PATRICIA SUAREZ

“La escritura teatral es una labor menos ególatra que la narrativa”

Por ARACELI MARIEL ARRECHE*

 

Señas personales: joven, morocha, rosarina, pisciana y madre. Portadora de una mirada fresca y una sonrisa transparente Patricia Suárez desembarcó en Buenos Aires con LAS POLACAS a mediados del 2002 y nadie la detuvo. El 2003 la galardonó con el premio CLARÍN de novela por PERDIDA EN EL MOMENTO. El 2004 la reafirmó en el campo teatral y literario con múltiples premios y publicaciones.
Y va por más, el 2005 la coloca con cinco puestas simultáneas en la cartelera teatral porteña. Por todo esto y por mucho más la pregunta acerca de ¿quién es Patricia Suárez? continúa vigente.

¿Cuándo y por qué elegiste la escritura como forma de decir?
– No sé si puedo hablar de elección en ese caso. (A lo mejor uno ES ELEGIDO. Podría decir que creo en el DON, aquel talento con el que venimos al mundo y debemos descubrir, para desarrollarlo y hacernos instrumentos de una felicidad propia y ajena. Si salgo de la mística cuasi cristiana puedo decir: a lo largo de nuestra infancia, ciertas pulsiones se vuelven más fuertes, y está en nosotros descubrir cuál es la manera de sublimarlas, para vivir en sintonía con nuestro inconsciente. La escritura es una manera lúdica para seguir siendo el perfecto perverso polimorfo de la niñez).
Creo que la elección tuvo que ver con la decisión de vivir de o en torno a la literatura, de que la literatura fuera mi forma de vida, mi pasión, mi profesión, y no un hobby insomne, un vicio o una mala costumbre. En este sentido hubo una construcción del oficio de mi parte.
Elegí la escritura como forma de vida en el año 1992, luego de una crisis vocacional -yo estudiaba Psicología en la Universidad Nacional de Rosario-. No fui a talleres -por timidez-, estuve escribiendo y rompiendo originales muchos años. Mi primer cuento digno se llama ” El gato “, es de 1994 y ” El señor y la señora Schwarz “, de la misma fecha o unos meses después. Fue una experiencia dolorosa, materializar, poner en el papel aquello que tenés en la cabeza. Desde 1996 a 1998 asistí a un taller de corrección de Hebe Uhart, a quien yo considero mi maestra. En 1997 gané el concurso de cuentos Haroldo Conti, de la Provincia de Buenos Aires, con un premio de $5000 y decidí que podía hacer de la literatura mi vida. La literatura es mi vida. Es como respirar. Cuando miro algo se traduce dentro mío en imágenes literarias, cuando converso con alguien anoto mentalmente diálogos, historias posibles: todo me parece escribible. No lo puedo evitar. Mi cerebro se formateó así. Un personaje de Somerset Maughan en el “La luna y seis peniques” (una novela bellísima sobre la creación artística) dice: “La vida era un pretexto para escribir”.

Aquellos que hemos accedido a una lectura más vasta de tu producción podemos hablar de una Patricia Suárez poeta o escritora infantil que quizás muchos no conocen…
– La poesía siempre ocupó un lugar más íntimo, tímido entre las cosas que escribo. No me considero una buena poeta. Respecto de la literatura infantil, y esto me sucede desde que la escribo, es donde más me divierto. No escribo literatura infantil si no es para divertirme y divertir al lector.

En 1999 Patricia Suárez conoce a Mauricio Kartum y decide venirse una vez por mes a Buenos Aires a tomar clases de dramaturgia. Fue allí donde concreta Valhalá, su primera pieza teatral y la pionera de un escenario transitado varias veces por la autora, el nazismo en la Argentina.
Así como lo hiciese con la Zwi Migdal -la red de prostitución de origen judío que actuó a comienzos de siglo xx en la Argentina- en Las Polacas, nuestra rosarina se adelanta a transitar en la ficción tópicos que la literatura o el teatro argentino han frecuentado muy poco.
Una mirada particular que hace del humor un recurso en la figuración del horror.

¿Cómo pensás tu rol de dramaturga teniendo una práctica anterior sostenida en la narrativa?
¿Como autora que entendés por escritura teatral?

Fue muy difícil pasar de la narrativa a la dramaturgia. Son prácticas de escritura diferentes, se resuelven de manera diferente en la página. La obra teatral se escribe sola, no la podés dirigir. Tenés ideas, investigaciones, estructuras dinámicas, imágenes, personajes, memorias, deseos. Luego, cuando se combinan, tenés la obra. Pero a priori no hay nada. Yo nunca veo el escenario cuando escribo, porque casi no sé nada de teatro. Yo veo la gente viva, cómo son, cómo hablan, cómo se mueven… Tal vez por
eso es una escritura más como la vida, nunca sabés bien qué va a pasar. Yo escribo en mi casa. Como en el siglo XIX, me encargan cosas y trato de hacerlas mías. O escribo mis cosas. Nunca sé si va a resultar o debo tirarlo a la basura. Corrijo cuanto puedo. Tengo hasta diez versiones de una obra. Después se la doy al director, él lee, marca, corrige. Yo estudio las correcciones, si me parecen bien, casi siempre me parecen bien -yo descanso en el director- y corrijo. Como autor dramático tenés que ser flexible. Es una labor menos ególatra que la narrativa. Luego voy a la lectura de la obra, escucho opiniones de la obra por parte de los actores, disensiones, las incoherencias que la obra tiene y a uno se le pasaron por alto y vuelvo a corregir.
Luego, voy al estreno; los ensayos me decepcionan, me enfrían, a menos que sean los últimos ensayos. Aunque en el estreno se sufre mucho también, sos impotente, estás ahí sentado como la mosca en la red de la araña.

Valhalá se presenta por segundo año consecutivo en el Taller del Ángel bajo la dirección de Ariel Bonomi y el deslumbrante protagónico de Juan Manuel Tenuta. Rudolf se estrenó el pasado 4 de Marzo en el Teatro Nacional Cervantes, dirigida por Dora Milea y protagonizada de manera exquisita por Patricia Palmer y Lautaro Delgado. El Sueño de Cecilia abrió la temporada del Patio de Actores bajo la dirección de Clara Pando (una de las directoras de Las Polacas) y las sólidas actuaciones de Marta Montero y Stella Maris Brandolín. Y en breve Hugo Urquijo monta El tapadito.
Por fuera del beneficio que conlleva para cualquier autor el estreno continuado de sus obras, te da algún tipo de temor el que se “confunda” la aparición de obras sobre una misma temática como el único universo ficcional que trabaja tu escritura.
  Si te referís al hecho de si temo que los espectadores, los medios o los críticos olviden que soy una narradora, la verdad es que no lo temo. Todo lo contrario. Casi es un alivio pensar que puedan desconocerlo u olvidarse de la otra parte de mí. Como si yo fuera dos personas, una especie de Mr Jekyll y Dr Hide . Una narra y la otra hace teatro. Cuando lo pienso como dos personas, me da la sensación que puedo refugiarme de las inquietudes y sufrimientos propios de uno de los géneros -del hacer dentro de esos género- en el otro.
En otro sentido, tengo obras sobre otros universos, como Las Polacas y La Trata de Blancas. Que en realidad son cuatro obras, tres dramas y una comedia. Pero es que la escritura se me dá de esa manera, un universo me toma y no lo puedo dejar hasta que se me agota. Mis proyectos ahora tienen que ver con otros mundos: Sylvia Plath, Giacomo Puccini, el Fausto, y Otelo.

El campo teatral contemporáneo combina múltiples estéticas y muestra la disputa permanente de distintas dramaturgias. Varios maestros y formadores de los que hoy se reconocen como “nuevos creadores” aducen que son muchos los que hacen teatro pero pocos los teatristas. Una suerte de profusión de materiales circulantes que no promueven “acontecimiento” y que por lo tanto remiten a un “teatro muerto”. ¿Qué mirada tiene Patricia Suárez del teatro actual?
– Las artes se enriquecen con la profusión de modalidades artísticas: estéticas e ideológicas. Me parece que el único camino posible para alentar la producción teatral es no censurar, criticar lo justo y necesario. A mí me gusta contar historias y me gusta ver historias. En los libros, en el teatro, en el cine. Hay personas que prefieren otras cosas. Un criterio se educa haciendo: viendo teatro, leyendo. Si uno leyó diez libros de prosa poética, comienza a tener una cierta idea sobre qué es la prosa poética bien hecha. Si uno vio treinta películas de terror, empieza a saber cuáles son las películas donde el terror está elaborado y trasciende la sensación física. Si uno se compromete con el material que ve, lee, y consume deja de ser pasivo espectador, lector, mero consumidor y se convierte en hacedor. Creo que eso es lo importante.

 
*Araceli Mariel Arreche.
Nació en Buenos Aires, es artista plástica, dramaturga y Licenciada en Artes (de la Universidad de Buenos Aires). Se desempeña como Profesora universitaria en el área de cine y teatro en la Facultad de Filosofía y Letras (UBA), en la Facultad de Arquitectura y Diseño Urbano (UBA), en el Departamento de Arte Dramático del Instituto Universitario Nacional de Artes (IUNA) y en el Instituto Superior de Cine y Artes Audiovisuales de Santa Fe (ISAAC).

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