EducaciónUltimo número

Inventar nuevos modos de habitar…

Violencia entre bandas. Un abordaje institucional.

Por   LUIS RAÚL CALVO y NORA PATRICIA NARDO

 

Les compartimos una de las cartas de nuestro libro “Tiempos Diluidos”*,  que hace referencia a cómo en condiciones extremas, de mayor vulnerabilidad, se pueden abordar situaciones de conflicto y violencia-como la que se presenta a continuación, sobre un hecho ocurrido en una institución pública ubicada en Villa Soldati,en donde nos tocó intervenir-, abriendo canales de diálogo y comunicación.

 

Querido Alejandro:  

Te agradezco el material que me enviaste sobre la Ley 223 de Convivencia en la Ciudad de Buenos Aires y su reglamentación, como así también el relato  del trabajo que se realizó en esa institución educativa.  Me han sido de utilidad para reflexionar sobre los efectos de la experiencia y para ver qué condiciones de subjetivación habilitan en estos tiempos que nos toca vivir.

Te comento que en estas últimas semanas me solicitaron intervenir junto a mi compañero de trabajo en una situación que se presentó en uno de los  Centros Juveniles. Este Centro se halla ubicado en un barrio muy carenciado. Los adultos, en un gran porcentaje, se encuentran desocupados, los adolescentes presentan un alto grado de vulnerabilidad, la gran mayoría no estudia, y no se visualiza un proyecto de vida que los ayude a enfrentar esta dramática situación. La zona, a su vez, se ha vuelto  muy peligrosa en los últimos tiempos.

Los coordinadores docentes del Centro que demandaron asesoramiento nos presentaron su problema, haciéndonos saber en primer lugar que los chicos que concurren allí habían sido agredidos a la salida por otro grupo de adolescentes de la misma zona. Se comentaba en el barrio que la reyerta había comenzado el día sábado a la noche en el baile y que se debía a un problema de polleras. Lo cierto es que los docentes, con muchas dificultades, apenas pudieron separarlos, amenazas de muerte mediante.

La respuesta inicial que ofreció el personal del Centro  fue suspender las actividades hasta nuevo aviso a fin de garantizar la integridad física de los alumnos y los profesores.

Los interrogantes que formularon los coordinadores ante nuestras preguntas fueron :

*            ¿Debemos abordar esta pelea que sucedió fuera de nuestro ámbito de trabajo?

*            ¿Debemos ignorarla?

*            Con la suspensión de unos días de encuentro, ¿ya conocen los pibes   nuestro enojo y repudio ante estos hechos de violencia?

*            ¿Debemos continuar con nuestro trabajo dentro de un barrio donde no es posible garantizar mínimamente  la integridad física de ninguno de sus protagonistas?

 

Nos encontrábamos ante estos coordinadores que por vez primera pedían ayuda, pues  ya no sabían cómo interpelar a los adolescentes.

¿Te acordás? El Estado Nación  era ese terreno que proveía un sentido para lo que allí sucediera.

Con la pérdida de todos los parámetros conocidos para leer la realidad, con el derrumbe de los patrones de identidad y de la autoridad simbólica, ¿cuáles son las operaciones de pensamiento  con capacidad de afectación?

¿Cómo reflexionar sobre un acontecer imposible de anticipar?

¿Cómo interpelarnos  cuando se convierten en arcaicos los parámetros disponibles para pensar y por lo tanto también los recursos disponibles para abordar  las crisis?

¿Cómo inventar nuevos modos de habitar  capaces de operar, de ligar de otro modo el tejido desgarrado?

 

Lo que percibimos mi compañero y yo era que en realidad  los coordinadores y los docentes no querían abandonar ni a los pibes ni al proyecto comenzado por el Centro en ese barrio; eran gente muy comprometida con sus ideales y buenos conocedores de las nuevas formas de constitución de las identidades juveniles. Lo que sí creímos que se tornaba importante era  volver a producir  las condiciones necesarias para su existencia.

Te cuento que a este Centro concurren adolescentes  que se encuentran en situación de expulsión social,  que eligen compartir con jóvenes del barrio distintas actividades que se les propone. Esta institución de algún modo enlaza a estos adolescentes, posibilitando las condiciones de un encuentro entre ellos y sus docentes.

Estos adolescentes insatisfechos, depresivos, fragmentados, dependientes,  dan cuenta de las nuevas formas de vulnerabilidad, tanto desde el punto de vista social como desde el psicológico. Adolescentes, cuyos posibles marcos de referencia no remiten a formas de integración  social.

Excluidos en sus múltiples formas: económicas, sociales, políticas y culturales, poseen  menores probabilidades objetivas de salir airosos frente a los diferentes retos y problemas que plantea la individualización; por eso sería necesario operar sobre estas disfunciones.

Pero ¿cómo hacerlo?, ¿cómo producir espacios productores de  subjetividad que sean pertinente para esta situación?

 

¿Cómo poder interpelar a los jóvenes  que concurren al Centro Juvenil?

 ¿Sería necesario interpelar también a los otros pibes –a los que se pelearon-?

¿Corresponde que aquellos que no concurren al Centro sean interpelados?

 

Sabemos que sin ley simbólica el otro no se configura.

Por lo tanto, ¿cómo hacer que la ley opere a fin de que en el barrio y, sobre todo en estos adolescentes, se pueda ver su transgresión?

¿Cómo puede el  Centro volver a ser un lugar de pertenencia, de enlace, de producción?

Nuestro punto de partida fue tomar esta situación como condición, como posibilidad. Se pudo  aceptar que   esta circunstancia no podía ser abordada solamente por los docentes y sus coordinadores  como otros incidentes  anteriores que se habían ido  resolviendo de una u otra manera. El hecho de solicitar asesoramiento para esta situación implicaba también admitir su  debilidad.

Cambió la época.  ¿Y nosotros cambiamos? Los discursos de autoridad y de saber de la institución familia y de la escuela perdieron su capacidad enunciativa y desaparecieron los lazos vinculantes;  en su lugar, la violencia se desarrolló en estos barrios como condición cotidiana, como modo de relación.

 

¿Cómo puede el Centro  ser una forma situacional de ejercicio de la autoridad?

Luego de pensar líneas posibles de intervención, creímos necesario involucrar a los responsables de los pibes, que hasta ese momento no habían sido convocados. Nos pareció indispensable que ellos tomaran un papel protagónico en esta situación, que compartieran nuestra preocupación.  Saber si en realidad  esto  también los preocupaba o no, qué grado de importancia le daban  a la existencia del Centro.

También  pensamos que debíamos estar junto a los coordinadores y docentes,   que era importante “poner el cuerpo”;  sabíamos que era tan sólo para acompañarlos, pero, para ellos, el hecho de estar era significativo.

Desde algún lugar, contribuimos a rearmar el complejo entramado social entre los adolescentes, los adultos, el Barrio y el Centro, que en ese momento se percibía a sí mismo como desmembrado, provocando  entre los docentes mucha inseguridad e incertidumbre con respecto a su poder de afectación en las subjetividades de estos jóvenes.

Convinimos en que  se citaría a los padres el día sábado en el horario de los pibes para hablar de estas cosas con ellos.

Intuimos que era necesario que en ese encuentro se pudiesen generar una serie de operaciones que permitieran multiplicar las posibilidades existentes.

Si bien  el lugar de la autoridad familiar de estos padres, en estos tiempos de tantas pérdidas –tierras-empleo-capacidad de aportar medios para sostener a la familia-, está desestimado y   en algunos casos disuelto, era   indispensable lograr entre ellos y nosotros pequeños acuerdos sostenidos por la coherencia entre lo que  cada uno expresaba  y proponía para confirmar  nuevamente esa confianza legitimadora del lugar  del Centro en el barrio, aspecto que en algún momento los coordinadores creyeron que se había perdido, pero que la masiva concurrencia de los padres y de los adolescentes a las reuniones permitió corroborar.

Ésta fue una de las dos reuniones a la que asistimos, la otra fue, a los quince días con los pibes y padres de los dos grupos.

A partir de este último encuentro,  decidimos que nuestra presencia ya no era necesaria. Igualmente se dejó abierta la posibilidad de volver a participar en  el caso  de que  las circunstancias así lo requiriesen.

Podemos hablar de eficacia en los dispositivos utilizados por el poder de afectación que tuvo esta experiencia, ya que:

 

*Ambos grupos respetaron el acuerdo de no agredirse; se reestablecieron los vínculos  al transitar un nuevo espacio compartido en el juego -partidos de fútbol- y  se lograron  nuevos concurrentes al Centro de Adolescentes.

 

¿Quizás esto fue posible en primer lugar porque los coordinadores pudieron admitir su vulnerabilidad ante esta situación?

¿Quizás porque los docentes se comprometieron y caminaron todo el barrio invitando a la reunión de padres que se celebraría en el Centro?

¿Tal vez porque estos coordinadores pudieron autorizarse a pensar otros modos de intervención?

¿Tal vez porque por primera vez estos padres de adolescentes sin escolaridad fueron convocados para ayudar a pensar junto a otro-docente cómo se podría hacer?

¿Acaso porque se generó un espacio singular de acuerdo con  la situación?

¿Lo que operó fue la cohesión en un terreno de dispersión, la palabra y la reflexión en un terreno de violencia?

Tiempo después, el coordinador del Centro Juvenil se comunicó con nosotros, a fin de manifestarnos su satisfacción por el cumplimiento del  acuerdo sobre no agresión al cual habían arribado los adolescentes y lo más importante: que se habían re-establecido los lazos de confianza y amistad entre ellos, pudiendo volver a interactuar en diferentes actividades en forma conjunta

Bueno, Ale, te dejo estos interrogantes para seguir pensando juntos.  ¡Ah! ¿No querés recordar viejas épocas yendo juntos pasado mañana a la Marcha por la Paz en el Mundo?

 Cariños

Eu

 

.*”Tiempos Diluidos” (Luis Raúl Calvo, Nora Patricia Nardo, Ed. “Generación Abierta”, Buenos Aires, 2006) recorre nuestra educación desde el final de la modernidad hasta nuestros días. Alejandro -psicólogo- y Eugenia -Lic. en ciencias de la educación- ambos trabajadores en instituciones educativas de nivel medio, en forma epistolar, a través de cartas, reflexionan, se cuestionan y comparten experiencias de intervención sobre sus prácticas profesionales.

Deja una respuesta