Claudia Puyó

Ofrece mucho más que un corazón.

Por Daniel Horacio Grad

 

Si no fuera porque el proyecto musical de Fito Páez junto a Joaquín Sabina abortó recientemente, Claudia Puyó hubiera sido parte de ese encuentro artístico viajando por el mundo. Generación Abierta tuvo la posibilidad de charlar con ella después de que representantes de la música de España como el gaitero Carlos Núñez (presentándose en el Teatro Astral) y el grupo Ketama (presentándose en el Teatro Gran Rex) estuvieran en Buenos Aires meses atrás. De allí partimos.

G.A.: Vos  estuviste  mucho tiempo viviendo en España, ¿Qué ves de igual entre España y Argentina?
C.P.: Entre el lugar donde yo vivía -que era Madrid- y Argentina no hay mucho en común. Nosotros somos como descendientes de colonizadores gallegos más que madrileños. La gente en España es un poco mejor que nosotros, es un poco menos resentida, es más fiel, bebe con vos y no te pregunta qué te pasa, no juzga a nadie. En la bodega de barrio en Madrid, la gente se junta con cualquiera. Un tipo que es millonario se junta con un “yonkee” y todos beben la misma cerveza y son amigos y no tienen problemas. Acá siempre hay problemas, la gente juzga a la otra gente, siempre hay alguien que señala con el dedo a otro. En Madrid nadie señala con el dedo a otro. Tampoco hay tanta profundidad como hay acá. Siempre hay hechos increíbles en algunos lugares que no hay en otros. Aquí hay un montón de tango y de cosas profundas que, tal vez, no haya en Madrid todo el tiempo, pero… he tenido grandes amigos en Madrid – a pesar de que me hayan dicho muchas personas “sudaca”-. En verdad, vos no te referías a Madrid. Decías España y, entonces, lo que pasa es que allí tenés muchísimos lugares. En Madrid se habla castellano, pero en Cataluña se habla catalán, en Valencia se habla valenciano, en Vascongada se habla vasco. Se hablan muchos idiomas. Es un lugar muy pequeño donde la gente tiene la nacionalidad española pero no se sienten como españoles. Por algo existe la ETA y toda la movida interna. En Argentina podernos encontrar un cordobés con su acento propio, pero aquello profundo que deberíamos tener y reconocer como nuestro – como, por ejemplo, el idioma de los indios- ni siquiera es cuidado por la gente de este pueblo. Éste, el argentino, es un pueblo desagradecido, tiene poca memoria histórica y desagradecimiento. Pero, a su vez, tiene algo increíble -que amo- como la intelectualidad o el tango y todo lo pasional, tiene esa mezcla. Creo que no hay nada más claro que esto: nosotros somos descendientes de españoles que hablamos con acento italiano, pero en realidad somos mucho más italianos que españoles, somos mucho más mafiosos que otra cosa, somos ARGENTINOS.

G.A.: ¿Por qué volver de esos lugares una vez que uno pudo despegar, llegar a Europa y hacer algo allí?
C.P.: Yo volví porque tenía trabajo y también porque allí me había pasado algo muy triste como que el que era mi novio se suicidó. Entonces, no quería estar en ese lugar en ese momento. Yo creo que uno es ciudadano del mundo, no creo que uno vaya ni vuelva. Lo ideal sería poder tener la suerte de viajar todo el tiempo y estar un tiempo en cada lado y aprender de todos los lugares a donde uno va, de la gente, de la idiosincrasia de ese pueblo. Si tenés la cabeza y el corazón abiertos vas a encontrar – en cualquier parte del mundo a donde vayas-una persona que sienta lo mismo que vos, un ser humano que es como vos- aunque sea suizo y aparentemente no tenga nada en común, a pesar de que sea un ario y vos un latino-. Siempre hay alguien que se conmueve con tu corazón y vos que te conmovés con lo que el otro te da. No me parece que haya fronteras: las fronteras las puso la gente miserable de este mundo y yo no estoy a favor de eso.

G.A.: Buenos Aires, Madrid: ¿ciudades violentas?
C.P.: Sí. Violento está el mundo. Yo viví en Buenos Aires y en Madrid. Las dos ciudades son violentas pero, por supuesto, Buenos Aires es mucho más violenta que Madrid. En Madrid, la gente que se “pica” heroína está en la calle. Allí, tipos “yonkees” de heroína, me han puesto una navaja y después me han pedido perdón, me han dicho “mirá, te estoy poniendo una navaja para pedirte la plata para heroína porque soy yonkee”. En Argentina eso no existe. Acá la gente sí es violenta, la gente de acá es mafiosa porque no hay ley, ésta es una ciudad sin ley humana. En Madrid la gente es mucho más humana.

G.A.: A partir de que se suicidó una persona con la que vos estabas: hay algunos cantantes “acusados” de cantarle al amor ¿vos podrías decir que estás “acusada” de cantarle a la muerte?
C.P.: No. Yo le canto al amor en particular. Le canto a la muerte y a la vida, al desamor. Canto a lo que puedo cantarle. En realidad canto porque amo cantar. Cuando escribo y cuando pienso ando por todos esos temas, pero cuando canto solamente hago eso: cantar.

GA.: En algún momento te habías “despegado” – por decirlo de alguna forma- de Fito Páez , y ahora?.
C.P.: Yo no estoy pegada ni despegada de nada. Tengo muchas personas que amo cerca gracias a las que he vivido momentos maravillosos, momentos malos. No tengo malos sentimientos. Yo puedo desearle la muerte a Videla, puedo pensar que ése es mi enemigo. Un artista o un pibe que hace música… todos estamos locos y hacemos lo que podemos, no lo que queremos siempre. No me parece que nadie se pegue o se despegue a nada. Yo hago lo que puedo: canto y tengo amigos alrededor que me ayudan a hacerlo, a vivir. También tengo amigos alrededor que se están muriendo y que no me gusta verlos morir. Sobrevivo y me gusta hacer música, amo a la gente que tiene corazón y Fito Páez es uno de esos. Yo puedo descreer de sus muertos en algunos momentos cuando lo veo actuando, pero eso no tiene nada que ver. Es como cuando él a veces me ve totalmente borracha y me dice: “Claudia: dejá el vaso”. Quizás en ese momento no lo entiendo, pero tiempo después lo puedo entender. Nada es tan definitivo. Uno está en el mundo del arte y es una persona afortunada por estar allí. Hay mucha gente que está en el arte – a pesar de que de a ratos se confunda, se pierda, tenga problemas-. Yo puedo discrepar con Fito o con mis amigos pero desde el lugar del amor. Cuando digo que Videla es el enemigo, digo que es el asesino, no puedo verlo desde el lugar del amor. Nosotros, los artistas, somos lo mismo: podemos equivocarnos un rato y perdernos y no saber dónde estamos, pero todos queremos lo mismo, queremos cambiar el mundo y que todo esté bien, que la gente no se muera y que no haya guerras. Nosotros no somos asesinos: somos músicos. Entonces, uno no se pega ni se despega de nadie: sólo hace música y se conmueve con lo que hace. En mi caso, si no me conmuevo con lo que hago, no lo hago – aunque haya mucho dinero-.

G.A.: Sobre tu relación con la poesía más precisamente sobre la idea de editar un libro con poesías tuyas ¿qué podrías contarnos?
C.P.: El libro está, la poesía está escrita hace mucho tiempo. No está armado todavía como libro, pero ahora que no voy de gira con Fito Páez, quizás me pongo a armarlo. Va a ser una buena manera de no hacer estupideces: si me concentro armando ese libro, quizás no pierda el tiempo bebiendo, por ejemplo.

G.A.: ¿Qué hay de búsqueda en tu poesía?
C.P.: No hay nada de búsqueda, sólo es vómito. A veces me siento y no sé que hacer. En lugar de llorar y romperme la cabeza contra una pared, escribo y digo lo que me pasa, lo que siento, lo que pienso.

G.A.: Sobre la estupidez humana ¿algo más?
C.P.: Creo que no hay nada más estúpido que la miseria humana.

G.A.: ¿La estupidez lleva a equivocarse?
C.P.: Todos nos equivocamos. Somos seres humanos. “El que esté libre de pecado que tire la primera piedra”.

G.A.: Para cerrar la nota ¿podría compartir con nosotros algo de la poesía que te esté rondando por estos días, algo que te guste?
C.P.: Hace mucho que no leo poesía, pero hay una poesía que amo, que leí – hace tiempo- cuando tenía 17 años (durante la última dictadura militar). No recuerdo su autor, pero el poema se llama “El oficio del ausente” y dice:
Yo ya no tengo sitio./ Lentamente el paisaje se va diluyendo como la niebla,/como el color en otoño/y por esos olvidos/no sé si voy o vuelvo/si estuve aquí ya antes con valles melancólicos/ o entrando a los valles/ o saliendo del sueño.
Todo es mío y lejano,/cuando llego estoy lejos./Soy de ninguna parte/porque a mí la distancia/me nutre como una población de silencio.
Yo ya no tengo sitio/con madres y nogales./Mi niñez es un río que ayer pasó/y no ha vuelto.
A veces me detengo en los atardeceres/ y el olvido me mira por las ojos de un perro/y entonces sé que nadie me aguarda tras las puertas/y que de alguna mesa retiran mis cubiertos.
La buena gente cierra con tres llaves la noche/y la ceniza baja los párpados al fuego.
Sólo yo sigo andando el mapa de mi exilio/galopando un sonido que perturba los sueños.
¿Quién anda ahí?/- preguntan los dueños de la vida -/ pero cuando se asoman sólo ven el invierno./Entonces/ vuelven el rostro hacia el amor y dicen:/ “es el viento, mujer, /es el maldito viento”.

Deja una respuesta