiene una época rebelde pero luego se casan y se aburguesan y ahí queda todo, existe un pequeño porcentaje que busca la alternativa pero son los menos y es la gente que está en  el arte.  

G.A.: ¿No existe una utopía de las generaciones posteriores en  idealizar a los sesenta como  una época maravillosa? Sin embargo había mucha represión y más prejuicio que hoy en día.  
P.L.:
Yo voy mucho a las escuelas de periodismo para hacer charlas y los jóvenes sostienen que haber vivido en los sesenta hubiese sido estupendo y realmente no fue tan fabuloso. La cana nos perseguía por todos lados, te metían preso por tener el pelo largo, no conseguías laburo porque tenías un aspecto inaceptable, todo el mundo te rechazaba, te puteaban, te veían dándole un beso a tu novia y te metían en el calabozo sólo éramos doscientos tipos yendo a La Cueva. Afuera el mundo era horrible.  

G.A.: ¿Qué relación tenían ustedes en La Cueva con la gente del jazz?  ¿Cómo los veían ellos?  
P.L.:
Yo creo que ellos no vieron venir al rock, tampoco lo entendieron. Son una generación un poco anterior, siguieron sosteniendo que el jazz es mejor que el rock. Es verdad que técnicamente es superior pero ellos no comprendieron que no era una cuestión de cuatro acordes sino que pasaba más por una postura cultural. 

G.A.: ¿En aquella época estabas convencido que el mundo cambiaría?  
P.L.:
Sí. Me imaginaba viviendo en comuna y que se iba a terminar la política, que nadie le daría más bola, que las mujeres dejarían de pintarse los labios y  no usarían más tacos altos ya que parecería absurdo.  
Gran parte de la generación lo pensó. Guevara pensó que cambiaria el mundo levantando las  armas y nosotros lo pensamos con la cultura. En teoría era como decía Crosby, no se puede cambiar a los grandes pero podemos cambiarles la cabeza a los chicos, ellos vendrán con otra mentalidad y harán otra sociedad; que hasta cierto punto ocurrió pero básicamente estamos con los mismos quilombos de 50 años atrás.
En el mundo estamos discutiendo sobre las bombas atómicas mientras hay medio mundo que se está cagando de hambre. Yo creía que en veinte años el mundo evolucionaría y encontraría su camino.

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