LEON FERRARI Y EL ORDEN DEL DISCURSO

Por ADRIANA LAURENZI

Al hacerse cargo de la cátedra de historia de los sistemas de pensamiento en el Collége de France en diciembre de 1970, Michel Foucault pronunció una conferencia que dio lugar a una publicación llamada El Orden del discurso . En ella adelantó su programa de trabajo y de investigación sobre el origen del poder, su relación con la palabra, el saber, la marginalidad de determinados discursos como la locura o el sexo 1.
La lectura de este texto de Foucault me trajo inmediatamente a la memoria las imágenes de las obras de Ferrari y este artículo intenta evidenciar el parangón entre ambos “textos”.
La filosofía de Foucault se centró en el análisis del poder.
León Ferrari desde la imagen revierte y cuestiona lo establecido, el discurso y su orden evidenciando lo absurdo de los discursos que el poder instala como “sentido común”.
A casi cuarenta años de la aparición del Orden del discurso , el problema del poder y sus estrategias de dominio en el campo de la cultura, la voluntad de imponer un sentido que responda a sus intereses cobra hoy singular vigencia.
El poder económico y cultural nos condicionan, nos trazan límites, se pronuncia sobre nuestro futuro.
¿Es posible poner en cuestión el orden del discurso ?, León Ferrari se ha propuesto desde sus primeros trabajos hasta el día de hoy, crear imágenes que lo contradicen, que nos obligan a pensar.
Cuestiona el statu quo utilizando medios plásticos de un sutil, refinado lenguaje gráfico y morfológico. La imagen se construye como antídoto contra el veneno de la falacia del lenguaje, es anti-lenguaje, contra-discurso.
Foucault señala que el poder, sobre todo en la sociedad occidental, domina, selecciona, produce y redistribuye el discurso.
“….conjurar sus poderes y peligros, dominar el acontecimiento aleatorio y esquivar su pesada y temible materialidad”. 2
La voluntad de saber se apoya en bases institucionales y prácticas como la pedagogía, los libros, la biblioteca, los laboratorios.
Los griegos entendieron al hombre como animal político. Toda acción humana era entendida en relación al estado y no dentro del ámbito privado. Por eso los griegos fueron conscientes de que la cultura es patrimonio de una comunidad basada en determinados valores y principios, enseñables y cuyo patrimonio compartían aquellos que se consideraban hombres libres. Para los griegos la cultura, la coiné, los diferenciaba de los bárbaros.
El derecho pasa a ser el centro de la vida en la polis de la Grecia clásica. La palabra llegó a ser el arma política más importante para detentar el poder entre los iguales. Es el instrumento de la democracia porque quien la domina accede al poder.
Los sofistas aparecen como los nuevos pedagogos en las ciudades griegas y su objetivo fue enseñar a la nueva aristocracia que aspiraba a dirigir el estado. convencer a la audiencia.
La filosofía griega clásica también gira en torno al problema del poder. Así la República de Platón es una teoría sobre la educación y el ideal de la clase dirigente. La Política de Aristóteles es también un estudio ontológico sobre el estado.
Foucault señala que la educación es parte del discurso que responde al poder.
“Qué es después de todo, un sistema de enseñanza, sino una ritualización del habla; sino una cualificación y una fijación de las funciones para los sujetos que hablan; sino la constitución de un grupo doctrinal cuando menos difuso, sino una distribución y una adecuación del discurso con sus poderes y saberes? (…)” 3
Desde la semiología, Charles Peirce hace una crítica al conocimiento entendido como algo neutral y pone en tela de juicio la “objetividad natural” del lenguaje. Toda enunciación es una creación del hombre, que piensa la realidad dentro de su cultura. Por eso no existe una verdad ni un sentido fuera de la cultura y por consiguiente ese universo de sentidos es relativo e histórico.
Desde esta perspectiva el lenguaje es el único camino a las cosas, y la cultura es por lo tanto el universo sígnico, dentro del cual es posible comprender determinados sentidos impuestos.
El poder construye su “relato” mediante un proceso de concientización hegemónica. Y una de las claves de la hegemonía es la redundancia.
El consenso de sentidos aunque no nos lo parezca, es construible, no es natural. 4
Todo pensamiento es una modelización de la realidad al que nos sometemos ya que vivimos dentro de un contexto determinado.
Peirce llega a la conclusión de que la esencia de un objeto o un ente es un hábito semiótico.
Toda hegemonía se manifiesta como una estructura ideológica a través de términos retóricos, discursivos y estéticos.
El poder en el mundo contemporáneo ha tomado conciencia de que no es a través del sometimiento físico e impulsivo como mejor se puede dominar a la sociedad, sino a partir del manejo de determinados valores y objetos que se imponen al deseo.
El poder impone su hegemonía de sentido como un programa único y posible. Podríamos redefinir el aprendizaje como un proceso de sometimiento ideológico, un proceso de hegemonización.
En 1965 León Ferrari tenía cuarenta y cinco años y si bien unos diez años antes había comenzado a incursionar de manera autodidacta en el arte haciendo esculturas de madera , cerámica, yeso y otros materiales, irrumpe en el medio artístico con una obra que desestabilizó los parámetros permitidos hasta por una Institución que pretendía abrir el campo artístico a las tendencias más modernas y transgresoras pero La civilización occidental y cristiana, (un avión bombardero sobre el que montó un Cristo de santería) tocaba fondo, ponía en cuestión al poder, la política de los EE.UU y del Vaticano. Era un verdadero contradiscurso, que fue rechazado por el entonces director del Instituto Di Tella, Jorge Romero Brest, que, no obstante, había abierto las puertas a las expresiones “rebeldes” de la juventud incluso otras de Ferrari. Pero esa obra representaba algo más que un juego de adolescente inconforme.
La intervención militar a Vietnam por parte del ejército norteamericano fue justificada sobre argumentaciones tales como la defensa de los valores “occidentales y cristianos” frente al mundo comunista y la cultura “otra” de los orientales, defendida por el heraldo de occidente.
Utilizó dos imágenes muy fuertes y pregnantes que superpuestas contraponían la “piedad” del cristianismo con el instrumento de muerte más moderno y sofisticado, el bombardero que sostiene a manera de cruz al piadoso Cristo, en nombre del cual se lanzaban las bombas de napalm contra la población civil vietnamita.
En respuesta a una crítica del diario La Prensa que sostenía que las obras expuestas en el Di Tella no eran arte, Ferrari señaló que no le preocupaba que fueran o no arte ya que su intención era expresar sus ideas sobre occidente con la mayor eficacia posible. 5
Ratifica esta postura en un escrito que leyó en vísperas de la muestra Tucumán Arde, en 1968, titulado El arte de los significados.
“Es decir que el artista juzgará sus obras y las ajenas, por lo que las mismas signifiquen para el público al que van dirigidas. Las obras no son geométricas, informalistas o figurativas; sino que son significantes o no significantes.” 6
Ferrari señala que la vanguardia rompió con las convenciones fundamentalmente las formas pero olvidó transgredir los sentidos: “rechazó uno de los materiales estéticos más importantes: los significados”. 7
“El significado solo no hace una obra de arte. Los diarios están llenos de significados que la gente lee indiferente. Nuestro trabajo consistirá entonces en organizar esos significados con otros elementos en una obra que tenga la mayor eficacia para transmitirlos, revelarlos y señalarlos. Nuestro trabajo consiste en buscar materiales estéticos e inventar leyes para organizarlos alrededor de los significados, de su eficacia de transmisión, de su poder persuasivo, de su claridad, de su carácter ineludible, de su poder de obligar a los medios de difusión a publicar la denuncia, de su foco difusor de escándalo y perturbación. (…)”
Ya en 1962 comienza a trabajar sobre grafismos o dibujos ordenados como la escritura sobre renglones.
Una letra que irá desplegándose en arabescos de exquisitos trazos pero que no corresponden a ningún lenguaje: como la serie Carta a un general de 1963 en la que no es posible descifrar el significado de la escritura, y a la que podríamos interpretarla como una “imposibilidad” de comunicación con un general, como aquel que lideró el golpe de estado que derrocó al presidente constitucional, doctor Arturo Illia en ese mismo año, el teniente general Juan Carlos Onganía.
De 1984 es Nosotros no sabíamos en el que denuncia las desapariciones de personas bajo la dictadura militar del 76 a partir de los recortes de fotografías y textos de diarios como Clarín, La Opinión, Buenos Aires Herald, La Prensa, La Razón. Noticias que daban cuenta de cadáveres aparecidos en las costas del Uruguay maniatados y con facciones que se suponían pertenecientes a individuos de origen oriental. Más tarde se confirmó que tales cadáveres eran el resultado de los “vuelos de la muerte” que la Armada y la Fuerza Aérea Argentina llevaban a cabo para eliminar cientos de presos políticos.
En 1991 ilustró el libro Nunca Más , de la CONADEP.
Exiliado en Brasil desde 1976 hasta su regreso definitivo al país Ferrari realizó entre muchas otras experiencias y trabajos unas series sobre papel con tinta y con letraset, llamadas: Imagens, Hombres, Banheiros, Xadrez.
Son como una serie de plantas, de planos arquitectónicos en los cuales figuras humanas vistas desde arriba se mueven en determinadas direcciones como autómatas o como un ejército alineado siguiendo en sentido estipulado.
Parecen girar o marchar ordenadamente en forma circular sin salida.
El espacio y la distribución de estos hombrecitos anónimos bajo un ritmo regular y ordenado pero falto de todo sentido, es lo que parece poner en cuestión el artista.
Estas imágenes colocan al espectador ante la evidencia de un orden absurdo, una imagen que puede sintetizar el transcurrir de nuestra existencia, el movimiento humano constante pero falto de sentido. Sometidos a un orden del discurso , caminamos a ciegas la estructura laberíntica y sin salida como lo que el poder impone a la sociedad.

1 Foucault Michel, El orden Del Discurso , Editorial Tusquets, Barcelona, 1999.
2 Idem, pag 14
3 Idem, pag 45-46
4 Los conceptos sobre la semiótica están tomados de las clases de metodología de la investigación de la cátedra del profesor Hugo Mancuso, Facultad de Filosofía y Letras, de Buenos Aires, carrera de Historia de las Artes.
5 Curriculum de León Ferrari en archivo de la biblioteca del Museo de Arte Moderno, sede Teatro San Martín.
6 Idem, pag 140.
7 Idem, pag 141.

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