Embalajes para el cuerpo

“Blanca y radiante va la novia negra y triste como una viuda roja y trágica como una rosa”

Por FABIANA BARREDA

 

Desde muy pequeños una nueva piel cubre nuestra desnudez, símbolos específicos se dejan caer sobre nuestro cuerpo y van rozando íntimas historias del corazón. Acariciados en el origen por eternos algodones, hasta acceder a las ocultas sedas suaves y lujosas, cada capa de vida será cubierta por una tela ritual. Bautismo, casamiento y mortaja, ropa blanca labrada por mujeres durante siglos fueron llenando los huecos de un tiempo adormecido en eternas costuras perfumadas.
Una estratégica museografía del vestido recupera esas situaciones biográficas ligadas a estas telas rituales y señala como la indumentaria se transforma en una construcción cultural política que condiciona la subjetividad tanto en lo privado como en lo público.
Actualmente el sistema de moda es un dispositivo de poder que marca las condiciones de la sexuación, delimita que se considera como femenino, masculino, gay, u o otras posiciones sexuales; mientras designa que se establece como desea para esas posiciones.
La moda históricamente ha delineado zonas erógenas a la vez que señalaba en ese gesto las interdicciones morales de cada época.
En la moda coexisten las decisiones liberadoras de los audaces y las insignias aristocráticas de los conservadores, el campo de la moda es un espacio a problematizar ya su influencia en los medios de comunicación de masas es avasallante en particular en nuestro país.
La indumentaria posee la intimidad de las telas donde se resguardan los olores escondido, las texturas acariciadas, los fetiches amorosos y los pudorosos anhelos de cada prenda escogida. Pero también domina la vida pública en casi todos sus momentos:

Momentos sociales: cumpleaños de 15, casamiento. viudez.
Momentos religiosos: bautismo, bart-miztba comunión.
Momentos de vida: nacimiento y muerte, Batita y mortaja.
Momentos de deseo: portaligas, boxer, escotes, pantalones marcados.
Momentos políticos: uniformes, pelo corto, medias azules y patillas.
Momentos sexuales: pantalones y polleras. trajes vestidos, ropa “unisex”.
Momentos de tribu: tatuajes y pelo largo. Rollers y skaters.
Momentos de clase: carísimas marcas, marcas desconocidas. Oberol y traje sastre.

Desde esta perspectiva social. durante el siglo XX el arte contemporáneo ha ido señalando esa potente presencia simbólica de la moda. Diferentes artistas internacionales como Rebecca Horn, Annette Messager, Solhie Colic, Rolert Gober, Mike Kelley, Rosemarie Trockel. Cristian Boltansky entre otros han abordado esta temática, pero me interesa destacar ciertos artistas que aquí en Buenos Aires han estado trabajando el concepto de indumentaria como obra de arte.
A partir de una lectura de género que implica pensar la obra de arte desde la problematización de las políticas de la sexuación, el vestido y el cuerpo en sus anudamientos sociales comienza a aparecer como obra específica en artistas hombres y mujeres.
Cada uno desde su trabajo fue apropiándose de una prenda redefiniendo y problematizando su carga simbólica:
Carolina Antoniadis y su frágil vestido de novia construido a la manera de una torta de bodas, Mónica Giron y su patagónico corse-árbol junto a sus retoños pequeños, Cayetano Vicentini y su colección de corbatas anexa a su colección de falos, Dino Bruzzone crucificando el trágico personaje vestido de Armani del autor de American Psico, Silvia Young y su sacrificial vestido de novia atravesado por alfileres, Kuki Bensky y sus hogareñas heroínas sadomasoquistas, Gloria Matarazzo y sus pictografías en encajes familiares, Roxana Fuertes y sus políticas camisetas heráldicas, Norberto Onofrio y sus idolatrados tacones maniatados, Susana Buntix y su peruano retrato vestida con su desnudez, Nora Correa y sus rituales chalecos fortificados, Claudia Fontes y su Ofelia flotante en un mantel de plástico, Ariadna Pastorini y sus peludos envolventes, Marcelo Moujan y su Leda cubierta de plumas, Alicia Herrero y su vestido de repasadores, Ana López y sus autorretratos-maniquí, Fabiana Valgiusti y su metálico body medieval, Patricio Forrester y sus fragmentos de piel colgantes, Cristina Piffer y su cola de novia que emerge de una lápida, Claudia Contreras y sus bebés-batitas de sexos cosidos, Fabiana Calher y el mobiliario hogareño revestido en chifón, Lionel Luna y los objetos personales de su apócrifo personaje Artigas Pujol, Roberto Fernández y sus bordados de monja de clausura, Ana Gallardo y sus estandartes feministas, y Las performers Almarmada con sus corsés de metal alegóricos a Frida Kalho.
Y a esta extensa, riquísima e inacabada lista de artistas se suman a su propuesta ­a los diseñadores- artistas que en el efímero y brillantemente fugaz lapso de un desfile de moda proponen también una posible Poética del Cuerpo, confrontando una alternativa crítica frente a los aplastantes mandatos estético-políticos construidos por la moda a través de los medios de comunicación.
En esta producción artística emergente se delinea un espacio de investigación expansivo y critico ya que las posibles interacciones e intercambios disciplinarios entre artistas, diseñadores, fotógrafos de moda, modelos y performers permitiría transformaciones en los estereotipos corporales y códigos morales de los mass-media.
Este cruce entre arte y medios de comunicación de masas podría generar la infiltración de una alternativa humanizada de sujeto donde la indumentaria revele el cuerpo viviente que cubre cada día.

Deja una respuesta