Evaristo Carriego

Una poética ciudadana
Por AMADEO GRAVINO

En su libro sobre la vida y obra de Evaristo Carriego, Marcela Ciruzzi,  nos dice:

“La comunión con el hombre de Buenos Aires, con el habitante de la calle, del barrio, se produce cuando Carriego comienza a manejar el mismo código con que este se manifiesta, cuando se siente llamado a ser el portavoz de sus quejas, de sus angustias; cuando lo saca del anonimato y lo convierte en protagonista de sus poemas”.

y aún agrega que:

“Carriego descubrió a su ciudad para la poesía, escribió sobre ella en el momento preciso y con una cuota de sensibilidad ausente en otros poetas hasta entonces. Fue a la vez testigo y protagonista de su tiempo, de su ámbito de arrabal con sabor a calle, a seres de carne y hueso con su propio lenguaje y marcados por la ternura y por la miseria”.

También poetas de distintas tendencias y otros estudiosos, han opinado que  Carriego fue uno de los creadores más audaces de su tiempo y que él aportó la novedosa incorporación de la poesía ciudadana a nuestras letras.-
En efecto, en su obra inicial Misas herejes (1908), Carriego reunió una buena cantidad de composiciones de corte modernista, influenciado por  Rubén Darío, figura dominante del momento.- Esos textos integran los capítulos Viejos sermones y Ofertorio galante, pero en otro apartado del libro denominado El alma del suburbio Carriego nos muestra por primera vez su mejor inspiración, dando paso a la poesía ciudadana que lo identificará para siempre. Encuentra desde entonces su veta más genuina en la poesía humilde, melancólica y tierna de los asuntos del suburbio de la ciudad.-                   
En esos poemas ciudadanos vemos que Carriego difiere de todas las  modalidades hasta entonces en boga en nuestra poesía, sobre todo por un acento singular y un nuevo registro de temas que desarrolla con visión realista y dramática, mezclando cuotas de ternura y de emoción, valiéndose de un lenguaje  sencillo y directo, casi carente de metáforas, y que se nos manifiesta como íntimo y coloquial a la vez.-
Y el lenguaje de Evaristo Carriego es una de las peculiaridades características de su original individualidad poética y de su novedosa modalidad expresiva, quizás porque ese lenguaje era el que mejor se ajustaba a los sentimientos fraternos que lo movían a expresarse y también a las situaciones y al ambiente que registra en sus textos.-
Entre las limitaciones de Carriego se deben mencionar el reiterado empleo de cierto prosaísmo y hasta un marcado desaliño formal, pero aún así nuestra Buenos Aires-ciudad entró en la poesía argentina por la puerta estrecha del suburbio y lo hizo a través de los versos de Carriego, a partir de sus poemas que integran el ya mencionado capítulo de su primera publicación y de los que luego formaron parte de La canción del barrio, libro póstumo con el que completa su breve obra.-
En la poesía de Carriego, el término novedad sólo significaba introducir una temática basada en figuras y hechos minúsculos de la realidad inmediata y del vivir cotidiano de su barrio y del suburbio de la ciudad.- Sus composiciones características, todas de tendencia testimonial, sentimental y hasta patética -como ser los poemas El guapo; Has vuelto; La costurerita que dio aquel mal paso; Mientras el barrio duerme; El velorio; La silla que ahora nadie ocupa y otros- han sido muy difundidas luego y la resonancia que su temática ha ido dejando en nuestra sensibilidad nos fue habituando finalmente a ellas, pero en el momento de su publicación fueron revolucionarias e hicieron que la orilla, el suburbio, penetrara los rincones más profundos del alma de los habitantes de la ciudad conmoviéndola con su aire inocente.-

El poeta Evaristo Francisco Estanislao Carriego, un cronista auténtico de  los pequeños sucesos vividos por los personajes más simples de su tiempo, nació en 1883, en Paraná, Entre Ríos. Allí pasó sus primeros años, luego vivió un corto tiempo en La Plata y, por último, se radicó en Buenos Aires (en el barrio de Palermo), donde también falleció en 1912.

 

RATOS BUENOS

 Está lloviendo paz. ¡Qué temas viejos
reviven en las noches de verano!…
Se queja una guitarra, allá, a lo lejos,
y mi vecina hace reír el piano.

Escucho, fumo y bebo, mientras el fino
teclado da otra vez su sinfonía:
El cigarro, la música y el vino
familiar, generosa trilogía…

…¡Tengo unas ganas de vivir la riente
vida de placidez que me rodea!
Y por eso quizás, inútilmente,
en el cerebro un cisne me aletea…

¡Qué bien se está, cuando el ensueño en una
tranquila plenitud se ve tan vago!…
¡Oh, quién pudiera diluir la Luna
y beberla en la copa, trago a trago!

Todo viene apacible del olvido
en una caridad de cosas bellas,
así como si Dios, arrepentido,
se hubiese puesto a regalar estrellas.

¡Qué agradable quietud! Y qué sereno
el ambiente, al que empiezo a acostumbrarme,
sin un solo recuerdo, malo o bueno,
que, importuno, se acerque a conturbarme.

Y me siento feliz, porque hoy tampoco
ha soñado imposibles mi cabeza:
En el fondo del vaso, poco a poco
se ha dormido, borracha, la tristeza…

Evaristo Carriego

Deja una respuesta