Entrevista a Rosa Faccaro

El arte según los críticos

Por ADRIANA GASPAR

“La plástica es una entrega amorosa y
tiene que ver mucho con la relación de amor”

 

A partir de este número, incorporamos a nuestra publicación la sección El Arte según los Críticos. Hoy les presentamos una entrevista realizada a la crítica de arte Rosa Faccaro. Egresada de las escuelas nacionales de Bellas Artes “Manuel Belgrano” y “Prilidiano Pueyrredón”, se dedica con posterioridad a la investigación sobre el arte americano. Obtiene el 2do. Premio de Ensayo en un concurso organizado por el Círculo Latinoamericano y que es publicado años más tarde en la Revista del lnstituto Americano de Arte. Miembro Directivo de la Asociación Argentina de Críticos de Arte y de la Asociación Internacional de Críticos de Arte, participa desde hace mucho tiempo en seminarios, jornadas y congresos relacionados con su especialidad.

G.A.: ¿Cómo se produce su acercamiento a la crítica de arte?
R.F.: Respecto a mi acercamiento al campo de la crítica, esto ha sido porque siempre estuve atenta a los emergentes de la plástica argentina. Esto se fue acrecentando en la medida en que participé de seminarios en el Instituto Di Tella, en el Museo Nacional de Bellas Artes y en “Ver y Estimar”, que eran instituciones avocadas a los estudios teóricos, porque en la Argentina todavía no estaba creada ni la carrera de historia del Arte -que después la creó Payró- ni había tampoco una escuela de crítica de arte.

G.A.: ¿De dónde procedían los que hacían crítica de arte en ese entonces?
R.F.: Los críticos provenían de distintas formaciones del campo de la filosofía, del campo de la literatura, del campo de la plástica. En realidad, todavía no existe en la actualidad la carrera de crítica de arte. Es decir que la formación de los críticos ha sido por seminarios, jornadas de reflexión, congresos, lecturas, intercambios. Luego, sí, hay un proceso individual que cada uno de nosotros ha realizado y que en mi caso particular siempre estuvo ligado a una frecuentación permanente con el arte y con los talleres de los artistas. Es así que dirigí un centro de arte muy importante en la calle Florida en donde me aboqué a una doble tarea: la de colgar obra y la de organizar ciclos culturales paralelos a la exhibición de obras que le daban una especie de cimentación al fenómeno artístico.

G.A.: ¿En qué consistían esos ciclos culturales?

R.F.: Hemos hecho mesas de arte y psicoanálisis, arte y educación, arte y humor. Esto fue en la década del 70. También organizamos mesas de arte y arqueología, porque las ciencias antropológicas no eran lo suficientemente conocidas. Entonces organicé una mesa sobre arqueología americana con ciclos de difusión en donde participó gente con formación arqueológica y antropológica.

G.A.: ¿Qué cosas fueron cambiando a lo largo de los años respecto al pensamiento de la gente en relación a la obra de arte?
R.F.: Pienso que el público ya no tiene la expectativa que tenía tiempos atrás de querer buscar en el arte esa representación fidedigna de la realidad. De a poco se empezó a admitir que el arte popular, por ejemplo, visto a través del “Pop Art” como un fenómeno folk, puede ser admitido también como una manifestación artística.

G.A.: Usted, como crítica de arte, ¿cómo fue reaccionando ante esos cambios que se estaban operando?

R.F.: Esos cambios se operaban de una forma gradual, no estaban exentos de la gran influencia que ejercían las corrientes internacionales. Nos fuimos adaptando porque no era un fenómeno que estuviera aislado del contexto de otras conquistas, con respecto a la concepción del espacio, con respecto a la concepción de la visión, con respecto a la concepción del tiempo. Las investigaciones en torno a estas concepciones temporales espaciales fueron las que modificaron sustancialmente la percepción del ver, y al modificarse la percepción del ver, también se fueron modificando las leyes de la visión y por lo tanto la mirada.

G.A.: ¿Por qué muchas veces se da una disparidad de opinión muy grande entre los críticos respecto a la obra de un artista?

R.F.: Los enfoques respecto al fenómeno de la obra pueden tener diversos ángulos. Está la crítica de tipo sociológico. Está el crítico al que le interesa la estética. Hay críticos que hacen otros abordajes desde lo semiótico, lo literario, o lo plástico en sí mismo.

G.A.: ¿Esto apuntaría a lo estético?

R.F.: Sí, a veces sí y a veces no. De repente, la disciplina crítica tiene que recurrir a ciencias auxiliares, porque el fenómeno del arte es muy vasto, y a veces se hace difícil poder abordarlo. Entonces necesariamente, muchas veces uno tiene que instrumentar la crítica con disciplinas afines para poder otorgarle a la obra de arte otro enfoque. Si tomamos el campo de la psicología, vemos que el psicoanálisis nos ha dado mucho material como para poder también pensar que una manifestación artística procede del campo de lo inconsciente. Diversas teorías psicológicas, en especial a partir de Jung, han dado ciertas explicaciones al fenómeno artístico desde el punto de vista del inconsciente profundo, en los denominados arquetipos, en las llamadas estructuras mandálicas del inconsciente colectivo. Freud mismo en “Tótem y Tabú” va a desarrollar una teoría con respecto a ciertas apariciones del arte. Él también tiene algunos ensayos sobre obras de Leonardo. También se puede ahondar la obra de arte desde otra disciplina como la lingüística. Pensando que el arte es un lenguaje y se debe articular como un lenguaje. Por eso, actualmente la crítica se está acercando mucho a los paradigmas de la subjetividad, porque hay que ver que es una subjetividad en el caso de la crítica de arte como escritura que habla sobre otra subjetividad.

G.A.: ¿De dónde parte Rosa Faccaro para hacer el análisis de una obra?
R.F.: Como yo provengo del campo de la formación plástica y conozco no solamente el quehacer plástico sino también el lenguaje plástico desde el punto de vista de los fundamentos visuales, una parte mía de la crítica se desarrolla en el campo del análisis de las imágenes en el análisis plástico y luego, muchas veces también recurro al campo de la lingüística y de la estética y en otras ocasiones recurro al campo de la sociología del arte.

G.A.: Pero ¿qué es lo que predomina como más importante en el análisis que usted hace de una obra?

R.F.: Lo más importante de la obra de arte es el texto icónico y esa obra de arte es la que a mí me va a demandar una respuesta de tipo crítica. Mi práctica crítica deviene del acercamiento a la obra de arte.

G.A.: ¿Cómo ve el nivel de la plástica argentina en la actualidad?

R.F.: Yo veo que hay mucho malo, regular y poco bueno. No se puede improvisar en el campo de la plástica. Esta tarea demanda mucha reflexión, mucho detenimiento y muchos años. Por más de que muchas veces el deseo del artista esté en irrumpir rápidamente en la escena, muchos de ellos debieran guardar más tiempo de reflexión, para sacar un producto más meditado, más elaborado. Si ha elegido un lenguaje, ese lenguaje lo debe conocer profundamente para poder decir algo. La plástica es una entrega amorosa y tiene que ver mucho con la relación de amor.

G.A.: ¿Esto implicaría de algún modo la necesidad de no exponer constantemente?

R.F.: El artista necesita devolución, entonces muchas veces las salas de exhibición realizan una tarea que debe efectuarse en otro campo y yo pienso que ese lugar para la reflexión antes de la pared debe ser la formación de grupos de reflexión en torno al mismo producto artístico y que muchas veces por un exacerbado individualismo o narcisismo no se realiza. Este tipo de formación de grupos de reflexión es algo importante y beneficioso, porque también implica la modificación de una actitud de omnipotencia.

G.A. ¿Cuál es su visión sobre el postmodernismo en arte?

R.F.: Justamente acá hace un tiempo que se viene hablando de esta condición de la posmodernidad. Nosotros entendemos esto como sucede en un período postindustrial, en un período de la crisis de las ideologías, en un período que se comenta como la muerte de las metafísicas. Se habla de un retorno a la historia, se habla de un eclepticismo, se habla del pensamiento débil, se habla de otro sentido del arte. Todo esto ha condicionado ciertas tendencias en el campo de la plástica que estaban fusionadas con otras tendencias coetáneas, como por ejemplo la pintura salvaje, como por ejemplo el neoexpresionismo. Todas juntas implicaban una permisividad del artista para poder utilizar códigos y reelaborar lenguajes que pertenecían a lo mejor a épocas denominadas “vanguardias históricas”. Pero como también se hablaba de la muerte de las vanguardias, porque estas implicaban la idea de progreso y la idea de lo nuevo, en este retorno a la era postindustrial se habla de las apropiaciones y de las citaciones como un retorno a la historia y poder ser vista desde un lugar posiblemente menos absoluto. Se acepta esa limitación, se acepta esa pregunta con respecto a lo que es el arte, se aceptan ciertas respuestas menos ortodoxas más eclépticas y se siente posiblemente en la era satelital, este hecho de compartir una época de enorme incertidumbre, una época en busca de nuevos fundamentos del ser, una época de nuevos fundamentos de la creación artística.

G.A.: Para finalizar, su opinión sobre Quinquela Martin…

R.F.: Creo que Quinquela Martin es un fenómeno aislado. Él es la Boca, el barrio, la inmigración italiana, el mestizaje cultural, los pintores de la Boca, el Riachuelo, la melancolía del atardecer, el color estridente, los hombres trabajando en el puerto, cuando el puerto era una dinámica mirando hacia otra orilla. Entonces se produce el fenómeno de este autodidactismo con mucha fuerza y con mucho estilo propio.

G.A.: ¿Hasta qué punto se puede decir que Quinquela fue autodidacta, considerando que tuvo un gran maestro como lo fue sin duda Lazzari?

R.F.: Bueno… a Lazzari como padre lo tienen muchos artistas famosos en el campo de la plástica, como por ejemplo Victorica. Pero la enseñanza más grande -sin desdeñar la enseñanza de Lazzari- que tuvo Quinquela fue la de poder extraer de su medio, de su realidad, aquello que era más distintivo y lo único que hizo fue reflejar lo que él veía cotidianamente apoyado por una gran facilidad para el arte y por una gran vocación artística que lo llevaron a poder desarrollar su obra y a transformarse en un portavoz de su barrio. En determinado momento no se le dio la validez que mereció, pero más tarde se comienza a revalorar su obra al reconsiderar ciertas tendencias del arte que tienen que ver con sus distinciones territoriales y regionalistas. Creo que hoy en día discutir si Quinquela Martin ha sido un pintor que deba considerarse dentro de la plástica argentina como un valor es como preguntarnos si el arte popular no puede ser un objeto considerable dentro de lo que se llama arte conceptual.

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