Letras

RAÚL GONZÁLEZ TUÑÓN

Apuntes para una breve aproximación a la poesía vanguardista

Por Amadeo Gravino


I

Dijo hace más de veinte años el poeta Osvaldo Rossler:
“Raúl González Tuñón, uno de nuestros grandes poetas, nos invitó hace mucho tiempo con los versos que siguen- y pertenecen a su primer libro “El violín del diablo” – a colocar veinte centavos en la ranura de una máquina para que desde ella viésemos el tono más sonriente de las cosas:

“El dolor mata, amigo, la vida es dura,
y ya que usted no tiene ni hogar ni esposa
eche veinte centavos en la ranura
si quiere ver la vida color de rosa.”

Y esos hermosos versos tan musicales, entrañaban ya definitivamente un arte poética, y determinan también la conquista de nuevos ámbitos para nuestra poesía.”


II

En efecto, Raúl González Tuñón, otro de nuestros mayores poetas vanguardistas, nunca se plantea dudas desde entonces entre el uso de las palabras y la realización práctica de los actos. A Raúl González Tuñón no lo hiere escribir ni lo coloca al margen del resto de los hombres. Con su poesía vibrante y luminosa, él se traslada como un duende milagroso por la ciudad, cruza tierras y océanos, recorre puertos, se introduce con alegría y gracia en las vidas ajenas. Y siempre es claro, expeditivo, contundente. Siempre denuncia y enumera. Latido de prosa brillante tienen muchas de sus mejores composiciones.

Su poesía cordial y sincera desecha los caminos oscuros y cerrados, evita los fuertes e inevitables contrastes del espíritu. Ella, nos quiere transmitir alegría, caminar en medio de los acontecimientos que nos tocan a todos, participar activamente del ejercicio de la camaradería entre los hombres, y está tan llena de sus nobles fines que aunque persiga siempre los vínculos más inmediatos no deja nunca de ser asimismo una poesía íntima. Su poesía, sin rechazar los modos de la bohemia, traza también y muy marcadamente, un claro ordenamiento de valores.


III

Raúl González Tuñón, un poeta que no vivió ni cantó en vano, es por otra parte un incansable andariego: él teoriza poco en sus poemas, apenas lo indispensable, pero registra siempre asuntos de la experiencia. Incursiona también en la ética, pero antes que nada inventa mundos más armónicos y humanos, mundos que pueden compartirse, y lo hace siempre con brío, con mucho del ritmo de las leyendas tradicionales y del cine.
Siguiendo una vieja tradición del poeta occidental, hace de muchos hechos y ámbitos que viven bajo la prohibición y la pesquisa policial, puras imágenes encadenadas de la alegría de vivir libremente y del ejercicio desprejuiciado del amor. Asimismo, adopta ciertas entonaciones de la política y hace un emblema de la Revolución, pero su insurrección individual es siempre más profunda porque ella se manifiesta plenamente a partir de su fidelidad ciega para con la poesía.

IV

Raúl González Tuñón nació y creció en un barrio humilde de nuestra ciudad de principios del Siglo XX, entre baldíos y fábricas. Tal vez, la lucha contra la pobreza formó el núcleo central de su niñez y juventud: los trabajos mal pagos, las huelgas ahogadas en la mayor violencia, la negación de la inocencia y de los sueños.
Por todo ello, tal vez fue natural que él se lanzara hacia los parques de diversiones con la desesperación alegre de los que no quieren sentirse siempre excluídos. Fue también legítimo que buscara allí apoyos para su inspirada imaginación de poeta. Había que vivir y ser dichoso.
Después, fueron sus viajes, la amistad, los amores, la vida llena de color y de aventura, la certeza de que la lucha por una mayor justicia entre los hombres debía continuar y acrecentarse.


V

En otro trabajo, su magnífico libro La calle del agujero en la media (de 1930), luego de su viaje a Europa, Raúl González Tuñón coloca ante nuestros ojos a Buenos Aires -el espacio próximo al mundo popular de su infancia- en línea de continuidad con los grandes mitos internacionales recién descubiertos: y nos plantea un impulso ideológico y estético hacia los cruces culturales. Allí, la alegoría está presente no como organización de totalidad, sino como sintaxis de fragmentos.
En efecto, en ese libro netamente vanguardista, la referencia transita del suburbio porteño al bajo fondo y de allí al margen internacional. Además, su internacionalismo no es jamás un efecto exótico. Esta flexión internacional, le permite a Raúl González Tuñón hablar con plena sinceridad y en tiempo presente, del arrabal porteño con imágenes tomadas en París o España. Asimismo, nos resulta notorio que, en ese libro, para Raúl González Tuñón, el arrrabal porteño ya es literariamente poco interesante: pues sus vínculos con ese arrabal pertenecen a un pasado borroneado por las experiencias más recientes.


VI

En ese libro notable que estamos revisando ahora, nuestro poeta, procesa elementos y escenarios de la vida moderna que lo rodea, y lo hace a través de una producción de efecto de lengua oral y de una sintaxis fragmentada; debemos destacar que ninguna de las imágenes que usa se desarrolla por completo: tal como aparecen pueden considerarse pedazos de una imagen mayor que el poema desarticula. Y esos fragmentos se vinculan entre sí por yuxtaposición. Y el saber de nuestro poeta, es allí el saber caótico del azar objetivo y los itinerarios culturales: barracones de feria, titiriteros, burgueses crueles, muchachas libres, prostitutas, delatores, actores de cine, puertos y suburbios atravesados por los disparos de la mafia.
El viaje, biográfico y a la vez poético, es condición de esta expansión artifisiosa del saber y las figuraciones de la internalización de los mundos referenciales que habitan el texto. El itinerario marcadamente fantástico, incluye el París de las catedrales y de las insurrecciones, los mataderos; las imágenes de todas las ventanas de Europa, de los mesones españoles, los bares de Montparnasse y el Barrio Latino.


VII

En La calle del agujero en la media, la música de feria y de barraca, la chanson, los sonidos y los instrumentos del jazz o de las orquestas de circo, las cajas de música y las canciones del guignol, atraen decididamente al poeta y se convierten por ello en leit-motiv formal y temático de muchos de sus poemas. Y cabe señalar, que la imagen que diseñan estos sentidos es la de una ciudad construida de fragmentos de otras ciudades.
También hay que destacar, que los ritmos internacionales del parque de diversiones o del chansonnier, internacionalizan aquí la poesía de Raúl González Tuñón: la ciudad de rompecabezas de este libro, es la de la transformación social y topográfica.
En La calle del agujero en la media, libro mayor de nuestras vanguardias de aquellos años, la brillante y auténtica poesía de Raúl González Tuñón se muestra ante nosotros en tiempo presente y disparada con decisión hacia el futuro: y esta orientación temporal que otorga gran solidez al libro, parece ser efecto de la elección consciente por parte del poeta de una firme orientación ideológica, linguística y práctica a la vez.

 

Quisiera hacer contigo una película hablada

Oye muchacha que hablas con la naríz y eres pecosa
y tienes veinte años y una ambición muy grande
y ese novio plomero parecido a Nils Asther
y una pantalla verde sobre la azul mirada:
Quisiera hacer contigo una película hablada

Cantan sobre los árboles los pájaros pintados.
Mujeres con canastas vienen de los mercados.
Aquí construyen, veo los hombres y las luces,
arañas, esqueletos, mapas, vigas y cruces.

En blancos edificios brillantes ascensores,
de sótanos flamantes suben nuevos rumores.
Pienso en ideas veloces que van del corazón
hasta el cerebro igual a una exhalación.
Tiendas de cinco y diez. Cansados jugadores,
columnas de colores en las peluquerías.
Casas en cuyos largos y estrechos corredores
son de iguales colores las noches y los días.
Y un puerto. Un puerto es siempre paraje bien querido.
Allí están la aventura, el recuerdo, el olvido
y el ansia de partir que ¿quién no la ha sentido?
Un puerto, las tabernas y el mar todo llovido.
Pero te digo, digo, tu boina colorada
bien vale un dólar y cincuenta.
Quisiera hacer contigo una película hablada.
Y algo más que no entra en la cuenta.

 

Evelyn Brent

Evelyn Brent de ojos rasgados y de sonrisas pálidas.
Un día, en San Francisco, en el café de Morgan, la conocí.
Evelyn Brent amiga de los ladrones y las prostitutas.
Evelyn Brent serena carne viva del alma.
Oh lo que tú sabes de andar entre la noche,
oh lo que tú sabes del polvo húmedo y rojo
que vuela sobre las madrugadas temerarias.
Oh lo que sabes tú del naipe preparado,
el botellazo a tiempo, la huida que no falla.
Oh lo que sabes tú del naipe preparado,
de barajar sonrisas y barajar destinos
y danzar entre el humo de las malas palabras.
Y de la hora cuando por el boquete abierto
desliza su alevoso puñal la madrugada.
Conocí a una duquesa que amó a Francois Villón
y un día, en una gresca, le alcanzó su pañuelo.
Tuviste el mismo gesto para George Bancroft
y en lugar del pañuelo le alcanzaste un revólver:
Oh lo que sabes tú de mujeres y hombres,
de juramentos y de sacrificios y de escapadas súbitas.
Evelyn Brent, amiga de los ladrones y las prostitutas.
Carne viva del alma, luminosa y desnuda.

 

La Granja de Villa Rosa

          Aceitado y bestial, con su bocaza negra y su rostro azul;
dos patillas caen hasta el cuello y de su estómago de fuelle sale
el gusano congestionado con la copla.
         Mujeres de ampulosas caderas y de altos peinados taconean sobre el tabladillo.
          Oh, Granja de Villa Rosa perfumada y vibrante, con
tus soleras, tus pipas de manzanilla y tu alegría dolorosa.
         El cantaor, apuñaleado en la cintura, se dobla sobre el
banquillo como una flor exótica.
          El humo de la copla oscurece el techo.
          Estamos rodando, rodando, en el declive
del alcohol y   
del recuerdo.
          Recordamos.
          Algo que pudo acontecernos.
          Lo que pudimos ser.
          Lo que no seremos jamás.
          Y una sed, una sed insatisfecha, de garganta irritada,
ensangrentada, como si nosotros fuéramos el cantaor.
          Como si hubiéramos cantado toda la vida en un
desierto de piedra.

 

Raúl González Tuñón
(del libro “La calle del Agujero en la Media”)

Deja una respuesta