Cortázar Ludens, Homo Fábula(1*)

Por SEBASTIÁN JORGI**


Entrar en el mundo de Julio Cortázar para los críticos ha sido una tarea ardua. En el campo de la docencia hemos apreciado cómo profesoras y profesores han desmenuzado en profundos análisis cuentos como “Casa tomada”, “El otro cielo”, “La señorita Cora”, entre tantísimos otros que hemos visto reflejado en los libros de textos.
Un poco los docentes y por qué no también los alumnos hemos jugado con Julio en esa simbiosis de lo lúdico y de la experimentación del lenguaje. Es que él utilizó muy a menudo para sus cuentos y novelas algunos títulos que evocaban juegos: Los premiosRayuela62-Modelo para armar y Final del juego.
Voy a tratar de no reiterar estos libros y aproximarme a lecturas acaso herméticas, como Último round.

“Lo primero que hago al despertarme es correr al cuarto de mamá y darle
los buenos días mientras la beso tiernamente en ambas mejillas…Quizá
convenga señalar desde ahora que tengo siete años y medio y que
estudio solfeo cantado con mi tía Berta.”
(“Desayuno”)

Las remisiones a la infancia refractan lo implícito de un mundo de juegos, en medio de ese entorno familiar de papá, tía Berta o de mamá. Algo similar aparece en el poema-retrato “Los Cortázar”:

Qué familia, hermano.
Ni un abuelo comodoro, ni una carga
deca
balle
ría,
nada, ni un cura ilustre, un chorro,
nadie en los hombres de las calles…
nadie que esté parado en mi apellido
y exija de la estirpe la pudorosa relación:
“Aquel Cortázar, amigo de Las Heras…”

Se burla de sí mismo: no tiene ascendencia de estirpe como Borges y algún otro escritor. La identidad escamoteada cuando se interroga en el poema “El cenotafio”:

No estoy del todo aquí donde me hablo.
Creo que me dejé en Chile y en Roma,
en Stevenson, en músicas y voces,
en un sauce de Bánfield, en los ojos
de una perra que quise…

Un juego de espejos, en un viaje a la infancia a través de la lectura de Stevenson, en esa perra que siendo niño quiso, o en ese sauce de Bánfield. Un Cortázar enajenado, melancólico, infiero instancias familiares en esas músicas y voces. Pero lo más patético es el verso: “No estoy del todo aquí donde me hablo.”
El sentimiento de extrañeza, de un ser extranjero, de lejanía acaso, ya no es juego. Raúl Castagnino en Fenomenología de lo poético (Plus Ultra, 1980) nos alertaba: “El sentido poético no es el literal sino el sugerido y remontado, el recreado en la mente y en la sensibilidad receptora, el adivinado, el que flota desde la poeticidad.”. Y Cortázar se eleva y se desdobla, enmarcado de alguna manera en la relación Niño-Poesía. Recordemos que Platón lo insinúa en el Fedro y que Hölderlin defendía al poeta acercándolo a la infancia: “Sólo nosotros somos de corazón puro, como niños.”
A suerte de comprobación, cito un fragmento de Más encuentros a deshoras:

“Los juegos del tiempo, lo que Alejo Carpentier llama
la guerra del tiempo, guerra florida y a veces ruleta rusa,
en todo caso un billar donde las carambolas se dan en
un nivel que deduce el antes y el después a meras
comodidades históricas.” (Pág. 161)

Esa ida y vuelta a la infancia, al jardín de Bánfield o a lecturas como El tesoro de la juventud, una suerte de contra-arte poética existencial, una verdadera ruleta rusa, infiero con toda modestia, en la intimidad de Julio. Ni qué decir sobre la compactación del tiempo en un antes y un después. La ironía se desliza, veamos:

“Los niños son por naturaleza desagradecidos, cosa comprensible
puesto que no hacen más que imitar a sus amantes padres.
Así, los de ahora, vuelven de la escuela, aprietan un botón y
se sientan a ver el teledrama del día, sin ocurrírseles pensar
un solo instante en esa maravilla tecnológica
que representa la televisión.”
(El tesoro de la juventud. Pág. 83)

A esta altura de mis intromisiones en el mundo-infancia, en lo fragmentario, tomo mano de una idea de Noé Jitrik (Suspender toda certeza, Biblos, 1997): “El retroceso, el racconto y la fragmentación son formas de recuperación de la memoria”. Se trata de la experiencia del tiempo tratada como objeto de conciencia, incrustada en un espacio-memoria. Estos textos, escritos y cuasi-relatos, o simplemente libreta de apuntes, tienen una utilidad didáctica muy importante para el ejercicio áulico.
Y para terminar con Último round, veamos lo que nos dice Julio en la página 272:

“Digo juegos con la gravedad con que lo dicen los niños.
Toda poesía que merezca ese nombre es un juego y sólo una
tradición romántica ya inoperante persistirá en atribuir
a una inspiración maldefinible y a un privilegio mesiánico
del poeta, productos en los que las técnicas y las fatalidades
de la mentalidad mágica y lúdica se aplican naturalmente,
(como lo hace el niño cuando juega).”
(De “Poesía permutante”)

Es que Cortázar espejea; una intensa autobiografía y vuelve a jugar con nosotros, con su otro-yo niño y con el “entonces” sin gravedad, con ironía y sin duda, alguna sonrisa.
Otro libro atípico en su producción es Salvo el crepúsculo (Nueva Imagen, 1983). En el capítulo “De edades y tiempos”, leemos:

“El sentimiento de la poesía en la infancia: me gustaría saber más,
pero temo caer en las extrapolaciones a la inversa,
recordar obligadamente desde el “hic et nunc” que deforma
casi siempre el pasado. Hay cosas que vuelven a ráfagas,
que alcanzan. a. reproducir durante un segundo las vivencias profundas,
acríticas del niño: sentirme a cuatro patas bajo las plantaciones de tomates
o de maíz del jardín de Bánfield, rey de mi reino, mirando los insectos…”

Creo que Julio nos está diciendo que todavía está el niño muy adentro de él y al mismo tiempo nos pide que sembremos en ese niño de barrio que asiste a nuestras escuelas, literatura y fantasía, en lo que él denomina las “vivencias profundas, acríticas del niño”.Es cierto, los jardines no sólo servían para las flores, sino también para que nuestras madres plantaran semillas de verduras. Aprovechemos ese código coloquial, esas apelaciones a la memoria colectiva, esas secuencias o cuasi relatos, esa fragmentariedad tan fresca y tan simpática de este cronopio que tan bien nos ha representado en el mundo de la literatura. En la pág. 323, me atrapó ese retrato que tituló “La madre”:

“Delante de ti me veo en el espejo que no acepta cambios,
ni corbata nueva ni peinarse en esta forma. Lo que veo es eso que tú ves que soy, el pedazo desprendido de tu sueño,
la esperanza boca abajo…
No puedo allegarme, mamá, no puedo ser lo que todavía
ves en esta cara. Y no puedo ser otra cosa en libertad,
porque en tu espejo de sonrisa blanda está la imagen
 que me aplasta, el hijo verdadero y a medida de la madre,
 el buen pingüino rosa yendo y viniendo y tan valiente hasta el final,
la forma que me diste en tu deseo: honrado, cariñoso, jubilable, diplomado.”

 

Un meta-mensaje, una aleación existencial, una carta, digamos, otra carta más. Es que Cortázar sigue escribiendo, sí, y no cesa, de convocarnos, de enviarnos mensajes. Cómo deberían ser los niños de hoy, en una normalidad de honradez y de cariño, y no blandiendo un arma verdadera frente a sus compañeros.
En Salvo el crepúsculo, Julio suma intertextualidades-citas de Francisco Urondo, Shelley, Cernuda, Huidobro y de Octavio Paz, entre otros. Y a modo de recordación, extraigo estos versos de “Cánones” -que Cortázar cita- de Paco Urondo: “Apenas por venir. Ni siquiera volver / un poco: estaré / de ida siempre. De ida / miro, de ida caigo.”

En un libro reciente de Graciela Maturo, La Razón Ardiente (“Aportes a una teoría literaria latinoamericana”, Edit.Biblos), la autorareflexiona que “Cortázar es un humorista que mide la indigencia humana y las convenciones socio-literarias con la vara de un implacable sentido del ridículo.”  Y en libros como Último round y Salvo el crepúsculo -al igual que en Rayuela o La vuelta al día en ochenta mundos– nuestro Cortázar “ludens” se divierte jugando contra toda convencionalidad en el discurso. Sí, nos habla constantemente, nos provoca y al mismo tiempo es un “homo fábu1a” que inventa y reflexiona y que nos envía a este campo que nos interesa: el mundo de la infancia. Allí donde él mismo se reescribe y juega, recreando su propia niñez y la de nuestros alumnos -por qué no, apelando a la memoria colectiva-.
De modo que, sigamos jugando queridos colegas. Y por ahora, muchas gracias y pido gancho.

1 Palabras pronunciadas en la Mesa Redonda que el autor compartió con Laura Devetach, Emilio Bolón Varela y Pablo Capanna, en el Instituto “Félix F. Bernasconi”.
* Esta nota fue leída en el Bernasconi, en el Programa Por Mas Lectura, que dirige Norma Salles.
** Sebastián Jorgi: narrador y crítico, periodista. Libros publicados: siete de cuentos, cuatro de ensayos, dos novelas y un poemario en España. Premio Pen Club de Narrativa (l981), Premio Iberoamericano de Cuento (Valparaíso, Chile,1984) y Accésit al Premio Villajoyosa (Alicante, España 1983). Faja de Honor de la SADE y Faja Nacional de ADEA (Mendoza,1992)—ambos en cuento—

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