Letras

Flavia Cosma*

“Cuando a alguien se le quiebra el corazón, va un poeta para aliviar su pena”

Por LUIS RAÚL CALVO

Generación Abierta tuvo la posibilidad de dialogar con la talentosa poeta rumano-canadiense Flavia Cosma, quien estuviera en Buenos Aires a fines de 2008 presentando su último libro “Plumas de Ángeles”.

Generación Abierta: ¿Cuándo comenzó tu interés por la literatura?
Flavia Cosma: Parece que el juego de las palabras estuvo siempre conmigo, desde  mi tierna infancia. Inventaba nombres desconocidos para las personas y cosas que estaban cerca mío. Aprendí a leer muy temprano y quedé fascinada por los libros. Creí en ellos más  que en la gente, y este hecho permanece conmigo hasta el día de hoy. Buscaba libros en los rincones más lejanos de la casa, en el desván o en el sótano. Más viejos los libros, más me gustaban.
Con la poesía tuve una relación especial, como natural, como esas amigas que ya se conocen de larga data. Recuerdo que si la profesora leía un poema en la clase, yo lo recitaba de inmediato de memoria. Comencé a escribir mis poemas a la edad de seis años.

G.A.: ¿Cómo fue recibido por tus padres, por tu familia?
F.C.: No me tomaron en serio, se divertían con esto pero no creían que podía ser algo importante. Ellos estaban  convencidos que yo iba a seguir una carrera técnica porque  siempre mostré un talento especial para las matemáticas. La situación en Rumania y para mi familia era muy grave en esa época. He visto a mi familia y a mi mundo desintegrarse ante  mis ojos. La lucha entre las clases sociales fue muy terrible en mi país. De un lado estaban los comunistas, apoyados por los rusos, y del  otro lado una  población entera que  sufrió mucho y por largo años.
Declararse poeta en esas condiciones constituía una falta de sentir, un lujo. Al darme cuenta de la situación dejé de mostrar interés en la poesía. Esto lo guardo como un secreto muy mío. Lo que más  siento es que mi madre, al fallecer muy joven, no me pudo conocer como poeta, porque nunca pudo ver ninguno de mis libros.

G.A.: ¿Quiénes fueron tus referentes en la poesía?
F.C.: Siempre me encantaron  los clásicos y especialmente la poesía de Homero, Oviedo, Sapho, por una parte; los clásicos rumanos como Eminescu, Cosbuc y Alecsandri; los grandes  románticos franceses como Lamartine, Verlaine, etc., sin olvidar mis poetas preferidos de India (Rabindranath Tagore), Persia (Omar Kayam), y la poesía árabe. Por supuesto, también me gusta la poesía más moderna, la lista es larga.

G.A.: Contanos  un poco como fue que de tu país de origen, Rumania, tomaste la decisión de radicarte en Canadá.  ¿En qué  año se produjo y que te motivó a ello?
F.C.: Durante toda mi vida tuve una gran falta de libertad, de amor y de paz. Por cierto, con el transcurrir  del tiempo me fui dando  cuenta que a veces estos tres hermosos conceptos resultan ser sólo  grandiosas quimeras. Pareciera que perseguir sombras fuera el pasatiempo predilecto de la humanidad.
Es asombroso ver todavía  con qué rapidez estos tres maravillosos términos logran  aniquilarse uno al otro.  En Rumania tenía mucho miedo de terminar detenida como antes le había ocurrido a mi padre. No podría escribir como lo sentía, me agotaba todo lo que pasaba día a día. Logré  salir de ese infierno en el año 1974. Estuve como refugiada política en campos de refugiados de Europa por dos años hasta que Canadá me admitió como residente en Mayo de 1976.

G.A.: ¿Cuál es la actualidad literaria en ambos países? ¿Qué tipo de poesía predomina?
F.C.: En Canadá predomina el estilo norte-americano, es decir un poco de post-modernismo, un poco de  prosa poética, el realismo también, pero como este país es un lugar muy cosmopolita, donde viven gentes de diversas partes del  mundo, este hecho se refleja en las artes y en la literatura también. Hay una enorme diversidad de estilos, y una gran tolerancia por todas las culturas del mundo.
En Rumania la situación es un poco distinta. En el tiempo de la dictadura comunista los escritores encubrían sus verdaderos sentimientos bajo un estilo delirante, con metáforas ocultas, acentuando las cualidades ambiguas de la poesía. Ahora, el estilo post modernista es lo que predomina, pero me parece que se perfila una poesía mas realista y un retorno a la poesía lírica.

G.A.: ¿Qué representa para vos la tarea de ser traductora de poesía?
F.C.: Comencé a traducir poesía por pura necesidad. Me encontré en Canadá escribiendo en lengua rumana en un país de lengua inglesa. Si quería  compartir mis poemas estos tenían que ser traducidos. He trabajado con muy buenos traductores de poesía y logré  comprender el secreto de una buena traducción: es decir de poder  abrazar la obra que uno desea  transponer en otro idioma, como si fuera la propia obra de uno, dejar el corazón libre para que pueda ser habitado por el poeta extranjero, con sus emociones, sus angustias y su inteligencia, sólo de este modo es posible  compenetrarse con una poesía  por encima de las barreras del idioma y transformarla en un tesoro al alcance de un vasto público. Porque en  mi opinión, la poesía tiene que ser  compartida por la mayor cantidad de gente posible. Un poema encerrado en un libro y no leído, va a morir; un poema necesita ser leído para poder continuar viviendo en  cada nuevo lector, éste lo va a enriquecer con  sus propias emociones y sentimientos.
La gente me pregunta a menudo que me determina a traducir  a un poeta o a otro.  No lo se muy bien, pero creo que entre algunas obras poéticas hay un lazo más profundo, mas allá de nuestro entender cotidiano, lo que hace la traducción mas fácil, a pesar de que uno no maneje muy bien el idioma del poeta a traducir.

G.A.: ¿Cómo ves la inserción del poeta, del artista en un mundo gobernado por la tecnología?
F.C.: Déjame decir en principio  que la poesía es la forma  más alta de las  artes escritas. Uno no debe olvidar que la  poesía es la herencia más preciada y más venerada de la humanidad, la verdadera esencia de los misteriosos caminos hacia las colectivas conciencias cósmicas.
La poesía comenzó en el mundo al mismo tiempo que la humanidad. Es un regalo del cielo, un puente de ligadura con Dios, desde nuestra  humilde posición como seres humanos. La poesía no es un ejercicio esotérico, es el corazón hablando de una sencilla y elocuente manera, y siempre buscando  la verdad. La tecnología no tiene nada que  hacer con la poesía. La poesía, como el amor o como el agua  siempre va a hallar su camino.
De una u otra forma, los poetas son “los legisladores no reconocidos del mundo”.
A ellos les pertenece el derecho y la obligación de mirar al mundo con “el ojo del amor” y descubrir por los otros el rostro escondido de nuestras vidas.
Cuando a uno se le rompe el pie, uno va a ver al médico, cuando a uno se le gasta el coche, va a un mecánico, pero cuando a alguien se le quiebra el corazón, o el mundo le rompe el espíritu, uno va a un poeta para aliviar su pena.

G.A.: Hablanos un poco del hecho poético, de cómo se origina la creación en Flavia Cosma…
F.C.: No lo sé describir en palabras, pero cuando un estudiante me pide darle un consejo, mi respuesta es siempre la misma: “sigue tu corazón y no te olvides jamás  que lo que  arde, nunca se pudre.

 

*Flavia Cosma: Poeta, escritora y traductora rumano-canadiense. Publicó varios libros de poesía, una novela, un diario de viaje y tres libros para niños. Su trabajo forma parte de varias antologías en diversos países e idiomas. Ha recibido diversas distinciones literarias.

 

Deja una respuesta