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RODOLFO GARCÍA

Dedicación para la música y para tareas afines a su pasión de baterista

Nota y fotografía : Daniel H. Grad

 

Rodolfo García se presenta principalmente como baterista y desde ese lugar es que participó en muchas agrupaciones que hicieron a los orígenes del rock nacional. Estuvo en “Almendra”, en “Aquelarre”, en “Tantor”, en “La Barraca”… y el camino parece seguir (siempre acompañando a otros artistas del rock argentino). Estuvo a cargo de la programación de las Salas A y B del Centro Cultural General San Martín, organizó un ciclo de conciertos en vivo desde Radio Nacional, espera saber de qué presupuestos contará para seguir desarrollando tareas durante el resto de este año (tanto para la programación artística como para la radio). Charló con Generación Abierta.

G.A.: Para vos ¿qué es la cultura?
R.G: Es a la vez difícil y fácil de decirlo. Lo fácil: es todo aquello que no es naturaleza. Pero es mucho más complejo que eso: es algo que nos ayuda a vivir, es algo que tiene que ver con la creación del hombre, es algo que alimenta el espíritu del hombre, básicamente.

G.A.: ¿Podríamos decir que la música es cultura?
R.G.: Sin ninguna duda. La música es una de las manifestaciones de la cultura.

G.A.: Yendo al origen: ¿cómo era la música por los principios de tu relación con ella?
R.G.: La música siempre fue maravillosa. Cuando me empecé a relacionar con ella era muy chico y escuchaba cualquier tipo de música, trataba de estar cerca de los escenarios para ver a los músicos tocar y no me importaba demasiado qué género tocaban. Con el correr del tiempo me «envenené» con el rock and roll y estoy hablando de la primer época : de Elvis Presley, de Bill Haley, de Little Richard… estoy hablando de toda esa gente… y cuando ya decidí hacer música, ser yo el que la generara, me reuní con músicos impresionantes. Fue una reunión que se dio en un barrio, casi casualmente… estoy hablando de mis compañeros de «Almendra» y, a partir de ahí, tuvimos el empeño, la suerte y muchas otras cosas que se dieron como para que, desde ese grupo, pudiéramos mostrar una faceta distinta de la música argentina. Distinta del tango, distinta de otras tantas músicas argentinas, pero igualmente representativa.

G.A.: Estamos hablando de los ’60, de los ’70, entonces ¿qué más podrías contarnos de la música de aquella época?
R.G.: Que la emoción para mí no fue sólo de la música de aquella época sino de todas las manifestaciones del arte. Creo que los ’60 fueron un caldo de cultivo para las mejores manifestaciones que se han dado en las últimas décadas en la Argentina. No sólo en la música: digo también en el teatro, en las artes plásticas… podría decirse que en la moda y en la publicidad, en un montón de cosas. Había muchísima efervescencia y el mayor placer mío y de la gente con la que nos acompañamos en aquella época fue la de haber participado de esa «movida» tan importante, tan creativa y tan ajena al «marketing» y a las razones comerciales.

G.A.: Esta recorrida tenía que ver con que hace poco recordábamos los 25 años del golpe militar. ¿Qué veías, qué ves de diferente entre aquella música de los ’60/’70 y lo que pasó después?
R.G.: Nosotros también crecimos en una dictadura pero no como la que sobrevino después (con tantos miles de desaparecidos). El rock nacional creció y se desarrolló en una dictadura: la de Onganía. Fue muy duro: no teníamos lugares para tocar, las salas comerciales no nos daban horarios centrales para tocar y entonces teníamos que tocar en trasnoche. Luego, la policía aprovechaba esa razón para hacer allanamientos en los lugares donde tocábamos con el pretexto de buscar menores, pero finalmente se llevaban a todo el mundo y vaciaban las salas. Fue bastante duro. Había temas prohibidos y éramos acusados de todo: de hippies, de drogadictos, de comunistas, de homosexuales, de subversivos y muchas cosas más. Las dictaduras son lo peor que le puede pasar al ser humano. Tengo la esperanza y creo que, además de la esperanza, tengo la fuerza como para poder luchar como para que nunca más existan dictaduras en nuestro país y en el mundo.

G.A.: Ahí viene el salto: ya hablamos del antes y del durante la dictadura. El después de la dictadura ¿cómo lo ves? ¿cómo lo vivís?
R.G.: Lamentablemente, después de la dictadura, lo que ocurrió fue un gran avance de todo lo que tiene que ver con las grandes productoras y los grandes «marketineros» por sobre los verdaderos creadores. Por un lado, aparecieron mayores espacios para mostrar la música (ya sean los canales de cable donde se muestran videos musicales y demás cosas). Por otro, aparecieron emisoras de radio de distinto tipo. Hay mayores espacios pero también una mayor presión sobre los creadores, mayores condicionamientos y, en consecuencia, mayores limitaciones para la creación. Creo que la mayoría de la música que hoy se escucha por radio y se difunde por televisión está previamente elegida por los jefes de «marketing» de las discográficas y de los medios ya no de comunicación sino de difusión. Eso lo veo como algo negativo de lo que sólo zafan grupos con muchísima convicción como pueden ser los «Redondos» («Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota») u otros grupos y grupos desconocidos que, en este momento, están empujando desde abajo. Hay una nueva camada de gente con mucha «polenta» y con mucho para darle a la gente.

G.A.: ¿No te da la sensación de que esta situación económica que estamos viviendo está haciendo que algunos músicos vuelvan al origen de lo que fue la música en Argentina?
R.G.: No sé si la razón es la situación económica. Creo que hay un hartazgo de escuchar fórmulas. Me tocó participar de un par de regresos de grupos: el de «Almendra», el de «Aquelarre». Hay un prejuicio de la prensa cada vez que hay un regreso. Hay una sospecha tremenda pensando que es una razón estrictamente comercial, que un grupo se reúne sólo por plata. Lo hechos demuestran lo contrario. Mientras ese tipo de prensa piensa de esa manera y boicotea cualquier reunión que se haga, por delante de su nariz hay montones de grupos que por plata no se separan.

G.A.: De nuevo: hablábamos del pasado, del pasado más lejano, del medianamente lejano, del presente. En este presente viene esta parte: ¿el músico se puede asociar a la función pública?
R.G.: Creo que sí. Yo, de hecho, hace rato que desarrollo tareas dentro del área pública. Lo que hago en definitiva es, para explicarlo fácilmente, como este ejemplo: mi etapa de “Aquelarre”. “Aquelarre” fue un grupo de autogestión que además de tocar, de hacer sus temas, de producir sus discos y demás, también organizaba los propios conciertos y giras. Eso me hizo aprender mucho. Por ejemplo, cómo manejarme en cuestiones que son laterales a lo estrictamente interpretativo. La primera vez que me llamaron para una función así, fue Litto Nebbia, cuando lo nombraron Director General del Centro de Divulgación Musical y, desde ahí, lo que hicimos fue aplicar lo que aprendimos como músicos en nuestros grupos pero para hacerlo desde el Estado, para desarrollar una tarea cultural desde el Estado (cosa que es muy diferente de cómo se plantean los negocios en el área privada). Hice eso, me dio muchas satisfacciones, creo que le dio muchas satisfacciones a la gente y, a partir de ahí, hice otras tareas parecidas en otras áreas. Actualmente lo estoy haciendo en Buenos Aires Música. Es eso: aplicar lo que en muchos años he aprendido como se aprende todo en Argentina: por el método prueba/error y para mí es una satisfacción hacerlo porque veo la satisfacción de la gente que recibe lo que nosotros hacemos, lo que nosotros organizamos.

G.A.: Habrás escuchado las críticas a esto de que el Estado ofrezca recitales cuando se dice, se piensa, que hay otras prioridades. Repito las preguntas: ¿cómo lo ves internamente? ¿cómo lo vivís?
R.G.: Creo que una cosa es la cultura, la educación y otra cosa son las restantes prioridades que hay. Creo que cuando hay necesidades imperiosas en la gente, básicas, elementales, hay que satisfacerlas. Pero eso no quita al hacer, no significa paralizar la actividad cultural o educativa para satisfacer necesidades. El Estado debería tener medios para satisfacer las necesidades primarias de la gente, debería hacerlo sin cortar por otros lados. Churchil en Inglaterra creó el Ministerio de Cultura mientras caían las bombas nazis sobre Londres. Es un ejemplo. Una cosa no quita a la otra. Creo que a veces hay programaciones artísticas que pueden resultar superfluas, que se crea que pueden postergarse por tratarse de artistas que la gente puede ver en sus conciertos o por televisión o de otras maneras. Se puede pensar que eso puede esperar. Pero hay una actividad, por lo pronto, a la que siempre me dediqué, que no son los mega eventos sino atender a una franja de artistas de muchísimo valor que no empiezan recién y que no tienen trabajo. Artistas de 30 ó 40 años de trayectoria que no tienen espacio para tocar, para mostrar lo de ellos y para que los artistas que comienzan aprendan de ellos. Creo que esa es la tarea a desarrollar en forma constante, inmediata, impostergable, por más que haya otras necesidades que la gente tenga. Quiero decir: NO hacer esa actividad cultural a costa de las necesidades primarias de la gente sino que a la gente hay que satisfacerle esas necesidades primarias pero no hay que cortarle la alimentación del espíritu que es tan importante como la otra.

G.A.: Pasado, presente de la música en Argentina y el futuro ¿cómo viene?
R.G.: Soy muy optimista porque tengo la suerte de escuchar lo que viene de abajo, lo que el común de la gente no escucha. Los medios no están para difundir esas cosas -aparentemente- pero a mí me llega material todo el tiempo, me ha tocado ser jurado en concursos o en convocatorias de grupos desconocidos y eso me permite acercarme a lo que pasa «abajo», en el «subsuelo». Respecto de eso: soy muy optimista. Depende todo de la fuerza que tenga esa gente y también de las posibilidades que se les dé tanto desde el Estado como desde la actividad privada. En general confío más en lo que puede hacer el Estado que en lo que pueda hacer la actividad privada que en este momento está enceguecida por los grandes negocios y nada más.

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