A treinta años del Di Tella

Por Jorge Jofre


Muchos de los que transitáramos, allá por los sesenta, la calle Florida rumbo a la Plaza San Martín tal vez tomamos al Di Tella como una especie de “aventura urbana” plena de euforia, color y rara fantasía; como otra novedosa transgresión dentro de la “manzana más loca” de nuestro centro porteño.
Pero el cierre del Instituto Di Tella y el tiempo transcurrido desde ese suceso (tres décadas) determinó progresivamente en nosotros otra opinión distinta. Fue entonces cuando nos dimos cuenta que el número 940 de la calle Florida no todo había sido disparate, ni todo había sido en vano; que el centro -receptáculo de arte y cultura vanguardista- se estaba convirtiendo en un personaje de leyenda tal como Robin Hood, el “Che” o John Lennon. Una leyenda que llegó a trascender las fronteras de nuestro país.
Seguramente las autoridades políticas del momento, al determinar su cierre, no midieron esa acción del tiempo unida a otros factores. Ellas mismas iniciaron, con la dura medida, ese legendario camino que llevó al Di Tella a una dimensión no sospechada ni aún por los propios protagonistas de los hechos. Como si esto fuera poco el Di Tella murió joven e íntegro; sin sufrir los embates lógicos del desgaste o la decadencia.
Entre 1963 y 1968, el Centro de Artes Visuales de la Fundación Di Tella (dirigido por Jorge Romero Brest) produjo : exposiciones no convencionales; “happenings” (definidos muy primariamente como una forma de reacción o de rechazo hacia el concepto clásico del arte); espectáculos que precedieron a las modernas “multimedias”: conferencias; manifiestos; transgreciones; la “desmaterialización del arte”; las primeras “obras conceptuales” de Argentina; las “experiencias”; etc. Pero la clave parece remontarse exactamente a mayo del ’68 y más precisamente al estrepitoso cierre (clausura en realidad) de la muestra titulada “Experiencias ’68”. Trece artistas fueron convocados para la misma : Rodolfo Azaro, Oscar Bony, Delia Cancela, Pablo Mesejean, Jorge Carballa, Roberto Jacoby, David Lamelas, Margarita Paksa, Roberto Plate, Alfredo Rodríguez Arias, Juan Stoppani, Pablo Suárez y Antonio Trotta, que como se sospechará no presentaron obras convencionales.
La variedad dominó. Jorge Carballa hizo alusión al vigente (para la época) problema de Vietnam y Roberto Jacoby presentó un afiche (entre otras cosas) vinculado a la cuestión racial mientras una teletipo transmitía información que incluía notas de actualidad. Delia Cancela y Pablo Mesejean trataron juntos el problema de la moda; Juan Stoppani mostró a una modelo con un turbante azul con una cola de 200 metros y el público comió en la inauguración el mismo número de manzanas verdes. Alfredo Rodríguez Arias colgó un gran papel (realizado por cartelistas) con el retrato de Sigmund Freud y Pablo Suárez que había escrito una carta a Romero Brest explicando su imposibilidad de exponer algo, se encargaba personalmente de repartir copias en la calle Florida.
Pero, la auténtica piedra del escándalo fue Roberto Plate que ya había concretado en el Museo de Arte Moderno unos ascensores simulados que produjeron confusión. Armó una réplica de un baño público y los asistentes espontáneamente escribieron en las paredes de los mismos frases y consignas contra el gobierno militar. Si bien el propio artista afirmó en un diálogo posterior: “…no fue mi intención provocar que la gente se manifestara en las paredes del baño. Se escribió sobre que ese fue el propósito de mi obra, pero no es así…” (1998), el conflicto se produjo.
Lo demás se precipitó solo. Las autoridades nacionales clausuraron la obra (con faja y custodia policial incluida). Al día siguiente la mayoría de “Experiencias ’68” produjeron un gran desorden arrojando sus obras a la calle y destruyendo la casi totalidad de las mismas. El destino del Instituto Di Tella estaba sellado.
Hoy, a treinta años del Di Tella, fuera de planteos : si fue un hecho político; un acto vanguardista o una nueva forma de comunicar (algo de todo ello hay en el asunto), lo recuerdo sin penumbras.
Casi con orgullo de que haya sido nuestro.

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