Jorge Demirjián en el Palais de Glace

Por ADRIANA LAURENZI


El Palacio Nacional de las Artes, Palais de Glace, presenta pinturas recientes y una retrospectiva de dibujos de Jorge Demirjián.
Cerca de cuarenta pinturas realizadas entre 2006 y 2009  y un número similar de dibujos que van desde 1963 hasta la fecha, muchos de ellos pertenecientes a la colección personal del artista que nunca  han sido exhibidos.
Jorge Demirjián nació en Buenos Aires en 1932.
Su formación breve y no académica fue sin embargo afortunada al tener como maestros a Emilio Pettoruti, que junto a Lucio Fontana compartían  un taller en la calle Charcas. Por un lapso de seis meses, en 1954, Dermijián asistió a las clases del maestro junto a Ricardo Carpani, Marie Orensanz entre otros. Más tarde conoce a Horacio Butler en la galería Bonino y durante unos meses concurre a su taller. Del primero recuerda la insistencia en la pureza del color que hasta hoy lo obsesiona y del segundo la capacidad de orden compositivo que también lo sigue desvelando.
Demirjián formó parte de uno de los movimientos más importantes que tuvo lugar en los explosivos y experimentales años sesenta, la neofiguración o nueva figuración, nombre con el que se lo conoció en la Argentina, compartiendo tanto el escenario plástico, al mismo tiempo que la amistad de artistas como Deira, Macció, Noé, de la Vega, Gorriarena, Seguí, Dávila entre otros.
Paralelamente a la afirmación de su lenguaje plástico, en 1960 comienza una experiencia fundamental, viaja a Europa con una beca que gana del Fondo Nacional de las Artes con la que se radica en Milán. Ya en 1962 obtiene el Primer Premio de Pintura en el Salón Nacional y el Primer Premio de Dibujo en el Salón Municipal de Buenos Aires y Santa Fe. En 1964 se establece en Francia y desde allí viaja a Nueva York, donde expone en la Galería D’Arcy y luego en Tweed Gallery de Minnesota. En 1970 una nueva beca, otorgada por el gobierno inglés, le permite permanecer dos años en ese país. Conoce personalmente a Francis Bacon, quien en 1976 lo visita en su taller de la calle D’Argout. En 1972 Demirjián representa a la Argentina en la 36º Bienal de Venecia. En 1980 se radica definitivamente en Buenos Aires, donde actualmente vive y trabaja.

Dibujos

Los dibujos y obras sobre papel que se presentan en esta oportunidad, conforman la segunda gran muestra retrospectiva con obras que van de 1963 hasta los dibujos actuales. La primera, se realizó en 1985  en la Fundación San Telmo, con el título de Obra sobre papel 1963/1984.
La obra de Demirjián se centra en la figura humana y dentro de la llamada neofiguración. 
Este movimiento se inició en nuestro país a comienzos de los años sesenta. Significó un retorno a la figura, luego del enfrentamiento que dividió el campo plástico entre abstractos y figurativos como los Montescos y Capuletos, según palabras de Felipe Noé.
A diferencia de la figuración clásica, la figura humana perdió la hegemonía que hasta entonces tenía. 
En una primera etapa neofigurativa de Demirjián predominan formas orgánicas, curvas que configuran seres antropomorfos.
En el prefacio del catálogo de la muestra de la Fundación San Telmo, Samuel Paz, definía a las figuras, de la siguiente manera: “En sus comienzos tuvo fisonomía y rasgos de embrión: eran algo así como fetos o larvas fuertemente marcadas por una voluntad expresionista”.
Demirjián fue invitado a participar del grupo de la nueva figuración a comienzos de los sesenta y a pesar de que no aceptó, estaba de hecho comprometido con la misma.
La neofiguración representaba una corriente antiacadémica y por lo tanto gozaba de una gran vitalidad.
Con una beca que le otorga el Fondo Nacional de Las Artes, viaja a Europa en 1960 y se establece en Milán. Allí vio por primera vez obras de Francis Bacon, en una exposición llamada De Boldini a Bacon y en 1970 visita una muestra de este último en el Grand Palais de París que lo impresionó mucho. En Buenos Aires la obra del irlandés era entonces prácticamente desconocida.
La neofiguración estableció una relación dialéctica entre la figura y el espacio que la circunda. En esta vuelta a la figuración, el espacio ejerce una tensión constante que llega a la constricción y al encierro de la figura humana.
El problema figura-fondo es fundamental en la obra de Demirjián, tanto desde el punto de vista semántico como morfológico.
El dibujo permite una mayor libertad de acción y de experimentación que la pintura.
En muchos casos Demirjián recurre a un automatismo, que sin caer en el surrealismo le permite liberarse del control de la conciencia sobre la forma.
En sus charlas telefónicas la mano sigue un recorrido aleatorio que muchas veces le permite sorprenderse ante hallazgos formales que le interesan1.Pero dibujo y pintura son para Demirjián parte de un mismo proceso creador. Los “descubrimientos” que la línea realiza con el lápiz, luego pasan a la tela.
Las figuras de Demirjián, aun en el caso de parejas, son esencialmente solitarias. Más que a Bacon, se acercan a los personajes del alemán Max Beckmann, artista que siempre ha mirado, tan bien estructurados como los objetos y los espacios que los contienen.
Sus personajes son seres comunes, tipos o prototipos, que no llegan a ser retratos pero que están suficientemente caracterizados dentro de su estatus y rol social. Son mozos de café, oficinistas, albañiles, pequeños vendedores ambulantes, magos o soldados. No reciben un tratamiento formal diferente a los objetos o al espacio que los rodea. Demirjián quiere recordarnos que tanto las cosas como el espacio que habitan los hombres son la verdadera estructura de la condición humana.
En la pintura como en el dibujo reciente, la condición postmoderna se hace presente en esta relación singular que Demirjián va a establecer entre el hombre y las cosas.
La tragedia de nuestra cultura postmoderna es el grado cada vez más alto de cosificación de los valores y de las relaciones humanas. En palabras de J. Baudrillard: La función crítica del sujeto ha sido suplantada por la función irónica del objeto. A partir del momento en que todos los productos son fabricados, ya no tenemos sino artefactos, signos, mercancías. Las cosas mismas ejercen una función espiritual e irónica por su existencia misma2.  

Pinturas

El hombre es el único ser que se pregunta por el ser, que cuestiona y busca dar respuesta al sentido de la existencia.
El existencialismo, especialmente en la literatura, el marxismo y el psicoanálisis fueron tres grandes referentes de la cultura de los años sesenta.
El hombre se configura en una lucha sin tregua con el medio que lo condiciona. En la postmodernidad por el contrario, el sujeto ha ido perdiendo su lugar y su libertad frente a las reglas del mercado. Esta se define por un creciente domino del objeto, de la mercancía o en su defecto, por las imágenes de las mismas. Estamos inmersos en un  proceso de estetización de la mercancía. Baudrillard señala que  “Ya no es el sujeto el que representa al mundo, es el objeto el que refracta al sujeto y sutilmente, a través de los medios, a través de la tecnología, le impone su presencia, su forma aleatoria3.
En sus pinturas recientes, las escenas han sido reducidas a conjuntos isomorfos de objetos y fragmentos de cuerpos humanos.
Demirjián desestructura la lógica escénica para fundir aún más el objeto con la figura humana, perdida en su unidad, fragmentada y desjerarquizada.
En esta nueva etapa de su producción, el espacio ha sido prácticamente suprimido y reemplazado por objetos y fragmentos del cuerpo humano totalmente cosificados.
La rigidez casi geométrica de los planos de color que conforman figuras, objetos o fondos, transmiten tensión dentro de una estructura compositiva sencilla.
Manos, sillas, maniquíes de escaparate, escuadras, cabezas y escaleras se presentan como signos, cuyo significado es preciso descifrar para acceder a los sentidos con que funciona la cultura.
Bajo la herencia del pop art, los colores acusan el artificio de los medios y a la vez  gozan de una gran libertad. Sus furiosos fucsias, celestes, verdes y naranjas carecen de todo valor decorativo, no buscan endulzar con armonías cromáticas sino que se conjugan para punzar al espectador. 
Son imágenes que aguijonean la conciencia. Aunque simples y despojadas, ponen en cuestión el “orden”. 
El desinterés por lo temático evidencia su tendencia más espiritual. Si bien nunca se identificó con el arte abstracto, hay en sus obras una búsqueda metafísica que busca trasmitir a través de la forma, aquello que se pierde cuando se lo intenta describir.
Demirjián cita a Auden para quien el “el tema es la percha donde se cuelga la poesía”

 

1 Entrevista con la autora. 7 de agosto del 2009
2 Baudrillard, Jean; La ilusión y la desilusión estéticas,Pág 23.
Monte Ávila Editores Latinoamérica, C.A, 1997
3 Idem. Pag 24

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