Raúl Vera Ocampo

“El miedo es una de las cosas siniestras para cualquier cultura”

Por ADRIANA GASPAR y PATRICIA FAYT

RAÚL VERA OCAMPO es poeta, ensayista y crítico. Ha sido becario de la Facultad de  Filosofía y Letras de la Universidad de Roma. Dirigió el Suplemento Cultural del diario La Opinión de Buenos Aires. Fue director del Museo Municipal de Bellas Artes “Eduardo Sívori” y condecorado por el Ministerio de Cultura de Francia. Actualmente dirige la revista cultural “El ojo del arte”. Su obra poética consta de ocho volúmenes publicados y además, cuatro de prosa y un tomo con traducciones propias de la vanguardia poética italiana reunida en el Gruppo 63.
La presente es una entrevista exclusiva que RAÚL VERA OCAMPO concediera para Generación Abierta.

G.A.: Cuándo y cómo comienza su formación en el ámbito artístico?
R.V.C.: Mi formación como escritor comienza alrededor de los años ’50, ’52, cuando me hago concurrente y empiezo a frecuentar la Facultad de Filosofía y Letras. Allí conozco mucha gente, algunos de ellos verdaderos maestros y otros que siguen siendo puntales en la cultura argentina, Borges, sin ir más lejos.
En esa época comienzo a colaborar con algunas revistas como Sur, en donde hago crítica literaria, y en algunas publicaciones de Perú, Venezuela y Colombia.
Mi vinculación con Alberto Girri es muy importante en el tema de la poesía, ahí es donde empiezo a hacer toda una depuración poética. Con él voy aprendiendo a manejar el lenguaje poético, no porque escribiera como Girri, sino porque me interesaba la técnica de decantación y la técnica de lo que se dió en llamar después poesía cultural o del conocimiento.
Posteriormente hago mi primer viaje a Europa en donde tomo contacto con una cantidad de cosas que yo las manejaba, pero que de pronto al ser actuante de toda esa especie de fenomenología cultural y de lo que de alguna manera se puede llamar la transculturación que hemos sufrido acá, en América Latina, de la cultura europea, a mí me conmovió y me hizo dudar de muchas cosas y me posibilitó afirmarme en otras.

G.A.: ¿De qué modo se produce este cambio interior en usted?
R.V.C.: Comienza a no preocuparme más el tema de si soy o no soy europeo, de si soy o no soy americano. Es como que a partir de esa confrontación entiendo que todas las raíces culturales tienen un mismo significado, y que de alguna manera uno las transforma y las elabora de acuerdo a su entorno.
Entonces, cuando regreso a la Argentina comienza una segunda etapa desde el punto de vista creativo, mi obra poética toma una forma diferente de lenguaje y comienzo a escribir más ensayos, porque el ensayo es una de las formas fundamentales para generar justamente este tipo de cuestionamientos e interrogantes que se está haciendo permanentemente sobre la labor creativa.

G.A.: ¿Qué cambios culturales nota usted que se han producido en nuestro país en las últimas décadas?
R.V.C.: Después de los años ’60, hay toda una generación menos elitista, más abierta, y comienza a producirse un fenómeno que tiene que ver con varias cosas. Aparece la poesía coloquial, surge Gelman corno un poeta importante dentro de esta corriente.

G.A.: ¿Cómo se produce su inserción en las artes plásticas?
R.V.C.: Estudié un tiempo en la Escuela de Bellas Artes, luego continué mis estudios con Cecilia Marcovich en dibujo y con Demetrio Urruchúa en pintura. Urruchúa fue un gran formador de pintores, con una metodología que es la que una persona necesita para elaborar cualquier tipo de lenguaje plástico.
Volviendo a los años ’60 había una gran ebullición y algo que hoy falta : una gran comunicación. Existían grupos de tipo literarios, poéticos, etc y teníamos reuniones casi todas las semanas. Inclusive, con distintos grupos no sectarios se hacían lecturas de poesía, mesas debate. En la plástica también ocurría lo mismo y esto se canalizó parcialmente a través del Di Tella.

G.A.: ¿Por qué parcialmente?
R.V.C.: Porque pienso que el Di Tella no tenía una estructura como para poder organizar y darle cabida a todas las manifestaciones desde el punto de Vista expresivo artístico.
El Di Tella se manejó desde un principio como una producción de espectáculo, no en el sentido liviano y superficial con que se trata a este término. Espectáculo en el sentido de que ya había una especie de movimiento mundial, en especial en los Estados Unidos, en donde el espectáculo comenzó a ser sociológicamente una de las formas expresivas de la sociedad contemporánea. Esto del espectáculo tiene que ver con una sociedad consumista y especulativa que atraviesa por un fenómeno socio político económico que está en sus extremos y al que muchos llaman capitalismo salvaje.
Esa situación yo creo que hizo que el Di Tella no pudiera canalizar cosas muy importantes como pudo haber sido por ejemplo toda la manifestación que generó La Neo Figuración con el grupo de La Nueva Figuración donde estaban Deira, Macció, De La Vega y Noe, que produjo una gran creación desde el punto de vista figurativo en las artes plásticas.
De todos modos pienso que el Di Tella fue un generador de muchas cosas y tuvo su importancia. Ocurre también que comienza una era bastante trágica en la Argentina con los golpes militares, porque cuando esto está tomando forma viene Onganía con toda su política anticultural que reduce a cero las universidades.

G.A.: ¿Usted ha dejado entrever que actualmente no hay un movimiento cultural como sí lo hubo en otros momentos…?
R.V.C.: Bueno, creo que una de las razones que en estos momentos pesa más es la falta de continuidad que produce un vacío y un abismo. Estos quiebres constitucionales producen casi dos generaciones que crecen en la total indigencia, en el total desapego y con un terrible miedo, que es otra de las cosas siniestras para cualquier cultura. Esto produce gente que se retrotrae, que se encierra sobre sí misma y aparece el individualismo. Creo que este es uno de los grandes problemas de nuestra cultura de los últimos 20 años y lo estamos viendo en los jóvenes de ahora.

G.A.: Continuando con estos lineamientos históricos ¿Qué ocurre con el advenimiento de la democracia?
R.V.C.: Hay como un querer insertarnos nuevamente en la cultura luego de 20 años de no existir o de haber tenido las puertas cerradas. Nos encontramos entonces con el fenómeno del pos-modernismo que se instala acá, en una cultura ambigua, porque no sabemos adonde la dejamos en los ’60 y de que modo la retomamos. Mucha gente para no aparecer como desactualizada comienza a decirse posmoderna. Yo me pregunto ¿Posmoderno de qué?. Entonces, en la pintura, en la literatura y en montones de expresiones de tipo cultural todos quieren ser posmodernos, sobre todo en Buenos Aires, porque en el interior el panorama es un poco diferente. Esto es muy bien aprovechado por los sectores que manejan la cosa cultural desde un punto de vista comercial, o sea extra-artística, extra-cultural.

G.A.: ¿Cuál sería la función de los críticos?
R.V.C.: La función de los críticos es la de ser una especie de intermediario entre el espectador o el contemplador de la obra de arte y la obra de arte y hacer que esa obra se convierta en creadora y genere creatividad. Cuando eso sucede es porque el crítico cumplió con su función.
Pero ¿Qué sucede con los críticos?. Esto lo digo sin importarme si me trae problemas o no porque lo he dicho muchas veces. Ocurre que hay dos clases de críticos. Uno es el crítico simplista, descriptivo que habla de una muestra como si hablara de un desfile de modas, una cosa superficial que oscila entre la ambigüedad o los elogios fáciles convirtiéndose por lo tanto en cómplice de esta especie de fenómeno fácil de la aceptación sin riesgo.
Por su parte está el otro crítico que crece que el también es un creador y entonces la obra de arte le sirve a él como objeto o elemento de su creación. Aquí nos encontramos con esas interpretaciones críticas que parecen libros de teoría estética. Estos críticos que utilizan a los artistas para hacer su propio discurso evidentemente también son anuladores de creatividad.

G.A.: Usted como crítico ¿Qué aspectos toma en cuenta para el análisis de una obra plástica?
R.V.C.: 
En lo personal, como crítico, trato de darle primacía a los elementos plásticos, porque lo que estamos analizando es una obra que se maneja con un lenguaje plástico. Después le incorporo otros elementos que tengo internalizados y que por ser poeta aparecen, es decir me refiero a los contenidos poéticos.

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